Vladímir Vladimirovich Putin volvió a estar en el centro de escena por una mala noticia: la Corte Penal Internacional emitió una orden de captura del líder ruso, por el traslado forzoso de niños ucranianos a Rusia, tipificado como delito de genocidio ya por la Convención para la sanción y prevención del delito de genocidio, y el Estatuto de Roma. Si bien Rusia, como Estado, no reconoce la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, no deja de ser una derrota simbólica para el jefe de Estado, quien ya viene siendo extremadamente cauto en sus viajes internacionales.
Y para demostrar que él sigue estando a cargo –a pesar de que desde hace ya dos meses la ciudad de Bajmut, que tenía apenas setenta mil habitantes antes de la guerra, sigue estando bajo asedio sin conquistarla-, el fin de semana visitó la península de Crimea –anexada en 2014- y la ciudad de Mariúpol, conquistada en esta segunda etapa de la larga guerra contra Ucrania. Recibe hoy la visita de Xi Jinping, ya formalmente electo presidente de la República Popular China en su tercer mandato consecutivo. Xi está desplegando un activo protagonismo diplomático y militar, en momentos en los que la economía china no tuvo el desempeño de años anteriores: así, hemos visto cómo intervino su país para mediar entre Arabia Saudí e Irán, así como hizo ejercicios navales conjuntos en el Golfo de Omán, junto a Irán y Rusia.
Al liderazgo chino le conviene una Rusia debilitada pero estable, necesitada pero cercana, al compartir toda la frontera norte de su país. Putin lo sabe bien, y es uno de los callejones del laberinto por el que ingresó ya en 2014 al anexar Crimea, y en el que se adentró aún más en 2022 al comenzar la invasión masiva al territorio ucraniano. Los tiempos prolongados de la guerra han sido su peor enemigo y el invierno europeo no ha sido la catástrofe que presuponía, al cerrar los grifos de gas que antes calefaccionaban a la parte occidental y central del continente. Pero tampoco China e India pueden comprar ilimitadamente los recursos energéticos de Rusia. En este escenario, la figura de Xi sigue ascendiendo mientras juega la carta nacionalista y de líder de proyección mundial, desplazando a Vladímir Putin de esa centralidad. Lo único previsible, en esta tierra de confusión, es que la guerra en Ucrania durará mucho más de lo que todos habían anticipado, que Rusia se desgasta más y más pero sin poder salir, hundiéndose en su pantano, y que la República Popular China va llenando los huecos que van quedando.
Ricardo López Göttig