Por Carmit Valensi y Orna Mizrají
Bajo los auspicios del régimen sirio y la organización chií, cantidades masivas de drogas atraviesan de contrabando por todo el Medio Oriente, principalmente el Captagon, conocido como “cocaína de los pobres”. ¿Por qué Israel tiene que ser consciente de este fenómeno e incluso unirse a la lucha regional en su contra?
En el contexto de crisis económicas sin precedentes, se ha desarrollado una floreciente industria de producción y contrabando de drogas en Siria y el Líbano. Siria se ha convertido en un narcoestado bajo los auspicios del régimen, para el cual los ingresos de las drogas son una fuente principal de ingresos. Estos ingresos son también importantes para elementos en el Líbano, entre ellos Hezbollah. La principal droga comercializada es Captagon, un miembro adictivo de la familia de las anfetaminas, también conocido como “Capitán Coraje”, “la cocaína de los pobres” y “la droga de la yihad”, debido a su amplio uso por parte de los combatientes en Siria, incluido el Estado Islámico [ISIS]. Este problema podría potencialmente socavar la ya frágil estabilidad de la región e incluso filtrarse a Israel. El alistamiento de Israel en la lucha regional contra el problema, con el respaldo de Estados Unidos, podría beneficiarlo de varias maneras.
La propagación de las drogas en Siria y más aún en el Líbano no es nueva. En las décadas de 1950 y 1960, el Líbano era conocido como una fuente de cannabis, que todavía se cultiva allí, y el tráfico de drogas ha sido una fuente de ingresos para Hezbollah desde la década de 1990. La organización ha enviado activistas para unirse a los cárteles de la droga en América Central y del Sur, que han desarrollado redes para contrabandear y distribuir cocaína en los Estados Unidos (a través de México) y Europa (a través de África).
Las crisis económicas en Siria y Líbano se han intensificado desde 2019 y, sumadas a la limitada gobernanza en estos países, explican el crecimiento del fenómeno. Los capos de la droga explotan la pobreza de los habitantes locales, quienes están dispuestos a trabajar en la industria y el comercio de drogas para poder mantener a sus familias. El régimen sirio está involucrado en virtud de su esfuerzo por encontrar fuentes de ingresos ilegales, en parte debido a las sanciones económicas que se le imponen. En 2022, las exportaciones de drogas de Siria generaron alrededor de 25-30 mil millones de dólares; en contraste, los ingresos anuales por las exportaciones legales son de alrededor de 800 millones de dólares. Producir una pastilla cuesta a lo sumo 3 centavos, por lo que las ganancias son considerables. En Siria y Líbano, la droga se vende por 1-2 dólares, mientras que en Arabia Saudita el precio sube a 25 dólares.
Desde 2018, la industria de la droga en Siria ha sido gestionada por el propio régimen, a través de operativos de las entidades militares y de seguridad del Estado y de Hezbollah, y sobre todo, con la ayuda de la 4° División, una unidad de élite comandada por Maher el Assad, el hermano menor de Bashar, quien es responsable de la seguridad de la cadena de producción y suministro de la droga. También están involucradas familias del círculo cercano de Assad y empresarios, como los de la industria de alimentos y empaques, que han convertido parte de su actividad en el tráfico de drogas. Las bases y fábricas del ejército que alguna vez se usaron para fabricar armas químicas ahora se usan para fabricar Captagon, y los laboratorios están ubicados en Alepo, Homs, Hama, Tartus y Latakia cerca de la costa, áreas bajo el control del régimen. Los laboratorios envían cantidades de hachís y Captagon a las zonas costeras alauitas, y la mayoría es contrabandeada desde el puerto de Latakia al Líbano y a varios destinos alrededor del mundo.
En el Líbano, Hezbollah generalmente niega su participación en el tráfico de drogas, particularmente en vista de la prohibición religiosa de producir, distribuir, vender y usar drogas. En el pasado, algunos miembros de la organización aclararon que la venta de drogas a “enemigos” está permitida, aunque el propio Nasrallah aprovecha cada oportunidad para negar cualquier participación en esta actividad. El área cercana a la frontera con Siria y controlada por Hezbollah se ha convertido en un foco de producción y contrabando de pastillas de Captagon desde el comienzo de la guerra en Siria. La producción barata ocurre en pequeños laboratorios, que pueden hacer miles de píldoras por hora, usando maquinaria disponible en el mercado abierto diseñada para hacer dulces y materiales químicos. El foco principal de la actividad es alrededor de la pequeña ciudad de Tfail, cerca de la frontera con Siria, que ha sido tomada por el narcotraficante libanés Hassan Mahmoud Dako, conocido como el Rey del Captagon (que llegó al Líbano desde Siria). Dako tomó el control de las áreas agrícolas cultivadas por los lugareños, operando bajo la protección de Hezbollah, que ha tomado el control de toda el área y los cruces fronterizos entre el Líbano y Siria. Hezbollah, que también presta patrocinio a otros capos de la droga, trabaja en estrecha cooperación con la 4° División Siria. En algunos casos, las drogas se transportan a través de Siria y en otros casos a través de puertos marítimos y aeropuertos libaneses.
Desde Siria y Líbano hasta Medio Oriente y más allá
Así como el fenómeno de los refugiados y el terrorismo se extendió más allá de las fronteras de Siria a sus vecinos, también las píldoras de Captagon son transportadas a través de las fronteras terrestres a los países vecinos (Irak, Líbano y Jordania) aprovechando la mala gobernanza en Siria. El objetivo principal de los traficantes de drogas sirios y libaneses son los países del Golfo, el mercado más rico del mundo árabe, con énfasis en Arabia Saudita, considerado el principal consumidor de drogas árabe y el cuarto más grande del mundo. Algunos afirman que el contrabando de drogas es un intento del régimen sirio de socavar la estabilidad de Riad o presionarlo para que reanude las relaciones diplomáticas a cambio de los esfuerzos sirios para bloquear las drogas. El principal temor de los gobiernos de la región es que las redes de contrabando sirias se conviertan en una plataforma para drogas más peligrosas, como el cristal de metanfetamina, una metanfetamina particularmente adictiva.
