Tzav con comentarios del Rabino sacks

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Una buena pregunta ya es la mitad de la respuesta

Por Seba Cabrera Koch

El Talmud es el libro judío por excelencia.

A lo largo de 63 tratados reunidos en seis órdenes o volúmenes, constituye el legado más importante de la civilización judaica, su epicentro creativo y nacional a lo largo de siglos de diáspora. Ninguna otra obra influyó más en la vida del Pueblo de Israel a lo largo de la historia, en la forma de pensar de su gente y en su praxis.*

El Talmud, obra monumental y fuente principal de la Ley, la ética y el pensamiento judío, empieza con una pregunta: “Meimatai korin et Shemá baarbit? ¿Desde cuándo, es decir, desde qué hora, se recita el Shemá por la noche?”.

“Meimatai?”, se preguntaban, y durante casi dos milenios, decenas de generaciones abocaron sus energías intelectuales profundizando en los secretos del Talmud.

En la Tradición judía, la pregunta abre la puerta al conocimiento, al análisis, al debate; pero fundamentalmente al diálogo y al encuentro.

“Meimatai?”, se preguntó una vez más Rabi Meir Shapiro, cuando vislumbró una idea, y sin saber que abriría de par en par los portones del estudio talmúdico, se respondió a sí mismo: “Daf yomi”.

Rab Shapiro, rabino de Pietrkov y Lublin, representante de la comunidad judía en el senado polaco, y uno de los líderes de la judería mundial a principios del siglo XX, tenía claro que aunque los judíos siempre han estudiado el Talmud, con el Daf Yomi -“una hoja (Daf) por día (Yomi)”- daría uniformidad al estudio del Talmud y a la vez sería un medio para fortalecer la unidad del judaísmo: por medio del programa, los judíos de prácticamente todas las ciudades del mundo estudiarían exactamente la misma página del Talmud cada día.**

En Rosh haShana del año 1923 (5684 en el calendario hebreo) se inició el primer ciclo de estudio del Daf Yomi. Siete años y medio después, en Tu biShvat de 1930 (5691), se realizó por primera vez el Siyum Olamí (Clausura Mundial) con la presencia del Rab Shapiro, incansable promotor del proyecto.

Desde ese entonces, se llevaron a cabo 13 ciclos ininterrumpidos de estudio, con un número de participantes que no para de crecer en cada edición: en 1982, durante el 8° encuentro, participaron en el evento de clausura 40.000 personas, y para el 10° reunieron 70.000. En el año 2005, hubo 120.000 asistentes, y para 2020, se calcularon unos 200.000.

Además de ellos, decenas de miles de estudiantes de más de 90 ciudades de todo el mundo participaron siguiendo la transmisión en vivo del evento.

Actualmente, se observa una tendencia muy interesante: contra lo que se podría llegar a pensar, los programas del “Daf” no solo se nutren de estudiantes de ieshiva, universitarios con trayectos académicos afines, o quizás talmidim educados en un marco ortodoxo o con cierto grado de observancia; sino que provienen de todas las corrientes del judaísmo y ejercen una amplia gama de profesiones y ocupaciones, estudian en grupos en sinagogas u otras instituciones judías, e incluso en sus hogares o por sus propios medios, aprovechando los recursos tecnológicos, digitales e internet, que en inglés, español y otros idiomas, ofrecen un fácil acceso al Talmud y a sus comentarios.

Nunca fue tan accesible estudiar y aprender junto a otros: Vivimos en el mejor momento de la historia.

La Parashá que nos convoca esta semana, Tzav, contiene el siguiente pasuk (versículo): “…Lejol Bnéi Aharón Tihié Ish Keajiv” (…para todos los hijos de Aharón será, a cada uno por igual; Levítico 7:10).

Shlomo Rabinowicz, rabino polaco del siglo XIX y autor de “Tiferet Shlomó”, considerado un clásico en la literatura jasídica, lee el pasuk como “… para todos los hijos de Aharón, todo judío debe ser amado como si fuera un hermano”.

