Desde Kiev, ciudad en donde continúan sufriendo constantes bombardeos, la psicóloga en emergencias, Melinda Endrefy, dialogó con Radio Jai
Melinda es rumana, vive desde hace 15 años en las Islas Canarias, pero decidió, a partir de la invasión rusa a Ucrania, dirigirse al lugar de la guerra.
Es psicóloga de emergencia a nivel internacional y coordina un proyecto de Psicología de Emergencias en la zona cero de la guerra de Ucrania, Está formando psicólogos y coordinando un equipo de más de 300 profesionales de la Salud Mental.
“Están sonando las alarmas antiaéreas, es la octava vez, en menos de 24 horas”, nos cuenta Melinda al comenzar la entrevista. En ese momento estaba en Kiev, pero su labor la desarrolla por toda Ucrania, especialmente en las zonas activamente bombardeadas.
Agradecida por esta entrevista, por la oportunidad de visibilizar el trabajo de los psicólogos de emergencia, contó que comenzó su tarea desde la frontera, apenas empezada la guerra, y que ahora se mueve por todo el país, a medida que la van necesitando.
La función principal de este equipo de psicólogos es la de intentar normalizar una situación: reacciones bastante normales a una situación anormal, y que, según de la zona que se trate, las necesidades cambian. Al principio, en la frontera con Rumania, lo primordial era ayudar a la gente a ofrecerles las necesidades básicas, guiarlas hacia dónde podían ir, indicarles los lugares para poder dirigirse con sus familias después de huir de Ucrania. Después, dentro del país, en los centros de refugiados, asistían a la gente que se desplazaba dentro del país y que quedaron sin casa, y deben mudarse a otra ciudad. Señaló que ellos también necesitan mucha guía, mucha protección, tener una casa, retomar el colegio para los niños y de alguna manera retomar la vida normal que tenían, antes de la guerra.
En la zona cero, las cosas cambian radicalmente porque ahí la gente vive y sigue viviendo en medio de los bombardeos y las alarmas antiaéreas. Subraya la psicóloga el poder de adaptación de la gente allí, que de hecho en Kiev han sonado en menos de 24 horas ocho veces las alarmas antiaéreas y no se ve a la gente corriendo en la calle.
Dijo que muchos siguen con una vida normal, caminando, haciendo las compras o sencillamente paseando. Entonces, llega un punto en el que ya no se va al búnker ocho veces al día, que solamente lo hacen si hay explosiones en la ciudad, o por medio de las aplicaciones en sus teléfonos controlan la actividad de los misiles, y según esto deciden qué es lo que van a hacer. “Intentan convivir con esta guerra lo mejor que puedan”, opinó.
En los niños, empezó a notar muchos problemas de somatización: tienen dolores de cabeza, dolores de barriga cada vez que tienen que ir a los refugios porque en los colegios siguen unos protocolos muy estrictos durante las alarmas antiaéreas que los afecta mucho.
Acerca de cómo llega a esta tarea que implica hasta poner en peligro su vida, la psicóloga explicó que los psicólogos, los voluntarios, los que trabajan no solo en primera línea de la guerra sino también en Ucrania en general, necesitan cuidarse. Dijo que el autocuidado es un elemento muy importante en su día a día, y que sin ello, no podrían seguir tantos meses. Remarcó la importancia de tener un sueño adecuado, comer bien, descansar, tomar unas pausas, no sentirse culpable si después de ocho horas de trabajo se decide tomar un descanso, o tomarse unos días fuera de Ucrania, porque es necesario cuidar la salud mental, no exponerse demasiado a los peligros, aunque muchas veces se hayan despertado con explosiones, porque bombardeaban un lugar cercano. “Estamos expuestos a sonidos fuertes, al peligro, pero también por esa misma razón, tenemos que cuidarnos mucho, no somos superhéroes, también nos cansamos, necesitamos desahogarnos”, reveló Melinda. Dijo que una parte muy importante para los psicólogos de emergencias, es tener a otro psicólogo de emergencias que cuide de tu salud mental para evitar llegar a unos límites de cansancio que no permitan trabajar adecuadamente y concentrarte en tu trabajo, porque es un trabajo donde se debe estar muy atentos ,en el que no se pueden tomar decisiones equivocadas porque ello te puede costar la vida, “Entonces es importante ese descanso, la amistad, familia, apartarte, ponerte unos límites sanos y seguir, porque es la profesión que más me llena, que más me gusta y aunque sí es cierto que estoy trabajando constantemente en peligro, lo hago con mucho amor, mucha dedicación”, confesó.
