El comunicado de refiere al carácter tolerante y pacífico de este sarajevita y recuerda sus palabras sobre «las puertas abiertas (de la comunidad sefardí) a todos los conciudadanos bienintencionados, indistintamente de su religión y etnia».
«Siempre los recibo con los brazos abiertos y con el deseo de que el odio sin sentido se convierta en el amor entre las personas», solía decir.
Tras la muerte de Albahari, sólo queda una mujer en Bosnia-Herzegovina, Erna Caveson Debevec, que habla judeoespañol como lengua materna, aunque hay varias personas que pueden usar alguna frase o expresión pero no lo manejan de forma fluida.
El conocimiento del judeoespañol, la lengua de sus antepasados que llegaron a los Balcanes tras su expulsión de España en el siglo XV, le salvó la vida durante el Holocausto.
Albahari junto con sus recuerdos fue el protagonista del documental de 2015 «Salvado por el idioma», de los cineastas estadounidenses Susanna Zaraysky y Bryan Kirschen.
En 1941, a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, logró escaparse de un tren que transportaba a los judíos a campos de concentración, y topó con unos soldados italianos con quienes se comunicó en judeoespañol y le ayudaron.
Dos años más tarde, como miembro de las unidades antifascistas yugoslavos, gracias al judeoespañol salvó la vida a unos pilotos estadounidenses, uno de ellos de origen hispano, que buscaban ayuda en un monte bosnio tras estrellarse su avión.
En Bosnia-Herzegovina viven ahora unos 1.000 judíos, la mitad de ellos en Sarajevo, y en su gran mayoría son sefardíes, pero muy pocos hablan el judeoespañol. EFE
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