Como todos sabemos, el domingo pasado, en la segunda vuelta electoral en Brasil, Lula venció a Bolsonaro por 2 por ciento y desde el 1 de enero del 2023 será el próximo presidente por tercera vez. Ese dos por ciento no hizo otra cosa que demostrar la división y polarización entre los votantes brasileños. Ya en la primera vuelta a principios de octubre, Lula supo que no controlaría el Congreso ni en Diputados ni en Senadores, y ahora terminada las dos vueltas, se agrega que Bolsonaro tiene gobernadores afines en 14 estados, mientras Lula en 13, y más aún, estados poderosos y decisivos para la vida económica y política de Brasil como San Pablo, Río Grande, Río y Minas Gerais son bolsonaristas. La campaña electoral estuvo llena de promesas, pero mucho más de enfrentamientos, los cuales fueron brutales cuando debatieron los dos candidatos que se insultaron y se olvidaron de que los televidentes esperaban propuestas y no agravios.
Lula recibió el mismo domingo felicitaciones de toda América Latina, de presidentes y primeros ministros de Estados Unidos y Europa. También recibió la euforia de tres dictaduras de la región: Venezuela, Cuba, Nicaragua.
El presidente de la dictadura china fue muy explícito: “Estamos deseando trabajar con el nuevo gobierno brasileño dirigido por Lula, para llevar la relación global estratégica entre China y Brasil a un nuevo nivel, y beneficiar mejor a los dos países y los dos pueblos”. Putin, a pesar de su amistad con Lula, fue cauto en su mensaje: “Los resultados de esta elección confirman su gran autoridad política. Espero que realizando esfuerzos conjuntos podamos seguir desarrollando una cooperación constructiva entre Rusia y Brasil en todos los ámbitos”. ¿Qué esfuerzos conjuntos pretende Putin? Hoy por hoy encontrar apoyo a su barbarie diaria desde febrero pasado destruyendo ciudades ucranianas y asesinando civiles. Los observadores políticos brasileños creen que Lula tendrá que hacer grandes equilibrios si quiere acercarse a Estados Unidos y China, como lo dijo el mismo domingo, y Rusia hoy está fuera de esa ecuación.
Lula recibió más felicitaciones. Hamas lo saludó efusivamente, y es lógico. Hace pocos meses en una entrevista con TV Brasil 247, el líder del llamado “Comité Internacional de Hamas”, Basem Naim dijo que Hamas apoyaba fervientemente a Lula como candidato a la presidencia, ya que Lula siempre ha respaldado a Hamas: “Durante sus presidencias siempre nos apoyó fuertemente. Esperamos que llegue a la presidencia para que Brasil vuelva a estar de nuestra parte en la lucha que libramos”. Y el día llegó, ya que el domingo mismo Lula recibió calurosas felicitaciones desde Gaza. En julio de este año, fue a un evento de la comunidad palestina en Brasil, y con una keffiya en sus hombros les dijo que “la lucha de los palestinos tiene toda nuestra atención y solidaridad”. Esa “lucha” son 2.204 atentados en los diez meses de 2022, cometidos en su mayoría por Hamas contra la población israelí.
En marzo de 2010, siendo presidente, Lula hizo una visita oficial de Estado a Israel. En ese año se celebraban los 150 años del nacimiento de Theodor Herzl. El Ministerio de Relaciones de Israel decidió incluir dentro del protocolo de visitas de gobernantes y durante todo ese año, la colocación de una ofrenda floral en la tumba del fundador del movimiento sionista. Lula se negó, rompió el protocolo, y el Canciller de Israel entonces Avigdor Liberman, se negó a recibirlo. Pocos días después, en visita también oficial en su carácter de presidente brasileño, Lula estuvo en Ramallah. Allí se puso una keffiya y depositó una corona de flores en la tumba de Arafat. Y ese mismo 2010, a un mes de finalizar su mandato reconoció al Estado palestino y dejó el camino para apertura de las embajadas.
Lula tuvo relaciones muy cercanas con Irán en sus dos períodos presidenciales. Recibió al presidente antijudío y negador del Holocausto Mahmoud Ahmadinejad en Brasilia y lo visitó en Teherán. Lula se enfrentó con las potencias de entonces (que más o menos siguen siendo las de ahora) porque se opuso vehementemente a las sanciones a Irán por su carrera nuclear y se apoyó en su vehemencia (que no llegó a ninguna parte) en Venezuela, Cuba, Nicaragua, y la Bolivia de Evo Morales. Durante esa presidencia, hubo un caso de violación de derechos humanos en Irán que llegó a trascender fronteras como el asesinato de Mahsa Amini hace pocas semanas. No hubo tanta rebelión como ahora, pero fue muy notorio. Una mujer iraní fue sentenciada a lapidación acusada de adulterio. Lula no tuvo rubor alguno de declarar sobre el caso, y dijo:” Debo respetar las leyes de otro país. Si mi amistad con el presidente de Irán y el respeto que tengo por él tienen algún valor, y esta señora es un problema, la recibo aquí en Brasil”. No, Lula. La señora no era un problema, era una mujer indefensa víctima de bestias. Pero claro, usted era amigo de Ahmadinejad y Herzl su enemigo.
La ex jefa de gabinete de Lula, Dilma Rousseff fue su sucesora en la presidencia. Y los agravios siguieron. En la guerra contra Hamas en 2014, Rousseff llamó a su Embajador en Israel como “protesta”. No protestó por los ataques terroristas sino porque Israel se defendía del terrorismo. Y Lula no hizo silencio. Para apoyar a Rousseff dijo que “Israel estaba cometiendo genocidio”. Y no se quedaron sólo con eso. Rechazaron la designación de Dany Dayan como Embajador en Brasil, en hecho diplomático extremo y extremista, con la excusa que Dayan era lo que Lula y Rousseff definieron como “colono”.
Los analistas políticos brasileños creen que ahora Lula no tendrá la misma política sobre Medio Oriente. Puede ser que tengan razón porque el mapa del mundo cambió mucho y en Medio Oriente existen los Acuerdos de Abraham y otros relacionamientos de Israel con países árabes que han modificado la geopolítica. Tampoco tiene el poder político de hace más de una década. No está el club político regional populista que gobernaban junto a Brasil, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Argentina, Uruguay, con sus gobiernos de entonces. Y su amistad y respeto por el dictador iraní de turno también tendrá que repensarla si quiere ubicarse dentro de cómo funciona la crisis mundial que trajo el coronavirus y que terminó de rematar su amigo Putin con la invasión a Ucrania.
El primero de enero cuando asuma, se sabrá que alianzas habrá podido hacer para gobernar la fragmentación que vive Brasil. Y haga lo que haga con su política exterior, algo queda como permanente: sus verdaderos sentimientos. Cuando se negó a rendir tributo a Herzl; cuando insultó a Israel como “genocida” (tergiversando el significado del término); cuando apoyó a Rousseff para no aceptar a un Embajador de un país democrático; y cuando demostró y demuestra su afinidad por Hamas; en estas cuatro circunstancias está grabado cómo siente.Las necesidades políticas, la razón de Estado, las circunstancias que el planeta genera, todo ello puede hacer modificar conductas. Pero hay que tener memoria. Y más aún, cuando la historia reciente registra un hecho tras otro, una agresión tras otra.