La Diplomacia, es definida como la ciencia y el arte de representar a un Estado y de articular las relaciones de éste con los demás actores internacionales, estatales o no, y esas relaciones se pueden manifestar tanto en forma positiva como negativa, es decir, desde negociaciones y alianzas, hasta las crisis y los conflictos, y por supuesto todo ello deriva, o mejor dicho es la exteriorización de una política de estado, que al ser esgrimida en el ámbito global se la llama política exterior, que es la actitud o como se manifiesta el gobierno de un país en su relación con sus iguales u organismos del ámbito global, sea por propia elección o por coerción o presión, conceptos éstos, que trasladaba a mis alumnos de la carrera de Relaciones Internacionales, quienes habían decidido a introducirse en ese apasionante pero difícil mundo de la política mundial, que hoy se caracteriza por una interdependencia compleja y en un marco multilateral cada vez más abloquelado, algo que parece ignorar el actual gobierno nacional, tanto el presidente Fernández como el impresentable canciller Cafiero.
Hay algo que si debemos reconocer, que prácticamente a lo largo del Siglo XX y lo que llevamos del actual, la Argentina no se ha caracterizado por una correcta y coherente política exterior, por el contrario, ha sido pendular de acuerdo al signo o ideología del gobierno de turno, y por lo tanto, siempre fue más la posición del partido gobernante respecto al escenario mundial que una verdadera y necesariamente pragmática política de Estado, algo que si lo han instrumentado otros países de la región como Brasil, Uruguay o Chile, este último con la excepción del breve período de la presidencia de Salvador Allende.
Y esta pendularidad de nuestra política exterior y su carencia de pragmatismo, sumado a la miopía del Ejecutivo Nacional, se ha puesto una vez más de manifiesto en las idas y vueltas respecto a la próxima Cumbre de las Américas, a concretarse entre el 6 y 10 junio, en la ciudad de Los Ángeles, California, EE.UU..
La cuestión esta vez es la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua a la reunión de los países del continente, por lo que durante la reciente III Reunión Regional de Ministros de Educación de América Latina y el Caribe, que se llevó a cabo en el Palacio San Martín, el presidente Alberto Fernández expuso un duro discurso contra los EE.UU., criticando el bloqueo a Cuba y a Venezuela.
Luego, se entrevistó con Christopher Dodd, el asesor de la administración Biden para la próxima IX Cumbre de las Américas, un hombre de confianza del presidente estadounidense y que tiene la difícil tarea de resolver las tensiones entre Washington y los gobiernos latinoamericanos que se han declarado contrarios a la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua al citado cónclave.
En la reunión entre Fernández y Dodd, en la que también estuvo presente el Dr. Gustavo Beliz, como Secretario en Asuntos Estratégicos, el funcionario estadounidense reiteró la invitación al gobierno argentino y expresó el compromiso de Washington en las relaciones bilaterales en el marco democrático y de respeto a los DD.HH. y reiteró los vínculos económicos y comerciales, pero lamentablemente, dicha reunión fue una pésima muestra más de la diplomacia argentina.
El otro dislate de nuestra política exterior, se dio dos días después del encuentro con el funcionario de Washington, cuando el gobierno nacional, aprovechando que Alberto Fernández está ejerciendo la presidencia pro tempori de la CELAC, quiso organizar en la misma ciudad de Los Ángeles, y de manera paralela a la Cumbre de las Américas, una reunión de ese bloque regional para conformar un cónclave contrario a la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, alegando que la política exterior de los EE.UU., no ha variado entre la administración Trump y la actual de Biden, respeto a la región.
Sin embargo, tras conversaciones telefónicas entre el presidente de Méjico, Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández, el mandatario mejicano le indicó a su par argentino, que debía asistir a la Cumbre como representante de la CELAC, y también para no dañar a la administración Biden, que hoy por hoy, tiene una preocupante imagen negativa en aumento en los EE.UU.
Y este punto, debe ser tomado en cuenta por la cancillería argentina y por el titular del ejecutivo nacional, pues el actual panorama doméstico estadounidense, muestra a un Donald Trump con las aspiraciones intactas a regresar a la Casa Blanca, y esto, en el contexto de una situación económica producto del Covid 19 y del presente conflicto armado entre Rusia y Ucrania, que han debilitado el liderazgo de Biden, quién deberá afrontar el próximo noviembre las elecciones legislativas o de medio término, que según las encuestas pronostican un serio revés a la actual administración, sin olvidar el rol del presidente estadounidense a favor de la Argentina en las negociaciones con el FMI.
También no puedo dejar de mencionar, que nuestro presidente sostuvo comunicación telefónica con el dictador venezolano Nicolás Maduro, toda una garantía de sapiensa diplomática.
