Algunas reflexiones sobre el conflicto ruso – ucraniano

Por Luis Fuensalida

A veinte días de la invasión rusa a Ucrania, comienzo a elaborar algunas reflexiones, tanto relacionadas con el escenario mismo del conflicto como en el plano global, y no puedo dejar de lado dos frases que mencioné en columnas anteriores, por el caso la del 9 de febrero cuando señalé, “…el conflicto Ucrania – Rusia, puede ser un punto de inflexión…”, y más reciente, la del 2 del actual que al finalizar la misma dije, “…un mundo que está a las puertas de una reconfiguración global en todos sus estamentos…”.

Pues bien, cuando señalo que el conflicto ruso – ucraniano constituye un punto de inflexión, en forma retrospectiva, me refiero a aquellos eventos o procesos decisorios que han producido un cambio significativo en el campo estratégico que han modificado y modifican el accionar de los actores internacionales, es por esto, que considero que lo desencadenado el 24 de febrero, tendrá un impacto a nivel global, a la que no es ajena Latinoamérica, con resultados preocupantes.

Una diferencia entre el escenario bipolar emergente tras la 2ª. G.M., caraterizado por el choque de dos sistemas, político, económico y de valores, el bloque Occidental, liderado por los EE.UU., y el Oriental liderado por la URSS, es que en el escenario actual, lo que se profundiza y se manifiesta, es el choque entre aquellos que se alinean tras un Orden Mundial Liberal y un bloque emergente que representa lo opuesto, un Contraorden No Liberal, constituido por China a la cabeza, Rusia, Corea del Norte, Irán, Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros actores secundarios cuyos intereses y objetivos se pueden reconocer en la declaración conjunta del pasado 4 de febrero, de Vladimir Putin y Xi Jimping, cuando se manifestaron contra una imposición de un Standard para la Democracia y los DD.HH., como cuestionar legal y éticamente un sistema político o el accionar de quienes detentan el poder, todo lo contrario a los Estados que se fundan en el imperio del Estado del Derecho y la transparencia.

Esto, en un contexto estratégico mundial a largo plazo, se traduciría en importantes efectos en las dinámicas políticas e institucionales globales, por ejemplo, cambiará la concepción de inviolabilidad de la soberanía frente actores poderosos y amenazantes, lo que provocará una reconfiguración de alianzas, tal puede ser el caso de Suecia y Finlandia, mientras aquellos actores que no puedan o no quieran formar parte de la OTAN, pueden decidir una alineación al eje Beijing – Moscú.

Por otro lado, el conflicto ruso ucraniano revela que tanto Rusia como los otros actores que participan de este bloque mundial antiliberal, han alcanzado un nivel emergente y peligroso, caso Irán, que perciben una mayor libertad de acción y de manera más agresiva, respaldados por la sinergia del poder político y económico de China, conformando así, una constelación de actores depredadores habilitados por Beijing, que si bien, no busca dirigir abiertamente un bloque que desafíe al orden mundial liberal, si lo apoya en la persecución de sus intereses y objetivos a nivel global.

Como lo adelanté, en este bloque encontramos, a una Rusia revisionista de su pasado imperial, un radicalizado actor islámico como Irán, un peligroso régimen con poder nuclear como el de Corea del Norte, el nuevo régimen talibán de Afganistán, incluso podría sumar a la Turquía de Erdogan, sin olvidar en Europa los regímenes xenófobos nacionalistas de Víktor Orban en Hungría o la Serbia de Alexander Vucic, y en Latinoamérica, tenemos las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y por que no, también Bolivia, que persiguen sus propios intereses populistas, en síntesis, todos los actores señalados son instrumentos útiles para una China, que indirectamente ataca política, institucional y militarmente a sus rivales geopolíticos, y de esta manera, Beijing evita la comprometerse en forma directa y beneficiarse de las crisis y conflictos emergentes, teniendo claro que sus desafíos geopolíticos son, EE.UU. y la U.E..

