Esta semana saltó la noticia que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, decidía, de forma unilateral, suspender temporalmente, las relaciones con el Estado de Israel, y por ende el hermanamiento con Tel-Aviv.
Iniciativa que no ha contado con el respaldo de la inmensa mayoría de los partidos políticos, incluido el partido socialista, socio de la coalición del gobierno municipal que se ha desmarcado.
Además, tal anuncio, ha causado indignación y estupor en la mayoría de los barceloneses.
Recordemos que Ada Colau, de Común Podem, no ganó las últimas elecciones municipales hace cuatro años, pero que se aprovechó sin rubor de los votos que le cedió ex primer ministro francés Manuel Valls que se presentaba por el ya casi extinguido partido Ciudadanos.
Esta decisión de Ada Colau que incita al antisemitismo de forma flagrante, sorprende puesto que Barcelona siempre se ha caracterizado por ser una ciudad abierta y tolerante como lo es Tel-Aviv.
A pesar de este grave paso populista y desesperado de la alcaldesa que ve en los últimos sondeos como no podrá revalidar la alcaldía, no conseguirá nada en concreto, más bien todo lo contrario.
Es un acto más de los muchos que ha realizado, durante su mandato, incomprensible que desde sus comienzos ha generado mucha controversia.
Los que sufrimos su política vemos como nuestra amada Barcelona cada día es más insegura, sucia y caótica.
Que se puede esperar de una señora que paralizó las licencias para la construcción de hoteles de lujo con la riqueza y puestos de trabajo que llevan aparejados dichos negocios.
Cualquier cosa.
He tenido el privilegio de viajar varias veces a Tel-Aviv desde mi ciudad Barcelona y siempre me he sentido como en casa.
Ambas ciudades comparten mucho más que el mar Mediterráneo. Solo hace falta pasear y sumergiese en sus calles, plazas y playas. Encontrarás todo tipo de personas, religiones, culturas que conviven en paz y armonía. Y no hablemos de su arquitectura.
Tel-Aviv con sus edificios de la Bahaus y rascacielos y Barcelona con su modernismo, constituyen un referente mundial, difícil de igualar.
La relación de ambas ciudades continuará e incluso me aventuro a pronosticar que se afianzarán aún mucho más después de este grave error.
Está claro que el próximo alcalde que saldrá de las próximas elecciones este mes de mayo, deshará este despropósito y restablecerá las relaciones y hermandad con Tel- Aviv que nunca se tenían que haber visto envueltas en decisiones partidistas y sin sentido.
Barcelona no es Ada Colau.
SAHALOM
Alberto Maestre Fuentes
Doctor en Historia por la Universidad de Barcelona