Ahora bien, con respecto a los tres excluídos, Cuba, Venezuela y Nicaragua, éstos dan continuamente muestras de un perfil antidemocrático, por ejemplo, entre las últimas barbaridades de la dictadura nicaragügense de Daniel Ortega, ha despojado de sus personerías jurídicas a 229 ONGs en el último mes, entre ellas, la Academia Nicaragüense de la Lengua, una prestigiosa institución cultural con más de 90 años de historia, o el caso del cierre de la Fundación Enrique Bolaños, la biblioteca virtual más importante de aquel país centroamericano.
Si nos referimos a Cuba, recordemos las multitudinarias protestas populares que se dieron en la isla a mediados y finales del año pasado, donde en total fueron detenidas unas 1470 personas, de las cuales entre el 75 y 80% de las mismas llegaron a juicio en prisión, y donde hasta ahora, 519 de las 564 que han sido recientemente juzgadas, el 92% fueron condenadas, sólo 5 absueltas y si las 40 restantes fueran también condenadas el porcentual alcanzaría el 99% y como dato adicional, el régimen de La Habana ha prohibido a los medios de prensa extranjera e incluso a Anmistía Internacional asistir al juicio, sin olvidar que restan llevar ante el Tribunal Supremo de Cuba a aproximadamente a unas 840 personas que se hallan en prisión por los eventos de julio del 2021, en síntesis una muestra del régimen dictatorial de Miguel Díaz Canel.
En cuanto a la dictadura chavista, recientemente Nicolás Maduro, a través de su canciller Carlos Farias, ratificó el fortalecimiento de las relaciones estratégicas bilaterales con la teocracia de Irán, durante el encuentro diplomático con su par iraní Hojjatollah Soltani, a la que asistió también el embajador de Cuba en Caracas, Dagoberto Rodríguez Barrera, es decir, nuestro gobierno nacional sale en defensa de una Venezuela que es aliada del régimen responsable de los dos atentados terroristas más brutales sufridos en Argentina.
Dicho esto, tal como lo abordé en columnas anteriores, la actualidad de Latinoamérica, nos muestra una grieta en el bloque regional, una división que lleva algo más de 20 años, cuando llegó al poder la izquierda, con sus matices, desde el Socialismo del Siglo XXI de Hugo Chávez, pasando por Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, Michelle Bachelet, la dupla Mujica Tabaré Vázquez, y por supuesto el matrimonio Kirchner.
Esta situación continuó aún cuando en algunos países, la centro derecha ganó las elecciones y esto quedó plasmado en las diferentes agendas del Grupo de Lima por un lado y el Foro de San Pablo por otro, hoy continuado por el Grupo de Puebla.
Ahora bien, es indudable que el principal socio regional de nuestro país es Brasil, pero con Joao Bolsonaro en el poder, el aliado estratégico elegido por el gobierno de Alberto Fernández, es el presidente de Méjico, Andrés Manuel López Obrador, del que no hay que obviar la relación geopolítica y económica del estado azteca con los EE.UU. en el contexto del renovado NAFTA, y éste quizás sea el porqué, el mandatario mejicano, que reiteró su ausencia a la Cumbre de las Américas, haya presionado al dubitativo Alberto Fernández para que asista a la reunión americana en Los Ángeles, para no vaciar de líderes el encuentro y para que no se deshilache la imagen de Biden, que al fin y al cabo es su más importante socio regional.
Sin embargo, más allá de la lamentable pendularidad de la política exterior argentina, el sólo hecho que la posición asumida por el presidente Fernández, de sacar la cara por los tres regímenes dictatoriales latinoamericanos, más allá de los tecnicismos esgrimidos, y que personalmente considero un error diplomático de Washington, el gobierno nacional termina por legitimar a las tres dictaduras.
Reitero, la medida adoptada por la administración Biden, es un error diplomático, porque si bien EE.UU. es el país anfitrión, la exclusión de algún o algunos países del continente, no está contemplado en el sistema que rige para las Cumbres, más allá, que tanto Nicaragua como Venezuela hayan renunciado a la OEA y en el caso de Cuba, su presidente Miguel Díaz Canel, haya decidido no asistir.
Finalizando mi columna de hoy, las vergonzantes idas y vueltas del gobierno de Alberto Fernández en cuanto a su asistencia a la IX Cumbre de las Américas, la defensa de regímenes dictatoriales, nos vuelve a ubicar, en un escenario geopolítico global complicado, en una situación equivocada, nos coloca en la vereda contraria en que se encuentran las verdaderas democracias y nos ubica en el triste papel de simple peón de las autocracias y teocracias, por eso mi frase o reflexión final es, hoy el mundo ha superado la componendas ideológicas de derechas e izquierda, hoy la confrontación es entre democracias y autoritarismos.