Asimismo, los actores alienados a China, evitarán tomar decisiones o posiciones que contraríen los intereses económicos chinos y por lo contrario, estarán dispuestos abiertamente a sus préstamos e inversiones, como mantener o acrecentar sus exportaciones al gigante asiático, y ni hablar de manifestaciones críticas sobre violanciones a los DD.HH. o al expansionismo en el escenario Asia – Pacífico, como ser la anexión de Taiwan y el control unilateral marítimo al sur y el este de China.

Dicho esto, y retomando los efectos del conflicto ruso – ucraniano, a corto y mediano plazo respecto a nuestra región, América Latina, en líneas generales pienso que serán negativas.

Veamos en la economía, el aumento significativo de los recursos energéticos, hidrocarburos y gas, y sus efectos en los alimentos, afectará particularmente a los países de Centroamérica y el Cariba, sumándose a las consecuencias causadas por la pandemia del Covid 19, por otro lado, países exportadores de petróleo como Venezuela, Méjico, Ecuador y Brasil, al igual que en el campo agrario, exportadores de soja, trigo y maíz, como Brasil y Argentina, pueden verse a primera vista, algo beneficiados por el aumento de los precios internacionales de estos comoditis, aunque en el caso del agro, en algún modo se verán afectados por las sequías record y por las limitaciones en el mercado de los fertilizantes, en el que Rusia es el principal productor y estará sujeto a las sanciones económicas, mientras que el primer grupo se verán afectados por la falta inversiones en infraestructuras energéticas.

En lo político – militar, tal como lo señalé en mi columna sobre la injerencia de Rusia en Latinoamérica, Moscú mantendrá un despliegue limitado y de bajo costo, en aquellos países con regímenes populistas y antiestadounidenses de la región, con la amenaza de desplegar sus activos militares, tal como lo manifestara el viceministro de RR.EE. ruso Sergei Ryabkov en Caracas y La Habana, sumado a la visita del vice primer ministro Yuri Borisov en su visita a Cuba, Venezuela y Nicaragua en febrero pasado.

Lo señalado, se manifiesta en un aumento de la polarización en la región, entre gobiernos populista y de izquierda, y aquellos alineados o afines al bloque mundial liberal, y esto se podría manifestar con las firmas de Acuerdos políticos o de cooperación, como el recientemente declarado entre el pte. Joe Biden y su igual colombiano, Iván Duque, o por el contrario, proclamaciones explícitas de alineamiento con Moscú, como expresado por Nicolás Maduro y Daniel Ortega, todo lo cual, también se ve reflejado en el seno de la Asamblea General de la ONU, en oportunidad del voto condenando la invasión rusa a Ucrania.

También, en relación a los regímenes de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, podrían participar en Acuerdos clandestinos o del trueque con Rusia, con el fin de eludir las sanciones, tal como en la actualidad lo hacen Venezuela e Irán, y que en el caso de Argentina, esta alternativa estará dada en relación al resultado de las elecciones presidenciales del 2023 y del destino de nuestro país en cuanto a su alineamiento global.

Finalizando mi columna de hoy, como conclusión de mis reflexiones, es la siguiente, el presente conflicto ruso – ucraniano ha afectado sustancialmente los cálculos y la dinámica que sostienen el sistema internacional, incluido el marco institucional, establecido a partir del final de la Guerra Fría, y tanto los liderazgos políticos como el pensamiento estratégico, deberán realizar un profundo análisis de los medios y de los fines que han cambiado para actores estatales y no estatales, y como esto modificarán sus comportamientos, en síntesis, el conflicto ruso – ucraniano, es un punto de inflexión que podría señalar el final de Multilateralismo y situarnos en el umbral de una nueva Bipolaridad, por ahora difusa, aunque en lo inmediato, con una China beneficiada, pero no quiero finalizar, también como una reflexión más, advertir desde lo objetivo, sobre las tácticas utilizadas por ambos bandos en conflicto, en diferentes formatos de desinformación a través de fotos o videos, que se dan como actuales y son de antigua data, o que corresponden a conflictos pasados, o videos con subtitulados falsos o twits que se hacen pasar por medios de comunicación, todo tratando de manipular a la opinión pública, por esto, la frase que elegí para el final es, “La primera víctima de una guerra es la Verdad…”.

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