Parashá Tzav – Ordena
Resumen de la Parashá
A los cohanim les fue otorgado la mitzvá de t´rumat hadeshen, recoger las cenizas de las olot (ofrendas consumidas) diarias. También se les encargó mantener el fuego del altar encendido permanentemente. Aharón, el Cohén Gadol, recibió instrucciones de llevar diariamente una ofrenda de comida en la mañana y otra al anochecer.
Se promulgaron otras leyes que detallaban los deberes de los Cohanim y las partes de ofrendas que debían recibir. Debían comer de las ofrendas en lugar puro y dentro del atrio del Santuario.
El Todopoderoso dijo a Moshé que Aharón y sus hijos fueran puestos en sus cargos con sus vestiduras, con todos los elementos ubicados en el Santuario (el Arca, la mesa del pan de proposición, los candelabros, el altar del incienso, etc.), y que convocara a toda la congregación a la puerta del Tabernáculo.
Los Cohanim se bañaron y Moshé vistió a Aharón su túnica, el manto, el efod, el pectoral; le colocó en la cabeza el turbante que tenía en el frente una lámina de oro. Tomó Moshé aceite de unción y lo vertió sobre la cabeza de Aharón y lo santificó. Luego vistió a los hijos de Aharón, con sus ropas especiales.
Moshé llevó luego, la ofrenda de expiación, un novillo, y posteriormente la ofrenda quemada, un carnero. Durante siete días Aharón y sus hijos moraron en el Tabernáculo y se repitieron durante esos días los mismos rituales.
Comentario del Rabino Jonathan Sack Z´L´
Comprendiendo el sacrificio
Uno de los temas más difíciles de la Torá y la forma de vida que propone, es el fenómeno de los sacrificios de animales – por obvias razones. Primero, porque los judíos y el judaísmo han sobrevivido sin ellos por más de dos mil años. Segundo, virtualmente todos los profetas lo criticaron, incluyendo Jeremías como se ve en la haftará de esta semana (1). Ninguno de los profetas propuso abolir los sacrificios, pero criticaron duramente a los que la practicaban y al mismo tiempo sometían a sus congéneres a explotación u opresión. Lo que les molestaba – lo que molestaba a Dios en cuyo nombre hablaban – era que evidentemente alguna gente pensaba en el sacrificio como una forma de soborno: si hacemos un obsequio generoso, Dios pasará por alto nuestros crímenes y trasgresiones. Esta idea es decididamente incompatible con el judaísmo.
Por otra parte, tanto los sacrificios como la monarquía fueron las características menos distintivas del judaísmo de los tiempos antiguos. Cada religión de la época, cada culto, cada secta, tenía sus altares y sacrificios. Por último, resulta destacable cómo encontraron los sabios sustitutos para el sacrificio en forma simple y sin sobresaltos, particularmente en el caso de tres de ellos: la plegaria, el estudio y la tzedaká. La plegaria, especialmente Shajarit, Minjá y Musaf, reemplazaba a las ofrendas habituales. El que estudia las leyes sacrificiales es como si hubiera llevado un sacrificio. Y el que aporta a una acción de tzedaká, es como si fuera un sacrificio financiero, un reconocimiento de que todo lo que tenemos se lo debemos a Dios.
Entonces, aunque rezamos diariamente para la reconstrucción del Templo y la restauración de los sacrificios, el principio del sacrificio sigue siendo un tema difícil de entender. Hay muchas teorías elaboradas por antropólogos, psicólogos y estudiosos de la Biblia con respecto a qué representan los sacrificios, pero la mayoría de ellos parte de la base cuestionable de que el sacrificio es esencialmente el mismo acto en las distintas culturas. Como base de estudio, es pobre. Es necesario entenderlo tomando en cuenta las creencias distintivas de la cultura que lo realiza. Qué podrá significar un sacrificio en una religión donde Dios es el Creador y dueño de todo?
Qué fue entonces el sacrificio en el judaísmo y por qué sigue siendo importante, aunque sea como idea, al día de hoy? La respuesta más simple –pese a que no explica los detalles de los distintos tipos de ofrendas – es la siguiente: Estamos dispuestos a hacer sacrificios por quien amamos. Es por eso que siendo una nación de agricultores y pastores, los israelitas demostraron su amor a Dios llevándole un obsequio simbólico de su ganado y su rebaño, de sus frutos y granos, o sea, de su sustento. Amar es agradecer. Amar es llevar un ofrecimiento al Amado. Amar es dar.(2) El sacrificio es la coreografía del amor.
Esto es así en muchos aspectos de la vida. Una pareja feliz suele hacer sacrificios por el otro. Los padres hacen enormes sacrificios por sus hijos. La gente que recibe el llamado – de curar enfermos, ocuparse del pobre, o luchar por la justicia de los débiles frente a los poderosos, muchas veces sacrifican carreras remunerativas por sus ideales. En momentos de patriotismo, la gente se sacrifica por su país. En comunidades sólidas, sus integrantes hacen sacrificios por el otro en caso de angustia o desconsuelo. El sacrificio es el superadhesivo de la relación. Nos liga a unos con otros.
