A 31 años del atentado a la embajada un homenaje a León Wasserman la otra víctima

Han pasado 31 años del atentado a la Embajada de Israel en la República Argentina. El país sudamericano perdía su inocencia, el terrorismo de las organizaciones terroristas de Medio Oriente hacía su debut por estas latitudes. Argentina era el lugar propicio. Un país con una seguridad e inteligencia pobre y con la suficiente importancia en el contexto internacional como para que tuviera una fuerte repercusión global.

La coqueta casona del barrio de Retiro, ubicada en Arroyo 910, construida en 1925 por el arquitecto Alejandro Virasoro, como una residencia aristocrática, y convertida en un petit hotel, fue adquirida por miembros de la comunidad judía local y obsequiada al flamante Estado de Israel. Luego de remodelaciones, el primer embajador de Israel en el país, Yaacob Tzur, que residiría la inauguraba en 1950.

Pasaron 31 años. Hoy en el predio se encuentra la Plaza Embajada de Israel que homenajea a las víctimas y recuerda el horror. Un lugar al que visitan miles de turistas anualmente y donde no pocos realizan recordatorios y homenajes. Pero esta plaza encierra otra historia trágica.

En su momento Israel decidió vender el predio, una tierra muy valiosa por su emplazamiento en el corazón de la ciudad. Un grupo inmobiliario compró el lugar para construir un hotel. Enterado e “indignado” el dirigente comunitario y hombre vinculado a la construcción, León Wasserman, salió a rescatar esas tierras para que se construyera la actual plaza como Memorial. Comprometió aportes y compromisos de muchos, se puso de garante. Una de las tantas crisis económicas golpeó a la Argentina y muchos de los que se comprometieron desaparecieron incluyendo al propio Estado de Israel.

León Wasserman fue abandonado, perdió su fortuna, parte de su familia y tuvo que ser ayudado por sus hijos para sobrevivir y hacer frente a su medicación. Entre complejos vericuetos terminó donando la plaza al gobierno de la ciudad. Es una historia trágica, de la que nadie quiere hablar y ameritaría un libro con la recopilación de la abultada documentación y cartas de toda esa zaga. Luego continuó la compra de un predio en el barrio de Belgrano que iba a ser la sede diplomática. Otra historia increíble y de libro pendiente.

León Wasserman nunca recibió el reconocimiento que merecía, muchos piensan y dicen libres de culpa, que fue su problema, por meterse en algo a lo que nadie lo llamó. Seguramente hoy en los discursos como hace tantos años nadie lo mencionará. El pago judío y del Estado Judío. El pago que recibieron los empleados locales de la embajada.

Entre recuerdos personales y reflexiones de grandezas y miserias, el director de Radio Jai hace memoria a 31 años del atentado.