Sobre cómo fue el comienzo y cómo se estructuró este proyecto, cuenta Melinda que cuando estaba de visita a sus padres en Rumania, estalló la guerra, y que vio por televisión que miles de personas estaban cruzando la frontera cada día, y que no había psicólogos de emergencia, (profesión que de hecho no existe), entonces se ofreció a ayudar por unos días, luego por una semana, y finalmente decidió quedarse. Al advertir la necesidad de psicólogos de emergencia, se le ocurrió junto a su equipo, empezar a introducir esa profesión desde cero, formar profesionales para que puedan asistir a las personas que estaban cruzando las fronteras.
Luego, ya en Ucrania, narra Melinda, que, un día en Kiev pasó algo inesperado. En unos de los momentos muy tensos en los que estaban dando comida con unos voluntarios, alguien se le ocurrió decir que, aparte de la comida, mantas y agua, “hoy tenemos una psicóloga de emergencia, que si quieren pueden quedarse y hablar con ella”.
Eso la sorprendió enormemente, porque, en vez de irse, muchísima gente formaba cola para hablar con un psicólogo.
“Por primera vez vi una cola con hambre para ser escuchado, no solamente para comer” expresó.
Ahí se les ocurre la idea de realizar un proyecto de comida para el alma, y no sólo para llevar alimento a los sitios bombardeados, sino también a psicólogos, quienes puedan hablar con la gente afectada, ir de pueblo a un pueblo, de casa en casa, hablar con ellos y ver el tipo de ayuda que necesitan. “Así me propongo a formar psicólogos de emergencia”, señaló.
Ya llevan formados 300 en todo el país y creen que en dos o tres meses llegarán a los 500 para asistir por todas las zonas afectadas, donde no cesan los bombardeos.
Señala Melinda que esto lo han creado prácticamente de cero, que cree tanto en su profesión como en la psicología de emergencias, a las que se dedica con toda su alma. Sostiene que el objetivo no es solamente formar gente, sino promoverlo, difundirlo, y que, en cada reunión con Naciones Unidas o con la Organización. Mundial de la Salud siempre pone el apellido de “emergencias”, porque piensa que es importante en estos momentos promover y defender tantas necesidades que hay ahora mismo en Ucrania.
Anunció que el proyecto va a ir un poco más allá de Rumanía y Ucrania, irá para Estados Unidos, India, donde va a haber una formación de psicólogos de emergencias. Agregó que también se puso en contacto con psicólogos de Líbano y de Siria para que le cuenten sus experiencias y para aprender también. “Hemos creado este proyecto desde cero, estamos muy orgullosos de lo que hemos hecho y espero que tengamos el ánimo, la energía y la valentía para seguir haciendo esto durante mucho tiempo, incluso después de la guerra, ofrecer ayuda psicológica a la gente afectada”, declaró.
Melinda habla cuatro idiomas, de una familia húngara, es bilingüe de nacimiento, húngara rumana; habla inglés y español, lo que la ayuda en mucho a la comunicación. Dijo que también ya habla un poco de ucraniano, que lo empezó a entender bastante, pero que trabajan con traductores; de todos modos, considera que es muy importante para los psicólogos de emergencia, saber varios idiomas. El inglés resulta indispensable, porque lo utilizan para comunicarse entre los psicólogos y para las investigaciones que se llevan a cabo en esa lengua.