Es por eso que en la época bíblica los sacrificios eran tan importantes – no porque eran como los demás pueblos, sino porque en el corazón latiente del judaísmo está el amor: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu alma, con toda tu fuerza.” En otras creencias el motivo del sacrificio era el temor: temor a la ira y al poder de los dioses. En el judaísmo era el amor.
Vemos esto mismo en la palabra hebrea que denomina el sacrificio: el sustantivo korban, y el verbo lehakriv, “venir, atraer”. El nombre de Dios utilizado en el contexto de los sacrificios es Hashem, Dios en su acepción de amor y compasión, y nunca Elohim, el Dios de la justicia y la rectitud. La palabra Elohim aparece sólo cinco veces en todo el libro de Vayikrá y siempre en el contexto de otras naciones. La palabra Hashem, en cambio, aparece 209 veces. Como hemos visto la semana pasada, el mismo nombre del Libro, Vayikrá es un llamado al amor. Cuando hay amor, hay sacrificio.
Una vez que comprendemos esto, nos damos cuenta de cuán profundamente relevante es el concepto de sacrificio en el siglo XXI. Las principales instituciones del mundo moderno – el estado liberal democrático y la economía de mercado – se desarrollaron sobre el modelo del actor racional, o sea, el que maximiza los beneficios para sí.
El contrato social según Hobbes señala que está en el interés de cada uno ceder una parte de sus derechos a una institución central encargada de asegurar el imperio de la ley y la defensa del dominio. La visión de Adam Smith acerca de la economía de mercado fue que si cada uno actúa para maximizar su ventaja, resultará en el crecimiento del valor común. La política y economía modernas fueron creadas sobre la base de la persecución racional del propio interés.
Esto no tiene nada de malo. Fue pensado por los motivos más elevados. La intención fue un intento de hacer la paz en una Europa que durante siglos había sido arrasada por la guerra. El estado democrático y la economía de mercado fueron intentos serios de encauzar el poder del interés propio con el fin de combatir las pasiones destructivas que conducen a la violencia. (3) El hecho de que la economía y la política estaban basadas en el interés propio no negaba la posibilidad de que las familias y las comunidades fueran sostenidas por el altruismo. No estaba mal el sistema, era bueno.
En la actualidad, sin embargo, después de varios siglos, el concepto de amor-como-sacrificio se ha ido diluyendo en varias áreas de la vida. Esto se ve especialmente en las relaciones humanas. En todo el Occidente, cada vez menos personas contraen matrimonio, cuando lo hacen es cada vez más tardíamente, y casi la mitad termina divorciándose. En Europa, la población autóctona decrece. Para lograr una población estable, un país debe tener un promedio de 2.1 hijos por madre. En 2015 el promedio de toda la Unión Europea fue de 1,55. En España fue de 1,27, y Alemania tiene la cifra más baja del mundo.(4) Es por eso que la población europea se considera estable en la actualidad debido al flujo de inmigrantes, de por sí, sin precedentes.
Perder el concepto de sacrificio dentro de una sociedad deriva tarde o temprano, en la ruptura del matrimonio, la declinación de la unidad parental, el lento envejecimiento y muerte de la sociedad. Mi finado antecesor, Lord Jakobovitz lo señalaba de una manera hermosa. El Talmud dice que cuando un hombre se divorcia de su primera mujer “el altar derrama lágrimas” (Gittin 90b). Cuál es la conexión entre el altar y el matrimonio? Ambos, dijo, tienen que ver con el sacrificio. Los matrimonios fallan cuando los integrantes de la pareja no están dispuestos a hacer sacrificios por el otro.
Tanto los judíos como el judaísmo sobrevivieron pese a los múltiples sacrificios que tuvieron que hacer. En el siglo XI Yehuda Halevi manifestó el asombro que le producía ver que los judíos seguían siendo judíos pese a que “con una palabra apenas emitida” podían convertirse a la fe de la mayoría y vivir una vida relativamente tranquila (Kuzari 4: 23). También es posible que el judaísmo haya sobrevivido debido a esos sacrificios. Cuando el pueblo se sacrifica por sus ideales, los ideales permanecen fuertes. El sacrificio es una expresión de amor.
No todo sacrificio es sagrado. Los suicidas que hoy en día sacrifican sus vidas y las de sus víctimas en la manera que desarrollé en Not in God’s Name (No en nombre de Dios) son sacrílegos. En realidad, la existencia de los sacrificios de animales en la Torá puede haber sido una forma de prevenir los sacrificios humanos manifestados por medio de la violencia y la guerra. Pero el principio del sacrificio permanece. Es el regalo que hacemos a lo que y quien amamos.
(1) Jeremías 7: 22 ” Cuando liberé a vuestros padres de la tierra de Egipto, no hablé con ellos ni les ordené acerca de ofrendas ni sacrificios”- una expresión llamativa. Ver Rashi y Radak ad loc. y especialmente Maimónides en Guía para los Perplejos III: 32.
(2) El verbo “amar” a-h-v está relacionado con los verbos h-v-h y y-h-v todos los cuales se refieren a dar, traer u ofrecer.
(3) El texto clásico es O.A.Hirschman, The Passions and the Interests, (Las pasiones y los intereses), Princeton University Press, 1977.
(4) The Observer, 25 de agosto, 2015.
Editor: Michelle Lahan
Traductor: Carlos Betesh