Dos españoles frente al Holocausto en medio de la tragedia polaca – Primera parte

Ricardo Angoso
Vivieron la tragedia que se abatió sobre Polonia tras el ataque alemán, el uno de septiembre de 1939, y posterior ocupación del país por los nazis. 

Más de tres millones de judíos que vivían en Polonia serían asesinados por los alemanes y otros tres millones de polacos perecerían por diversos motivos, pero la mayor parte también asesinados durante la guerra y la ocupación (1939-1945).

Casimiro Granzow y Sofía Casanova llegaron a conocerse y fueron buenos amigos en medio de la caótica guerra que se inició tras el ataque alemán de septiembre de 1939; incluso el diplomático le ayudó a la periodista a mandar sus artículos y crónicas al diario madrileño ABC, del que era su corresponsal en la capital polaca. Pero lo que realmente les une es que ambos escribieron dos libros -muy desconocidos, todo hay que decirlo- que constituyen un relato coincidente y pormenorizado de la tragedia que se abatió sobre Polonia durante casi seis largos años de horror, muerte y cautiverio de toda una nación. Ambos libros, El drama de Varsovia (1939-1944) de Granzow y El martirio de Polonia de Casanova, nos relatan, a veces con todo lujo de detalles y apasionado amor por Polonia, la guerra, la posterior ocupación de todo el país y la crueldad desconsiderada de los nuevos ocupantes con sus habitantes.

Casimiro Granzow de la Cerda nació en Varsovia en 1895, de padre polaco y madre española, y fue un hombre donde los allá bien polifacético. A lo largo de su vida, fungió como diplomático antes del advenimiento de la Segunda República española en Varsovia, representando los intereses de España, cargo al que volvió en febrero de 1939, unos meses antes del ataque alemán a Polonia. Pero también se desempeñó como escritor, historiador -fue académico de la Real Academia de Historia- y empresario en la Argentina de la posguerra. 

En las páginas web de la Real Academia de Historia hemos encontrado esta reseña biográfica que reproducimos parcialmente: “Procedente de una noble y antigua familia, Casimiro Florencio Granzow y de la Cerda (más tarde, Granzow de la Cerda y Haeger) era hijo de Estanislao Federico Grazno y Haeger y de María del Pilar de la Cerda y Seco, condesa de Villar. Estudió en las Universidades de Valladolid y Madrid. Se graduó como Licenciado en Derecho. En 1919, editó en San Sebastián su primer libro dedicado a Polonia: Polonia. Su gloria en el pasado, su martirio y su resurrección. Desde agosto de 1919, al crearse la legación de España en Polonia, servía de canciller honorario (oficial y establemente desde marzo de 1920; hablaba, entre otras lenguas, el polaco)”.

Sin embargo, por lo que es realmente conocido Granzow es por su libro ya citado El drama de Varsovia (1939-1945), en que se enumeran numerosos episodios trágicos relativos a la agresión alemana, la ocupación, el exterminio de los judíos, la persecución a los católicos y a la jerarquía católica y la eliminación de la elite polaca por parte de los ocupantes alemanes. El texto abunda con numerosos detalles, datos, cifras y hechos en todos estos acontecimientos relatados con rigor, precisión y objetividad, denunciando la brutalidad alemana imbuida en sus soldados y mandos por una ideología, el nacionalsocialismo, despiadada, inhumana y racista. 

En aquellos días terribles, según cuenta nuestro testigo en Varsovia, “los crucifijos fueron arrancados de las escuelas y los sacerdotes obligados a entonar públicamente una oración dedicada a Hitler después de la misa”. También, según relata en su libro-diario, centenares de sacerdotes y monjas fueron enviados a los campos de la muerte, de donde nunca regresarían, y escribirían otra página de la represión nazi en Polonia, de la que casi ninguna institución escaparía. Por no hablar del trato a los judíos, que fueron excluidos de la sociedad polaca desde el primer momento y después, como en otras partes de Europa, condenados al exterminio.

EL GUETO DE VARSOVIA 

El diplomático español también fue testigo de lo que estaba ocurriendo en la capital polaca, más concretamente cuando se abrió el gueto de Varsovia, y así lo relata: “La vida en el gueto se hace, de día en día, más terrible. La mortalidad aumenta, los cadáveres yacen en las calles esperando turno para ser enterrados: se desarrollan escenas dantescas, y van llegando nuevos transportes de judíos procedentes de Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Rumania, Yugoslavia, Bulgaria y Grecia, sin contar con los de Austria, Italia y el ´Protectorado´…” También Granzow fue testigo de la liquidación del gueto de Varsovia por parte de los alemanes y del asesinato de casi todos sus moradores.