Desde otra fuente, el Mishkenot Shimon, libro que recopila interpretaciones de las porciones de la Torá semanal desde la ética y el comportamiento (Musar), indica que Al Dérej Hamusar -según el camino de la moral- puede leerse: “…serán los hijos de Aharón, uno como hermano del otro”. Inmediatamente, el pasuk siguiente continúa diciendo: “Esta es la Ley” (7:11).

De aquí enseña Jacob ben Asher -autoridad rabínica medieval más conocido como Ba’al ha-Turim- que quienes estudian Torá juntos se vuelven como hermanos.

A pesar de que durante el estudio griten, se peleen y discutan acaloradamente por tener la razón, o por tratar de escudriñar los secretos del texto frente a ellos, el estudio de la Torá une a las personas más que los lazos sanguíneos o cualquier otra cosa en el mundo.

Dice la Guemará (Kidushín 30b), en nombre de Rabí Jiyá Bar Aba, que aunque sean padre e hijo, un Rab y su alumno que se ocupan en el estudio de la Torá debajo de un portón, son como enemigos uno del otro mientras estudian y debaten debido a la intensidad de la discusión, pero no se mueven de ahí hasta que se hacen amados uno del otro, y kal vaJómer*** (con más razón) dos personas que tan sólo son amigos y estudian Torá se hacen como hermanos.

Como en tantas otras áreas, el judaísmo lucha por el equilibrio, manteniendo muchas veces las polaridades en una frágil tensión.

Las últimas semanas, fuimos testigos de una delicada situación en Israel. La propuesta de reforma judicial ha causado una tremenda inestabilidad. La política interna israelí enfrento a los sectores de la sociedad como nunca antes: las posturas, tristemente violentas y desagradable de unos y otros, no dejan margen para el necesario consenso.

A falta de diálogo entre las partes, las posiciones se radicalizan y estallan. Enfrentamientos, precariedad política, preocupación: la sociedad israelí reaccionó manifestándose enérgicamente en las calles, sosteniendo la fortaleza de la democracia israelí como su valor más preciado.

Nos resulta increíble que Medinat Israel, el país que nos enorgullece, se encuentre en un punto tal de estancamiento por falta de… comunicación real.

El Talmud aconseja que uno solo debe rezar en un lugar que tenga ventanas (Berajot 31a). Un cuento jasídico relata que un jasid -un hombre piadoso- fue a ver a su Rebe, que le indicó que se acercara a la ventana y mirara afuera. “Cuéntame, ¿qué ves?”

Tal vez, y tal como aprendimos en la lección del antiguo maise, necesitamos ver al que está del otro lado del vidrio, y que es igual a mí, porque ríe, tiene sueños, pero también sufre porque nos duele lo mismo.

Hay que ser valientes para dejar de vernos reflejados en el espejo del ego, pero aún más valientes para abrirnos al diálogo y salir a buscar al hermano, al vecino y al compatriota, sanando las heridas que nos lastimaron, cuando valía más lo que nos separaba que lo que nos unía.

En Har Sinaí recibimos la Torá “keish ejad veLev ejad” (como un solo hombre, un solo corazón).

“Meimatai…?”. Una muy buena pregunta ya es la mitad de la respuesta.

“¿Desde cuándo…?” Ya mismo.

Podemos buscar la respuesta Juntos.

Shabat Shalom umeboraj.

Jag Pesaj Kasher v’Sameaj !

Seba Cabrera Koch

10 Nisan 5783 / 31 de Marzo de 2023.

Notas

* El Talmud es la base de todos los códigos de la ley judía y es ampliamente citado en literatura rabínica. Consta de 63 tratados con un total de 525 capítulos, y en la impresión estándar, llamada Vilna Shas , hay 2.711 folios a doble cara (Cada daf: folio – consta de “cara a” Amud a y “cara b” Amud b).

