Por José I. Rodríguez
El antisemitismo tiene muchas formas, pero todas con el mismo fondo común de odio a los judíos diseminados por el mundo desde el albor de los tiempos.
La idea que el antisemitismo surgió en una cierta época relativamente cercana a nuestro tiempo está alejada de la realidad. El odio a la impronta judía viene desde la misma creación cuando el hombre fue formado a la imagen y semejanza del Creador. No se nos olvida las diferencias entre hebreo, israelita, judío o israelí, pero hacemos referencia al concepto judío bajo la perspectiva del tema que estamos tratando.
Todos sabemos que en el principio fue creado el hombre, varón y hembra fueron creados, en medio de un paraíso indescriptible en belleza, abundancia y paz. Todo era perfecto hasta que la intervención de una serpiente rebelde, cuyo nombre no quiero acordarme, indujo a la pareja de referencia a creer que podían ser iguales al Creador inoculándoles la rebeldía y la independencia juntamente con el ponzoñoso odio del hombre contra el hombre. El endiosamiento del hombre está en el fondo de su atracción a la soberbia, la violencia y el creerse superiores a los demás.
La forma de ese endiosamiento tiene que ver también con un proto-antisemitismo gestado por el mismo que indujo al hombre a rebelarse contra su Hacedor. Los primeros seres humanos reconocían y se relacionaban con Aquel que era su Creador. El reconocimiento dirigido hacia el Hacedor implica adoración, alabanza y agradecimiento. El hombre fue creado con esta impronta divina. La corriente evolucionista trata también de romper la relación del hombre con su Hacedor, pero dándole un aspecto más científico. Las formas del antisemitismo pueden ser variadas, pero como ya dijimos mantienen el mismo y destructivo fin de independencia del ser humano con su Hacedor. En el Gan Edén se quebró el nivel de relación, entiéndase adoración, entre el Creador y su creación.
El vocablo en hebreo yehudí, judío en español, hace referencia tanto al Creador como a la relación vertical de adoración que el hombre ofrece a Aquel que lo diseñó. Los conceptos judío y adorador deben de entenderse como sinónimos e inseparables bajo todo punto de vista. El adorador o judío lleva inscrito en su ADN espiritual la esencia del Creador incluso desde antes de su concepción tal cual enseña el Tanaj. El judío reconozca o no reconozca al Creador lleva impreso la inclinación natural a adorar a Aquel que le creó, pero supeditada bajo la premisa de la voluntad. Los dependientes del Creador son etimológicamente definidos por el “diccionario” del Cielo como judíos en otras palabras, como adoradores de su Hacedor.
El proto-antisemitismo se extendió en primera instancia contra aquellos que reconociendo su fracaso siguieron adorando al Creador. La línea genealógica de los adoradores, entiéndase también como judíos, se fue diferenciando claramente de aquellos que continuaron el camino de la rebeldía e independencia alcanzando su máxima expresión en Babel.
El antisemitismo actual no es más que una extensión de aquel proto-antisemitismo que enfrentó con mortal odio al hombre contra su Hacedor y al hombre contra el hombre, pero especialmente contra aquellos que en su identidad interior tenían la inclinación y la voluntad de adorar a su Creador. El judío como su propio nombre indica continúa la misma línea de reconocimiento a sus orígenes espirituales como igualmente fomentó su antepasado Set pidiendo ayuda al impronunciable nombre del Creador.
Las formas y el fondo de aquel proto-antisemitismo es el mismo que el antisemitismo de la actualidad. Ser judío no solo hace referencia a un cierto origen geográfico sino también al noble compromiso de reconocer, agradecer y adorar a su Hacedor. Hazlo saber.