Rabino Yerahmiel Barylka
Tikún olam es ahora un término familiar, pero conlleva una variedad de significados y asociaciones que hacen que su traducción obligue un ejercicio de interpretación.
La raíz hebrea (t-k-n) aparece en el Eclesiastés, donde se utiliza en el sentido de enderezar, reparar o modelar, componer, rectificar, enmendar, ajustar…
Sin embargo, muchos de los usos que le dan al concepto en nuestro tiempo, se apartan de las indicaciones originales.
Así, en la literatura rabínica la raíz tiene una serie de significados, como arreglar una variedad de objetos, preparar un acontecimiento importante, legislar, componer la liturgia, corregir los textos bíblicos, determinar los cálculos calendáricos, propagar la especie y perseguir objetivos espirituales. El sustantivo hebreo ‘olam’ también tiene más de una implicación: mundo, sociedad, comunidad, universo, esfera espiritual, para siempre y eternidad, orbe, cosmos; el planeta Tierra, eternidad, diuturnidad, inmortalidad.
Tikún olam (en hebreo, “reparación del mundo”) ha llegado a connotar la acción social y la búsqueda de la justicia social. La frase tiene su origen en la literatura rabínica clásica y en la cábala luriana, una importante corriente del misticismo judío que se originó con la obra de Isaac Luria el cabalista del siglo XVI.
El término “Mipnei Tikún Haolam” (quizás mejor traducido en este contexto como “en interés de la política pública”) se utiliza ya en la Mishná (el conjunto de enseñanzas rabínicas clásicas codificadas hacia el año 200 de nuestra era). En ella, se refiere a la legislación de política social que proporciona una protección adicional a los potencialmente desfavorecidos, regulando, por ejemplo, las condiciones justas para la redacción de las sentencias de divorcio y para la liberación de los esclavos. El Talmud, Shabat 10a enseña que “a todo juez que juzgue un juicio verdadero según su verdad, aunque sea por una sola hora, las Escrituras les dan crédito como si se hubiera convertido en socio del Santo, bendito sea, en la Creación”. –
En Aleinu Leshabeaj, plegaria redactada para su recitado en Rosh Hashaná y que hoy decimos tres veces diarias, leemos “Por lo tanto, ponemos nuestra esperanza en ti, Señor nuestro Dios, para que pronto podamos ver tu poderoso esplendor, eliminando la detestable idolatría de la tierra, cuando los falsos dioses sean totalmente eliminados. Esperamos el día de [letaken olam] en el que el mundo será perfeccionado bajo el reinado de [el Dios Todopoderoso]. Entonces toda la humanidad invocará Tu Nombre… todos los habitantes del mundo reconocerán y sabrán que ante Ti toda rodilla debe doblarse y toda lengua jurar lealtad… Como está escrito: “El Señor será rey sobre toda la tierra. En aquel día el Señor será uno y su nombre uno” (Zacarías 14:9). Leyendo la frase con la letra caf en Letaquen, diríamos que esperamos el día de [letaquen olam] en el que el mundo sea establecido bajo el reinado de [el Dios Todopoderoso].
En referencia a los actos individuales de reparación, la frase “Tikún Olam” ocupa un lugar destacado en el relato luriano de la creación y sus implicaciones: Dios contrajo el ser divino para dar cabida a la creación. La luz divina quedó contenida en recipientes especiales, o kelim, algunos de los cuales se hicieron añicos y se dispersaron. Mientras que la mayor parte de la luz regresó a su fuente divina, parte de la luz se adhirió a los fragmentos rotos. Estos fragmentos constituyen el mal y son la base del mundo material; sus chispas de luz atrapadas les dan poder.
Según la narración luriana, el primer hombre, Adán, debía restaurar las chispas divinas mediante ejercicios místicos, pero su pecado interfirió. Como resultado, el bien y el mal quedaron completamente mezclados en el mundo creado, y las almas humanas (antes contenidas en la de Adán) también quedaron aprisionadas en los fragmentos.