A los fines de este ensayo, se utiliza el término Talmud para referir específicamente al Talmud de Babilonia (Talmud Bavli), obviando al Talmud de Jerusalén (Talmud Yerushalmi). El Talmud tiene dos componentes: la Mishná ( משנה , c. 200 EC), un compendio escrito de la Torá Oral ; y la Guemará ( גמרא , c. 500 d. C.), comentarios a la Mishná. El término “Talmud” puede referirse a la Guemará sola o a la Mishná y la Guemará juntas.

** Debido a su complejidad, gran amplitud y profundidad enciclopédica, el Daf Yomi implica asumir un gran compromiso para lograr atravesar con éxito el ciclo de siete años: se requiere mucha disciplina y perseverancia para estructurar el tiempo diario para el estudio del Talmud.

*** kal-va-jomer (Definición: “Ligero y pesado”). Es un principio halajico: lo que se aplica en un caso menos importante ciertamente podría aplicarse en uno más importante. La frase ha llegado a significar una conclusión ineludible.

Fuentes consultadas

-Levítico 7:10-11, traducción de Aryeh Coffman: “Tora con Rashi: Tomo Vaikra / Levítico”. Editorial Jerusalén. 2001. Pág. 101.

-Alkon, Shimon. “Mishkenot Shimon”. Bnei Sholem. 1996. Págs. 189-190

-Farache, Elías. “Un país feliz con situaciones infelices”. © 2023 Elias Farache S. Blogspot.

-Najmanovich, Ruben. “La educación, el Talmud y su pedagogía”. 2014 © Sociales y Virtuales. Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes.

-“Rabbi Meir Shapiro”. Modern Jewish History. © 2023 Jewish History.

-“Siyum HaShas: Judíos de todo el mundo celebran el completamiento de la lectura del Talmud”. © 2013 La Tribuna Judía. N° 69.

-Tiferet Shlomó, Meorá shel Tora, vol. 3, p. 29. Citado por Surazski, G. (2021). “Fragmentos de cielo: perlas y comentarios a los cinco libros de la Torá”. Pág. 280.

-“Vidrio y espejo”. Cuento jasídico, autor desconocido. Recuperado de http://www.veghazi.cl/cuentos/c54.html


Violencia y Sagrado por el Rabino Jonathan Sacks Z´L´

¿Por qué los sacrificios? Para estar seguros, no habían sido parte de la vida judía desde la destrucción del Segundo Templo, hace casi 2000 años. Pero,  ¿por qué si son un medio para alcanzar un fin, Dios eligió este fin? Esto es, desde luego, una de las preguntas más profundas del judaísmo, y hay muchas respuestas. Aquí quiero explorar sólo una, la primera dada por un pensador judío del siglo XV, R. Joseph Albo (España, 1380-1444), en su Sefe ka-Ikkarim (El Libro de los Principios, 1425) (1).

La teoría de Albo tomó como punto de inicio, no los sacrificios sino dos otras preguntas intrigantes. La primera: ¿Por qué, después del diluvio, permitió Dios que los seres humanos comieran carne? (Gen. 9: 3-5). Inicialmente, ningún ser humano ni los animales habían sido carnívoros (Gen. 1: 29-30). ¿Qué causó que Dios, por así decirlo, cambiara de parecer? La segunda: Qué estuvo mal con el primer acto de sacrificio – la ofrenda de Caín de “algunos de los frutos de la tierra” (Gen. 4: 3-5). El rechazo de Dios de esa ofrenda llevó directamente al primer asesinato, cuando Caín mató a Abel. ¿Qué estaba en juego en la diferencia entre Caín y Abel en cuanto a cómo traer un regalo a Dios?

