Mahsa Amini, una joven kurda de 22 años fue arrestada por la Policía de la Moral, por llevar en forma incorrecta el hiyab, y su muerte mientras se hallaba bajo la custodia policial, desató las protestas de mujeres, adolescentes y niñas, enfrentándose a la autoridad del Líder Supremo, el ayatollah Alí Khamenei.
Pero en realidad, este enfrentamiento entre las mujeres iraníes y el líder supremo, se originó hace muchos años atrás, un 8 de marzo de 1979, el Día Internacional de la Mujer, cuando más de 10.000 mujeres y también algunos hombres, salieron a las calles de Teherán para protestar por el decreto del entonces, ayatollah Ruhollah Khomeini, por el cual disponía el uso obligatorio del hiyab, el velo islámico, tanto en los lugares de trabajo como en públicos.
Aquel 8 de marzo, las mujeres iraníes se reunieron en la Facultad de Derecho de la Universidad de Teherán, y una de ellas, se asomó por una de los ventanales y arrojó su hiyab, fue el primer acto de desafío a la autoridad del Líder Supremo y hacedor del régimen teocrático persa, Khomeini.
Aquellas manifestaciones se prolongaron por casi seis días, incluso se dieron en la ciudad sagrada de Qom, donde vivía Khomeini, con la participación de más de 3.000 mujeres, rechazando el mencionado decreto, sin embargo, lo que siguió fue, agresiones, represión, muchas manifestantes fueron apuñaladas, y hasta el presente, toda niña a partir de los 9 años, debe usar el velo islámico.
Por otro lado, no olvidemos que en el mes de febrero ppdo., se hizo público que al menos 650 niñas y adolescentes fueron envenenadas con gas tóxico, desde noviembre del 2022, en una serie de atentados que buscan forzar el cierre de escuelas para niñas.
Si bien no hubo que lamentar víctimas mortales entre las niñas, si sufrieron secuelas respiratorias y vómitos, y estos ataques, dieron lugar a que el Fiscal General ante, “…la posibilidad de actos criminales y premeditados…”, iniciara una investigación.
En total, por lo que se sabe a través de las redes sociales y videos subidos, es que 58 escuelas en 8 provincias fueron blanco de estos ataques y se relacionaron los mismos, con que las escuelas de niñas han sido uno de los centros de las protestas antigubernamentales, y según testimonios de algunas de las víctimas, el gas utilizado, era similar al lacrimógeno ampliamente utilizado por la policía iraní, en recientes protestas protagonizadas por mujeres y jóvenes, tras la muerte de la joven Mahsa Amini.
La indignación de las mujeres iraníes, especialmente las más jóvenes y adolescentes, que se ha expresado quitándose los hiyab y cortándose el cabello, son las respuestas no sólo al abusivo accionar represor de la Policía de la Moral, sino también, a las políticas patriarcales del régimen teocrático, para el que la mujer por ley, vale la mitad que el hombre.
Por ejemplo, una mujer iraní que debe renovar su pasaporte, debe tener el permiso que por ley tiene que dar su marido, y en caso que su marido no este capacitado para dar la autorización o halla fallecido antes de la renovación, la autorización la debe dar el suegro o en su defecto, los hermanos del esposo, y si no tuviera ninguna de esas posibilidades, el marido de su cuñada mayor lo debe hacer, y esta aberración jurídica, esta determinada en la Sharia, donde establece que el testimonio de una mujer, tal como se señaló, vale la mitad.
Y esto, también se refleja en el Derecho Hereditario, según la Ley Islámica, estipula que la viuda sólo puede heredar una octava parte de los bienes de su difunto esposo.
Es por esto, que desde la instauración de la Revolución Islámica de 1979, que las mujeres han perdido muchos derechos que gozaban en décadas anteriores, como la importante participación, no sólo a nivel social, sino también en el gobierno y en la justicia.
