La democracia y como lograrla

Pero muchos de ellos tienen un gran valor, y de pequeños episodios está hecha la evolución de la humanidad.

Mauricio Aliskevicius

Paso a relatar sucesos del Uruguay del año 1933 que me fueron relatados por uno de los protagonistas: el maestro de maestros Julio Castro Pérez, lamentablemente muerto por la dictadura de 1973 durante un interrogatorio con el sistema llamado “submarino”.

El golpe de estado dado por el presidente electo democráticamente, Dr. Gabriel Terra, no precisó ejército ni policía. Terra esperó a un domingo en el que jugaban el clásico de fútbol (Peñarol y Nacional), que se sabía que la mayoría de la población estaría atenta al partido, muchos en el estadio y muchos más escuchando por radio a los relatores. Tomó un grupo de bomberos -en esa época el Cuerpo de Bomberos era parte de la Policía Nacional- y con ellos cerró el Palacio Legislativo.

Entre las muy pocas reacciones de la población, lo más resaltable fue el suicidio de Baltasar Brum, que ese día integraba el Consejo de Administración, un colegiado que compartía el Poder Ejecutivo con la presidencia de la República. Ese suicidio, gritando antes de apretar el gatillo “viva Batlle, viva la libertad”, quedó registrado para la Historia. Según historiadores, la reacción popular ante el gesto de Brum fue simplemente que un grupo de vecinos se quedaron observando desde la vereda, tal como observarían un accidente automovilístico.

Pero me contó Julio Castro, que se juntaron algunos colorados y blancos (los dos partidos tradicionales) y en el interior de la república alquilaron un autobús de la empresa ONDA y marcharon hacia la capital con la intención de reabrir el palacio legislativo. Según me contó, como armas había un solo revólver para los aproximadamente 40 “revolucionarios”. Julio Castro iba en ese autobús, con Zelmar Michelini, Wilson Ferreira y otros.

Como era lógico, la policía se enteró, y en el medio del camino los estaban esperando. Apenas un intercambio de balas, un herido en un brazo y todos fueron detenidos.

La vida continuó, Terra gobernó, lo acompañaron dirigentes de los dos partidos tradicionales, se reformó la Constitución, y hubo otros presidentes de la misma línea, como Alfredo Baldomir (autor de otro golpe menor en gravedad, por lo que se le llamó la “dictablanda”).

Queremos destacar la diferencia con lo que al día de hoy está sucediendo en el Estado de Israel.

Al anochecer del 26 de marzo el ministro de defensa Yoav Galant, del partido del primer ministro Netanyahu, salió a los medios de prensa a pedir que el gobierno frene el proceso de la ley de reforma judicial. Aclaró previamente que él es de derecha y que apoya la ley, pero pide que se frene por las próximas festividades y conmemoraciones, para que haya unidad en las mismas y tiempo de reflexión y conversaciones entre quienes apoyan la ley y quienes la critican. Hizo hincapié en que hay que tomar en cuenta que tanto el ejército como la policía, los servicios de inteligencia, reservistas, etc. están en una situación problemática que afecta la seguridad toda del país.

No pasaron más de dos horas y se supo que Netanyahu había destituido a Galant. Al saberse esa noticia, en forma automática, de inmediato y sin que nadie haya organizado nada, gran parte de la población salió a las calles en muchas ciudades para defender la democracia. Familias enteras, personas de todo color político o religioso, todos embanderados, salieron en defensa de la D-E-M-O-C-R-A-C-I-A, palabra que fue la más coreada.

Al día siguiente, temprano, ya se hacía efectiva una paralización del país. El mayor sindicato israelí, la Histadrut, convocó a una huelga general, el aeropuerto internacional Ben Gurión estaba cerrado, los trenes y autobuses que desde distintos puntos del país llegan a Tel Aviv y Jerusalén van abarrotados de gente con banderas y carteles alusivos, que están rodeando el parlamento (Knéset) y las viviendas tanto del primer ministro como las de Galant y otros ministros.

Esto es un verdadero movimiento en favor de la democracia, no debemos confundir con lo que dicen los pocos que están a favor de Netanyahu, que es la izquierda que así expresa su disconformidad con el resultado electoral. Nadie discute el resultado, solamente se intenta frenar una ley o conjunto de leyes que anularían los poderes de la Justicia, anulando así el equilibrio de poderes, base fundamental de una democracia.

Pensamos que en pocas horas habrá una definición y un camino a una solución. No se trata de ejército y policía, ningún uniformado tomará partido en esta situación, creemos que, del propio partido gobernante, de ministros y diputados del Likud de Netanyahu, saldrá una declaración y la actitud de frenar esta situación y comenzar un diálogo con representantes de todas las tendencias.

Netanyahu cuenta con 64 votos en el parlamento, ya sabemos que Gallant está en contra, y también Yuri Edelstein (ex presidente del parlamento), por lo que con dos más que cambien de opinión Netanyahu no tendrá mayoría. Y los rumores circulantes nos dicen que son varios parlamentarios, tanto del Likud como alguno de partidos religiosos, que se sumarían a la negativa que propicia Gallant.

En horas se despejará la situación, Israel no es un país que piense en una guerra civil, y tampoco es un país que pueda darse el lujo de guerras internas al estar rodeado de enemigos muy bien armados que están a la espera de ver un pequeño punto débil para atacar.

                                                      

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