La teoría de Albo es esta. Matar animales por comida es inherentemente malo. Involucra tomar la vida y el sentimiento de un ser para satisfacer nuestras necesidades. Caín sabía esto. Caín creía que había un parentesco fuerte entre el hombre y los animales. Por eso es que él ofreció no un sacrificio animal, sino un sacrificio vegetal (este error, de acuerdo a Albo, es que él – Caín – debió de haber traído fruta y no vegetales – el producto más alto y no el más bajo, de los productos no cárnicos). Abel, en contraste, creía que había una diferencia cualitativa entre el hombre y los animales. ¿No le había dicho Dios a los primeros humanos: “Reina sobre los peces del mar y los pájaros del cielo y sobre cada criatura viva que se mueva en la tierra”? Por esto es que él trajo un sacrificio animal. Una vez que Caín vio que el sacrificio de Abel había sido aceptado mientras que el suyo no lo fue, así razonó. Si Dios (que nos prohibió matar animales como comida) permite e incluso acepta favores matando animales como sacrificio, y si (creía Caín) no hay una diferencia última entre los seres humanos y los animales, entonces yo debo ofrecer al ser vivo más alto como sacrificio a Dios, a saber, mi hermano Abel. Caín mató a Abel como sacrificio humano.

Por eso es que Dios permitió comer carne después del diluvio. Antes del diluvio, el mundo se “había llenado con violencia”. Quizá la violencia es una parte inherente de la naturaleza humana. Si iba a haber una humanidad después de todo, Dios tuvo que bajar las demandas al ser humano. Dejen que maten animales, dijo Dios, en lugar de que maten seres humanos – la única forma de vida que no es sólo creación de Dios sino también la imagen de Dios. De ahí la secuencia casi ininteligible de versos después de que Noé y su familia emergieran en tierra firme:

Entonces Noé construyó un altar al Señor y, tomando algunos de todos los animales limpios y pájaros limpios, sacrificó ofrendas quemándolas sobre el altar. El Señor olió el aroma placentero y dijo en su corazón, “Nunca más maldeciré la tierra a causa del hombre, incluso si toda la inclinación de su corazón es malo desde su juventud……”

Entonces Dios bendijo a Noé y a sus hijos diciéndoles…..

“Todo lo que vive y se mueve será comida para ustedes. Así como Yo les di las plantas verdes, ahora les doy todo…

Quien sea que derrame la sangre de un hombre, por un hombre su sangre será derramada; porque a la imagen de Dios, Dios ha creado al hombre”. (Gen. 8: 29 – 9: 6)

De acuerdo a Albo la lógica del pasaje es clara. Noé ofrece animales en sacrificio en acción de gratitud por haber sobrevivido al diluvio. Dios ve que los seres humanos necesitan esta forma de expresarse a sí mismos. Los seres humanos están predispuestos a la violencia (“si toda la inclinación de su corazón es malo desde su juventud”). Si, entonces, la sociedad ha de sobrevivir, los seres humanos necesitan ser capaces de dirigir su violencia hacia los animales no humanos, ya sea como comida o como ofrenda en sacrificio. La línea ética crucial a ser dibujada es entre lo humano y lo no humano. El permiso de matar animales está acompañado de una prohibición absoluta de matar seres humanos (“porque a la imagen de Dios, Dios a creado al hombre”).

No es que Dios apruebe la matanza de animales ya sea para sacrificio o como alimento, pero de eso a prohibir esto a los seres humanos, dada su predisposición genética a la violencia, es utópico. No es por el ahora, sino hasta el final de los tiempos. En mientras tanto, la solución menos mala es dejar que las personas maten animales en lugar de matar a sus compañeros humanos. Los sacrificios animales son una concesión a la naturaleza humana (2). Los sacrificios son un sustituto de violencia dirigida contra la humanidad.

El pensador contemporáneo que ha hecho más para revivir este entendimiento (sin embargo, sin referencia a Albo o a la tradición judía) es René Girard, en libros como Violencia y lo Sagrado, El Chivo Expiatorio, Cosas escondidas desde la Fundación del Mundo. El común denominador en los sacrificios, él argumenta, es:

…la violencia interna – todas las disensiones, rivalidades, celos y disputas dentro de la comunidad que los sacrificios están diseñados para suprimir. El propósito del sacrificio es restaurar la armonía de la comunidad, fortalecer la fábrica social. Todo lo demás deriva de eso (3).