Respecto de cómo impactó en su familia el hecho de que una hija deje las paradisíacas Islas Canarias para arriesgarse a trabajar en medio de la guerra, Melinda habló del orgullo de su madre cuando sobre ello le dijo a una amiga: “Qué suerte que tengo una hija porque está en Kiev ahora mismo trabajando con su chaleco antibalas ayudando a mucha gente” .
Por eso, siente que a los psicólogos de emergencias, aparte del self care de ayudarse entre ellos mismos, les resulta muy importante tener también un apoyo por parte de los demás y tener una familia que esté muy orgullosa de lo que hacen, aunque sepan del peligro que afronten.
Cuenta que su madre le dice lo feliz quede verla alcanzar los buenos resultados, y que con ello, se olvida de que tenga que tener miedo por ella. Mencionó lo importante de tener una familia que apoye y destacó y agradeció a los psicólogos de emergencias de todo el mundo, y especialmente a los psicólogos de emergencias de Tenerife.
Los psicólogos de emergencias asisten a los demás, los ayudan a manejar sus miedos, pero ¿cómo manejan los propios?
“El psicólogo de emergencias que no tiene miedo en absoluto es un peligro para su equipo y un peligro para sí mismo”, declaró con contundencia.
Explicó que, tener “un poquito de miedo es normal” y que es recomendable, porque al fin y al cabo es lo que nos protege de las desgracias, de exposición excesiva, de tomar unas decisiones insensatas. Cree que el miedo nos protege, pero que se debe procesar esa información de manera correcta, lógica, sin exagerar sin tener una distorsión cognitiva, sin tomar unas decisiones de manera apurada. Cree que hay que tener el miedo justo para poder trabajar bien, pero también tener la mente bien limpia y la actitud positiva y salir para adelante pase lo que pase. “La clave es prestar atención a lo que está pasando, analizar las opciones, sin que te afecte demasiado”, mantener la calma, señaló.
Añadió que, en su caso personal, desde niña, como le cuentan sus padres, se caracterizó por tener calma en situaciones críticas; dijo que es algo innato en ella.
Sobre qué le ocurre cuando se encuentra con la muerte, con destrucción, con situaciones de espanto, insiste en que el psicólogo no está negando lo que está pasando, y nuevamente, que es necesario pensar con calma y ver las posibilidades, y que una de ellas puede ser la muerte. Pero que también se debe reconocer que no siempre se está expuesto, que hay un bunker para refugiarse y autoridades para protegerse.
Melinda confiesa no haber visto directamente explosiones con gente en el suelo pero que lo que sí la sorprendió terriblemente, y que considera importante mencionar, es algo en donde interviene la salud mental y el apoyo recibido. Escuchar sobre violaciones a niños pequeños es algo que le impacta muchísimo, incluso al psicólogo más preparado. Indicó que, frente a ese horror, se necesita procesar correctamente esa información, hablarlo con otro psicólogo y ordenar esto en tu mente, procesar la información de tal manera que no te afecte y que seas capaz de escuchar esto para poder ayudar a los demás.
Destacó la psicóloga que no son todas situaciones negativas en su trabajo, también hay cosas positivas que los impactan, como esa cola de gente que estaba esperando para hablarle un par de minutos. O el caso de una mujer durante los bombardeos en el bunker que se enteró que a ella le gustaba una cierta comida: en el suelo de su casa, sin electricidad con una linterna, le escribió la receta a mano y se la trajo el día siguiente.
“No es solamente la muerte, los heridos y las violaciones, sino también las cosas buenas, a veces te impresionan y sientes un nudo en la garganta, porque al final somos seres humanos”, concluyó.
Si quieres contactar a psicólogos de emergencia puedes hacerlo a Melinda.endrefy@hromadahub.org
Redacción: Prof. Cita Litvak
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