No obstante, la irrenunciable lucha por sus derechos, las mujeres iraníes han obtenido pequeños triunfos, como poder pasarle la nacionalidad a sus hijos, o utilizar bicicletas o conducir motos, algo que nos puede parecer nimias victorias, pero hay que entender la complejidad de aquella sociedad, donde se entrecruzan, lo tradicional y religioso, con aspectos de una modernidad cotidiana, algo que se ha podido palpar tras el final de la guerra Irak – Irán, cuando muchas mujeres iraníes se convirtieron en viudas o con maridos discapacitados, y tuvieron que asumir un rol protagónico en la esfera familiar.
Pero en este régimen teocrático, también se han dado contradicciones en relación a la figura femenina, pues con la Revolución de 1979, muchas mujeres accedieron a la Universidad, en particular, aquellas provenientes del sector religioso, que antes se les oponía a que participaran de un sistema educativo laico de épocas del Sha, y es así, que cerca del 50% son estudiantes universitarias, aunque las carreras relacionadas a la ingeniería y la física, les está restringido el acceso.
Por otro lado, la mujer iraní está sujeta a la abusiva figura legal, “sigheh”, o matrimonio temporal, el que puede durar horas o semanas, según el requerimiento del hombre, que en muchas, por no decir en todas estas circunstancias, es una forma de prostitución velada o encubierta, pues el hombre paga una cierta suma de dinero, que puede llegar a los u$s. 600, que cobra un imán, y que a la mujer, en el mejor de los casos, recibe entre un 10 y 20% de la suma abonada, y esta práctica se da particularmente, entre las mujeres de las capas sociales más bajas.
Otro ejemplo, son los divorcios, donde la mujer debe justificar ante un tribunal las causales, siempre y cuando su marido no se oponga, lo que hace que el proceso, en el mejor de los casos pueda durar varios años, mientras que el hombre puede pedir el divorcio sin ninguna justificación, sólo basta con su testimonio, que tal como se señaló, vale más que el de la mujer, y esto ha llevado ha que ahora la mujer en el contrato nupcial exija implementar una cláusula que le permita solicitar el divorcio cuando ella lo justifique, otra pequeña victoria.
Y en este escenario, el pasado fin de semana se dio un episodio, que de no saber la situación de la mujer en Irán, bien hubiera sido la escena de una película tragicómica, cuando dos mujeres, madre e hija, ingresaron a un comercio y esperaban ser atendidas por el encargado de la tienda, en ese momento, ingresó un hombre que comenzó a confrontarlas, por que la más joven no tenía colocado el hiyab, y acto seguido el individuo tomó un tarro de yogur y las agredió volcando el contenido sobre ambas mujeres, hasta que el comerciante lo echó del local.
Ahora bien, ¿cuál fue la respuesta de las autoridades iraníes?, pues las dos mujeres fueron arrestadas por no usar hiyab en público, algo que se considera ilegal, o no usarlo correctamente, y en esta línea de aberrante pensamiento, un parlamentario del ala conservadora, Hossein Alí Ají Deligani, le envío un mensaje a las autoridades judiciales para que tomen las medidas necesarias para que se termine con el incumplimiento de esta norma, a lo que sumó el mismísimo presidente iraní, Ebrahim Raisi, que manifestó, que las mujeres iraníes deben usar el hiyab, por su cumplimiento obligatorio y legal, y además por ser una necesidad religiosa, eso si, en cuanto al agresor, fue detenido pero simplemente por alterar el orden público.
Finalizando la columna de hoy, las conclusiones son: cuando un dogma religioso se convierte en ideología, el único resultado es un régimen teocrático, donde los derechos y garantías civiles se pierden y sólo reina la intolerancia, otra es, en muchos países de occidente, como en el caso de nuestro país, parece ser que la problemática de la igualdad de géneros, se limita a protestar por imponer el llamado “lenguaje inclusivo”, o por los porcentajes en la constitución de algunos órganos gubernamentales, obviando lo más importante, las capacidades personales y profesionales, pero “mutis por el foro” ante la terrible realidad que viven mujeres y niñas, en los regímenes teocráticos y autocráticos, por todo ello, la frase elegida es de la dramaturga británica Virginia Woolf, que dijo, “…no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente…”.