La peor forma de violencia dentro y entre las sociedades es la venganza, “un interminable, infinitamente repetido proceso”. Hilel (a quien Girard tampoco cita) dijo, viendo un cráneo humano florar sobre el agua, “Porque tu ahogaste a otros, ellos te ahogarán a ti, y aquellos que te ahogaron a ti,  serán ahogados al final” (Avot 2:7).

Los sacrificios son una forma de desviar la energía destructiva de la venganza. ¿Por qué entonces las sociedades modernas no practican el sacrificio? Porque, argumenta Girard, hay otras formas de desplazar la violencia:

La violencia es un círculo vicioso cuyo efecto en sociedades primitivas puede ser solamente conjeturado. Para nosotros el círculo se ha roto. Debemos nuestra buena fortuna a una de nuestras instituciones sociales por todas: nuestro sistema judicial, que sirve para desviar la amenaza de la venganza. El sistema no suprime la venganza; más bien, se limita efectivamente a un solo acto de represalia, decretado por una autoridad soberana especializada en esta función particular. Las decisiones del poder judicial se presentan invariablemente como la palabra final sobre la venganza (4).

La teoría de Girad no solo reafirma el punto de vista de Albo. También nos ayuda a entender la visión profunda de los profetas del judaísmo como un todo. Los sacrificios no son fines en sí mismos, sino parte del programa de la Torah de construir un mundo redimido de lo que de otra forma sería un círculo interminable de violencia. La otra parte de ese programa, y el más grande deseo de Dios, es un mundo gobernado por la justicia. Eso, recordemos, fue el primer cargo que otorgó a Abraham, “instruir a sus hijos y a su familia después de él a mantener las formas del Señor haciendo lo que es bueno y justo” (Gen. 18:19).

¿Hemos avanzado más allá de esa etapa de la historia humana en la que los sacrificios de animales tienen un sentido? ¿Se ha convertido la justicia en una realidad suficientemente poderosa que no necesitamos más de los rituales religiosos para desviar la violencia entre seres humanos? Que sería así. En el libro El Honor del Guerrero (1997) Michael Ignatieff intenta entender la ola de conflictos étnicos y la violencia (Bosnia, Kosovo, Chechenia, Ruanda) que ha marcado la cara de la humanidad desde el final de la Guerra Fría. ¿Qué pasó al sueño liberal “del final de la historia”? Sus palabras van al mismo corazón del nuevo orden mundial:

El principal obstáculo moral en el camino de la reconciliación es el deseo de venganza. Ahora, la venganza es comúnmente vista como una emoción baja e indigna, y por ser considerada como baja e indigna, su profundo dominio moral es raramente comprendido. Pero la venganza – moralmente considerada – es un deseo de mantener la fe con los muertos, el honor de su memoria tomando su causa donde la dejaron. La venganza mantiene la fe entre las generaciones…

Este ciclo intergeneracional de recriminación no tiene un final lógico…Pero es en la misma imposibilidad intergeneracional que la venganza cierra comunidades a la compulsión a repetir…

La reconciliación no tiene una oportunidad contra la venganza a menos que respete las emociones que sostienen la venganza, a menos que pueda reemplazar el respeto que implica la venganza con rituales en los que las comunidades que una vez estuvieron en guerra aprendan a llorar juntos a sus muertos (5).

Lejos de hablar de una era ya pasada y olvidada, las leyes del sacrificio nos dicen tres cosas que eran importantes entonces y que son importantes ahora: primera, la violencia es parte de la naturaleza humana, nunca más peligrosa que cuando se combina con una ética de venganza; segunda, más que negar su existencia, debemos encontrar maneras de redirigirla para que no reclame más sacrificios humanos; tercera que la única alternativa definitiva a los sacrificios, animal o humano, es la primera propuesta hecha milenios atrás por los profetas del antiguo Israel. Nadie lo pone mejor que Amos:

Aunque me traigas sacrificios y ofrendas de grano,

No los aceptaré. . .

Pero dejemos que la justicia ruede como un río,

Y la rectitud como una corriente que nunca falla. (Amos 5: 23-24)