Los primeros negadores de la Shoá fueron los nazis. Después llegaron seudo profesores de Canadá y algunos europeos más notorios como el francés Robert Faurisson y el inglés David Irving. Ahmadinejad puso el tema en la tiranía iraní y lo siguieron desde entonces y hasta ahora.
Hace 40 años, Mahmoud Abbas escribió su tesis en la Universidad Patrice Lumumba de Moscú que tituló “El otro lado: la relación secreta entre el nazismo y el sionismo”. Abbas describe el Holocausto (en el cual, según él, murieron menos de un millón de personas) como una conspiración que fue expuesta debido a disputas sionistas internas. Abbas hace 4 décadas acusó a los judíos de ser culpables del exterminio nazi. Imbuido en un odio que no lo ha abandonado nunca. No sólo imaginó un relato, sino que lo presentó en la URSS, fue académicamente apoyado por la Academia de Ciencias soviética, y no se ha retirado de circulación: hoy se puede encontrar en varios países árabes, obviamente en la Autoridad Palestina, y en su propia web oficial. Para Abbas, el nazismo y el sionismo son ideologías similares. Y lo escribió en su abominable relato: “El movimiento sionista no proporcionó ninguna ayuda, económica o de otro tipo, a las víctimas del nazismo, ni permitió que ninguna otra parte ofreciera asistencia de ningún tipo. El movimiento sionista ocultó la información que llegaba desde las paredes del ghetto y los campos de concentración, informes que arrojan luz sobre lo que realmente estaba sucediendo. Cuando hizo esfuerzos para rescatar judíos, el movimiento sionista adoptó el principio nazi de selección. Se hizo el árbitro de la vida de los judíos, decretando quién iba a vivir y quién iba a morir”.
La negación del Holocausto no se limita a cuestionar la credibilidad de los campos de concentración, el número de víctimas o la existencia de las cámaras de gas. También incluye esta caracterización de Abbas que el genocidio fue un complot sionista. Abbas siempre ha evitado dar su opinión sobre el Holocausto, salvo el exabrupto de hace pocos meses en Alemania cuando gritó a un periodista que los palestinos son víctimas de varios holocaustos, y nunca se ha disculpado por lo que escribió debido a un hecho muy simple: hasta el día de hoy, se adhiere a la teoría de la conspiración antisemita que propagó.
Como presidente de la Autoridad Palestina, Abbas actúa en consonancia a sus creencias antijudías y a su relato de odio que tanto gustó en Moscú en 1982. El domingo pasado se reunió la Liga Árabe y allí sus miembros escucharon algunos de los planteos de Abbas. Su primer relato no fue su negación y desprecio por la historia del Holocausto. El se encarga cuidadosamente de que su mentira sea debidamente incluida en los programas de enseñanza como motivador de odio antijudío y creador de mentalidades dispuestas a inmolarse asesinando civiles israelíes. Su relato de inicio fue que “la batalla en Jerusalén no comenzó el día de la ocupación en 1967 sino varias décadas antes incluso antes de la Declaración Balfour de 1917, ya que fue pergeñada por las potencias coloniales inglesas y americanas que querían echar a los judíos de Europa y establecer el denominado Hogar Nacional en Palestina como avanzada para proteger los intereses de esos imperios. Así como nuestro pueblo rechaza la Declaración Balfour y sus resultados, rechazamos los intentos de liquidar nuestra causa y falsificar los hechos”.
Lo que dice Abbas no es el relato de un lunático, por más que lo parezca. Es el segundón de Arafat que hace cuatro décadas empezó a odiar oficial y públicamente, y que desde que asumió la presidencia palestina, no la suelta, usa su dictadura para enriquecerse junto a su pandilla a costa de su propia gente, hace un discurso en árabe, otro en inglés, pero miente como siempre.
La batalla de Jerusalén como él la llama fue entre los ejércitos de Israel y Jordania. Era Jordania la que ocupaba Jerusalén, sus ciudadanos palestinos eran de segunda clase(de hecho los masacró en el 70 sin que a nadie ni en el mundo árabe ni en ningún lado se le moviera un pelo), fue Jordania la que destruyó y profanó todos los sitios judíos por décadas. En 1967, Jordania fue derrotada, Jordania hizo la paz con Israel casi 3 décadas después, Jordania es quien hoy tiene la obligación de cuidar las mezquitas en la Explanada de la Ciudad Vieja y lo hace muy mal. ¿Dónde están los palestinos de Abbas en esta realidad? No estaban en 1967 y no están hoy en ninguna batalla. Sí están hoy con un invento para atraer jóvenes a inmolarse de que “Israel pone en peligro la integridad de Al Aqsa”. Nunca pasó. Es falso y Abbas lo sabe y Jordania también. Pero callan cuando desde Al Fatah, Hamas y la Yihad Islámica juntan piedras y armas en Al Aqsa , la profanan y después generan enfrentamientos. Callan cuando un palestino de Jerusalén asesina a dos niños que esperaban un bus, deja herido grave a su padre y mata a un joven judío de 20 años. Peor que callan: ¿Qué dicen desde Jordania y ni hablar desde la mansión imponente donde vive Abbas cuando por las calles de la Autoridad Palestina celebran el asesinato de niños judíos repartiendo caramelos?
Ese no fue tema de la reunión de la Liga Árabe. El tema fue escuchar a un mentiroso compulsivo, seudo historiador de barro al estilo David Irving, torcer la historia de un siglo y no ser honestos con Abbas. No le dijeron que cada vez hay más naciones árabes estableciendo relaciones con Israel. No le dijeron que las naciones árabes que se relacionan con Israel dicen en privado y en público que están hartos del relato de Abbas y su pandilla. Y no se lo dijeron, porque Abbas no los va a escuchar por dos motivos: uno, que no está dispuesto a sentarse mano a mano con Israel a negociar. Prefiere, como lo anunció el domingo, ir a la ONU y a la Corte Internacional de Justicia. Dos, no va a escuchar porque no vea lo que sucede, sino porque sabe que si deja de apoyar a los terroristas y a pagar fuertes sumas de dinero a las familias de los que asesinan judíos, su dictadura se cae sin más y ya bastante débil está.
Y claro que va a la ONU. Allí tiene refugio no sólo Abbas, sino Hamas, Hezbollah, Irán. Allí se puede condenar a Israel 20 veces por año, agredirlo en todas las agencias (hasta la del cambio climático) y entonces Abbas cree que de esa forma su fortaleza crece.
Si Israel llega a construir nuevas viviendas en los territorios en disputa desde 1967, aunque se decida hoy, lleva meses de concreción porque Israel es una democracia y la Justicia israelí debe analizar una propuesta gubernativa de ese tipo. Pero igual ya saltó el Consejo de Seguridad con fuertes advertencias a Israel. Es fácil. Una democracia tiene reglas y se atiene a las reglas. Las potencias del Consejo que no se respetan ni a sí mismas no tienen problema en hacer espectáculos de moralina anti israelí mientras masacran uigures o ucranianos.
Pero ni una palabra, ¡ni una! de que en pocos días asesinaron niños, adolescentes y adultos civiles israelíes en las calles de Israel. ¿Cuánto odio le enseñaron a tener a un palestino para que con su auto atropelle a niños de 6 y 8 años, les pase por encima, sienta como los destroza y los mata? ¿Cuánta indiferencia les enseñaron a los representantes de las potencias para hacer silencio ante la barbarie mientras comparten sonriendo y muy elegantes pizza y champagne?