Los recientes estudios del científico israelí Ariel Novoplansky revelan la importancia de la comunicación de las plantas para su supervivencia. Novoplansky es profesor en la Universidad Ben Gurión del Néguev y trabaja actualmente en una investigación que tiene a las ortigas muertas, o Lamium purpureum, como objeto de estudio.
Si bien las plantas no tienen cerebro, sí tienen la capacidad de recibir y dar mensajes unas a las otras. De la misma manera que cualquier planta en el hogar puede analizar la situación lumínica de la habitación, e inclinarse hacia la dirección en la que hay más luz, también puede elaborar y recibir otro tipo de información.
Las plantas pueden también percibir la sequedad u otras señales de peligro en las plantas vecinas, ante lo que suelen responder cerrando los poros de sus hojas y preparándose para una temporada seca.
Bajo estas premisas, Novoplansky y su equipo trabajan para entender con mayor profundidad los alcances de estas capacidades. A partir de lo estudiado, los científicos aseguran que las plantas pueden “hablar” entre ellas, pero también tienen memoria y pueden planificar a futuro. Este fenómeno se denomina plasticidad fenotípica.
La ortiga muerta es una planta especial porque tiene dos tipos de flores. Una es más grande y abierta, y atrae a los insectos polinizadores. Las otras son pequeñas y diminutas que tienen la capacidad de auto-polinizarse. Según lo estudiado por Novoplansky, esta especie puede regular su proporción de estas dos flores, que variará según la presencia de posibles parejas reproductivas.
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