En 2004, en el extremo sur de Jerusalén, explotó una tubería de desagüe. Por consiguiente, la municipalidad envió a trabajadores de la construcción para reparar la avería.
Sin embargo, cuando suceden este tipo de cosas en la Ciudad de David, no solo se mandan a constructores, también se envían arqueólogos. Ellos escuchan las excavaciones y las palas, dándose cuenta que algo no anda bien.
Mandaron afuera a todos y revelaron que descubrieron una serie de escalones de piedras antiguos de miles de años. Y se dieron cuenta que esas escaleras conducían al estanque de Siloé.
Para conocer detalles de este lugar, hace 2.700 años, en la época del rey bíblico Ezequías, descendiente del rey David. Allí, los ejércitos del rey Senaquerib de Asiria marchaban hacia Jerusalén. La guerra se avecina y Ezequías decide desviar el agua del manantial de Gihón para que fluyan por toda la ciudad.
La Biblia afirma que fue él quien construyó el estanque de Siloé hace 2.000 años, al final de la época del segundo tiemplo. Pero los expertos creen que el estanque original está ubicado en otro sector.
Tuvo importancia para proteger el agua de Jerusalén en su totalidad y por tres momentos en el año (Pesaj, Shavuot y Sucot) donde los peregrinos subían al templo. Antes de hacer eso, debían purificarse.
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