La “reparación” que se necesita, por lo tanto, es doble: la reunión de la luz y de las almas, que deben lograr los seres humanos mediante la realización contemplativa de actos religiosos. El objetivo de dicha reparación, que sólo puede ser efectuada por los seres humanos, es separar lo que es sagrado del mundo creado, privando así al mundo físico de su propia existencia, y haciendo que todas las cosas vuelvan a un mundo anterior a la catástrofe dentro de la Divinidad y antes del pecado humano, poniendo así fin a la historia.
Pese a que el uso del término hoy se ha extendido, para referirse a los actos de reparación de los seres humanos, sus usuarios no creen necesariamente en las asociaciones cosmológicas del término ni están familiarizados con ellas. Hacen hincapié en los actos de responsabilidad social, no en el ámbito más amplio de los actos sagrados, y en arreglar, no deshacer, el mundo tal y como lo conocemos.
Tikún Olam, que en su día se asoció a un enfoque místico de todas las mitzvot, se utiliza ahora con más frecuencia para referirse a una categoría específica de mitzvot que implican un trabajo para la mejora de la sociedad, un uso quizá más cercano a los orígenes rabínicos clásicos del término que a sus antiguas connotaciones místicas.
Yojanan Flusser, y Mitchell First, relatan por separado, que en ciertos sidurim –devocionarios-, Tikún Olam en la plegaria de Aleinu Leshabeaj está escrito con caf, por lo que la palabra “Ticún” puede traducirse, preparar, acondicionar, aliñar, alistar, establecer, asentar, cimentar, afirmar; afianzar; estabilizar el mundo. “Alistar el universo en el reino divino”.
Si la versión original de Aleinu decía “establecer el mundo bajo la soberanía de Dios”, y no “perfeccionar el mundo bajo la soberanía de Dios el concepto de Tikún Olam no tiene ninguna relación con la plegaria Aleinu que es considerada popularmente como su fuente.
Es razonable suponer que el Aleinu ya estaba incluido en la Amidá de Rosh Hashaná en la época de Rav (principios del siglo III). Pero en el Talmud no se incluye ningún texto de Aleinu, ni un texto de Aleinu incluido en cualquiera de los midrashim clásicos. Por lo tanto, debemos buscar textos de Aleinu en fuentes posteriores. Cuando lo hacemos, encontramos que la lectura Letaquen y no Letaken, se encuentra en el texto de la Amidá de Rosh Hashaná en el Sidur de R. Saadiá Gaon y en el texto de la Amidá de Rosh Hashaná en la Mishná Torá de Rambam.
La guemará en Guitin 34b, nos relata que “rav Yehuda dice que Shmuel dice: Los residentes de un país de ultramar enviaron una consulta a Rabán Gamliel: Con respecto a las personas que vienen de allí, Eretz Israel, a aquí, por ejemplo, alguien cuyo nombre es Yosef, pero aquí lo llaman Yojanan, o alguien cuyo nombre es Yojanan, pero aquí lo llaman Yosef, ¿cómo escriben las cartas de divorcio para divorciarse efectivamente de sus esposas? Rabán Gamliel instituyó que debían escribir: El hombre fulano, y cualquier otro nombre que tenga, la mujer fulana, y cualquier otro nombre que tenga, para [tikún olam,] la mejora del mundo”.
Sea cual fuere la versión que elijamos, no hay posibilidad de Tikún ni de Ticún del orbe, si en primer término no resolvemos repararnos a nosotros mismos. Y si no tenemos frente a nuestros ojos en el establecimiento del reino divino, la necesidad de proteger a los más desamparados, sean seres humanos, animales, vegetación, o agua. También si se tratare de enemigos y adversarios, incluso como ordena la Torá en Éxodo 23:4-5 “Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo. Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás sin ayuda? Antes bien le ayudarás a levantarlo”.
Aleinu tiene dos partes: Aleinu Leshabeaj y Al Ken Nekavé cuya relación es explícitamente causal. En la primera parte, debemos alabar a Dios por enseñarnos a adorarle a Él, el Rey de reyes, que creó el mundo y cuya gloria llena los cielos – y por tanto (“al ken”) esperamos ver el día en que Su majestuosidad se refleje en un mundo en el que el mal haya sido eliminado y todas las personas acepten Su realeza.
Así sin que nadie lo haya propuesto, se unen los dos sentidos del Tikún-Ticún que hemos visto.
Que seamos confirmados en el libro de la buena vida.