Según cuenta el escritor hispano-polaco, la mayor parte de los judíos del gueto fueron enviados al campo de concentración de Treblinka, donde serían gaseados sin contemplaciones nada más llegar tras un viaje terrorífico en transportes de ganado vía ferroviaria a través de la llanura polaca. “Pero, además, en los campos de exterminio a donde llegaban trenes de judíos, procedentes de todos los países de Europa ocupados por los alemanes, se les liquidaba sin tomarles la filiación; otros eran fusilados individualmente, y hasta en los campos de prisioneros de guerra, tales como en Lubeck, se instalaron guetos, con objeto de aislar a los soldados y oficiales de procedencia semita…”, señala el diplomático. 

“El desprecio, la crueldad y el odio inculcados a los alemanes por el nacionalsocialismo contra los judíos sobrepasan cuanto la imaginación humana puede concebir. Únicamente así pueden explicarse la tortura y la matanza llevadas a efecto en Polonia”, explicaba el diplomático español como testigo de lo que estaba ocurriendo. También relata, por supuesto, el Holocausto que estaba aconteciendo ante sus narices, en él que tuvieron una participación especial los verdugos voluntarios locales de Hitler en aquellos lugares donde llegaban y perpetraban sus abyectos crímenes.

EL ALZAMIENTO DE LA CAPITAL POLACA CONTRA LOS NAZIS

Una parte de este relato desgarrador y apasionado, pero también conciso y detallado, es un diario sobre los acontecimientos que se producen día tras día durante los sucesos del Alzamiento de Varsovia contra los nazis, acontecido entre agosto y octubre de 1944. Mientras los soviéticos contemplaban la revuelta de los polacos en los arrabales de Varsovia y sin hacer nada por ayudarlos, los nazis machacaban sin piedad a la ciudad en manos de los resistentes.

Los polacos no contaban ni con artillería ni con recursos aéreos frente a centenares de tanques, miles de hombres, una artillería certera y aviones que bombardeaban sin cesar las defensas polacas, incluyendo hospitales y clínicas con las banderas de la Cruz Roja y objetivos civiles donde se refugiaban miles de personas indefensas y desarmadas. Decenas de enfermos, médicos y enfermeras murieron en los ataques alemanes indiscriminados y en la segunda semana de agosto de 1944 fueron ejecutados sin piedad 40.000 ciudadanos polacos, muchos de ellos sin ni siquiera haber participado en la insurrección, en la que fue conocida como la Matanza de Wola (barrio de Varsovia). Esa era la realidad, la que cuenta el crudo relato de Granzow explicando cómo era el día a día de una ciudad abatida y arrasada, cercenada por el terror implacable y un fuego enemigo que no perdonaba.

Tal como da fe el diplomático español que informaba a la embajada española en Berlín de todo lo que sucedía en la capital polaca, las tropas soviéticas, que ya habían llegado a los suburbios de Varsovia, se negaron a auxiliar a los resistentes polacos y atender sus necesidades militares, negándoles ayuda por aire y por tierra incluyendo aquí armamento. Incluso, agentes del servicio secreto soviético, el temido NKVD, llegaron a arrestar, el 10 de septiembre de 1944, a varios emisarios enviados por los polacos para negociar la creación de un ejército mixto que pudiera hacer frente a los alemanes. Estaba claro que la estrategia soviética pasaba porque el alzamiento polaco fuera aplastado, derrotado y diezmado por los alemanes para, a renglón seguido, someter a toda Polonia sin apenas resistencia ni fuerzas disidentes. Las fuerzas soviéticas tenían como única misión la imposición de un régimen comunista de corte soviético, tal como finalmente pasó. La larga noche de la glaciación comunista ya se atisbaba en aquellas jornadas de plomo y muerte. 

Así cuenta de una forma conclusiva que es lo que había sucedido en Polonia nuestro representante diplomático en Varsovia: “Lo que han sido estos cinco años y ocho meses de cruel y sangrienta conflagración mundial lo sabemos todos; pero quien los haya pasado en Polonia y haya podido apreciar de cerca la serie de crímenes cometidos por los alemanes con el pueblo polaco llega al convencimiento de que, humanamente, no puede existir perdón para la barbarie y el salvajismo desplegado por las jaurías de Hitler, organizando la mayor “caza del hombre”. En julio de 1944, cuando los soviéticos estaban ya en territorio polaco y a punto de liberar Varsovia, Casimiro Granzow abandonó Polonia para siempre y nunca más volvería a pisar territorio polaco, en parte porque el gobierno de Franco nunca entabló relaciones con el nuevo gobierno comunista de Varsovia, al que no reconocería España hasta después de la muerte del dictador.

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