A mediados de 2021, el contrabando de drogas desde el Líbano provocó una grave crisis en las relaciones con Arabia Saudita y otros países del Golfo, tras una serie de intentos frustrados de contrabando. En abril de 2022, cuando se frustró un intento de contrabando de cinco millones de pastillas de Captagon a Arabia Saudita escondidas en productos agrícolas (granadas), los sauditas prohibieron las importaciones agrícolas del Líbano, insinuando la participación de Hezbollah en el contrabando. Los libaneses, temiendo daños al sector agrícola (que exporta la mayor parte de sus productos a la Península Arábiga), tomaron una serie de medidas para aumentar la supervisión de seguridad y evitar el contrabando, y se levantó la prohibición, aunque el contrabando continuó. La presión externa sobre el Líbano también condujo a la detención de fabricantes y traficantes de drogas acusados, incluido Hassan Mahmoud Dako, quien fue arrestado y sentenciado varias veces. Recientemente recibió una larga condena de prisión, aunque continúa dirigiendo su imperio con la ayuda de amigos en Hezbollah.
Jordania, como puerta de entrada a los estados del Golfo, es un objetivo central del contrabando, con un volumen que se duplicó en 2022. El Reino Hachemita, que ya sufre inestabilidad, está en la vanguardia de la lucha contra la importación de drogas, pero además de ser una estación de tránsito, durante el último año Jordania se ha convertido en un consumidor de drogas, y alrededor de una quinta parte de las drogas introducidas de contrabando en su territorio se consumen en Jordania, donde el Captagon se vende a bajo precio (2-3 dólares por pastilla). De hecho, las fuerzas de seguridad jordanas invierten esfuerzos considerables en los intentos de detener el contrabando, y el año pasado se informaron varios enfrentamientos entre el ejército jordano y traficantes de drogas de Siria, con la incautación de grandes cantidades de Captagon, hachís y fusiles de asalto Kalashnikov. Según los jordanos, se trata de sirios con entrenamiento militar, algunos de los cuales están equipados con planeadores y drones. Los jordanos saben que el contrabando se realiza con el apoyo del ejército sirio y las milicias proiraníes, y están preocupados por las consecuencias sociales y de seguridad de la actividad, que, según ven, deriva del deseo de dañar el tejido social en el reino.
Las drogas también llegan a Egipto. Las autoridades aduaneras de El Cairo han decidido endurecer sus procedimientos en todos los puertos terrestres, marítimos y aéreos para los contenedores y mercancías que lleguen desde Siria y Líbano, con el fin de evitar la entrada de drogas y otras sustancias estupefacientes al país.
Tampoco el contrabando de drogas desde Siria y Líbano no se detiene en Medio Oriente; más bien, continúa hacia Europa (Italia, Grecia y España) y Malasia. De hecho, alrededor del 80 por ciento del Captagon distribuido en todo el mundo se origina en Siria.
Las dos grandes potencias presentes en Siria, Rusia y Estados Unidos, trabajan con bajo perfil para frenar este fenómeno. Rusia, por ejemplo, a menudo frustra los intentos mediante patrullas militares en el sur de Siria, cerca de la frontera con Jordania. Durante muchos años, Estados Unidos no tuvo una posición clara sobre cómo combatir el narcotráfico. Sin embargo, en diciembre de 2022, el Congreso de los EE. UU. decidió aprobar una ley contra el Captagon, con el objetivo de quebrar las redes de producción y tráfico de drogas del régimen sirio, y brindar apoyo a los aliados en la región donde se contrabandean grandes cantidades de Captagon. Una vez aprobada por el presidente, la ley se incorporará al presupuesto de defensa de EE. UU. para 2023. Estados Unidos se ha sumado a la lucha por el temor de que las drogas aumenten la inestabilidad regional y el temor de que las drogas lleguen a su propio territorio debido a los vínculos del régimen sirio y Hezbollah con los cárteles de la droga en Centroamérica.
En conclusión, la dura situación de Siria en los últimos años ha llevado a Siria a convertirse en un “narcoestado”, un centro para la producción y contrabando de píldoras de Captagon a Oriente Medio y Europa bajo los claros auspicios del régimen y en estrecha cooperación con Hezbollah. La organización también se ve acosada por dificultades económicas y utiliza el área en la frontera sirio-libanesa, que está bajo su control, para la industria de la droga.
La presencia de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) a lo largo de la frontera siria y libanesa previene la propagación de este fenómeno al territorio israelí, y frustra la mayoría de los intentos de contrabando. Esto debe continuar, con un esfuerzo por crear conciencia sobre la actividad de las drogas en el ámbito regional e internacional. Además, la preocupación común a todos los países de la región, de la extensión del problema a su territorio, es una oportunidad para ampliar la cooperación en este ámbito con los países del Golfo y en particular con Jordania, que necesita la ayuda israelí. La cooperación regional contribuirá a la imagen de Israel como un elemento positivo y estabilizador en el área y también podría apoyar el objetivo compartido de debilitar el eje chií, que se beneficia de los enormes ingresos obtenidos a través del tráfico ilegal de drogas.
Fuente: INSS The Institute for National Security Studies
La entrada “Narcos”, al estilo de Siria y Líbano aparece primero en Aurora.