“Nadav y Avihú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, pusieron fuego en ellos y, tras echar incienso encima, ofrecieron ante .A. un fuego profano, que él no les había mandado ” (Vayikrá 10:1).
Recuerdo las lágrimas que mi padre z”l derramaba cada vez que se leía esta parashá. Decía que al lamentar el sufrimiento del padre que queda destrozado cuando la sucesión natural se interrumpe y los hijos mueren en vida de los padres, rogaba que su muerte sea anterior a la de sus hijos, ya que no hubiera podido soportar tanto dolor. Recordaba que Aarón reacciona con el silencio “vaidom Aarón” -Aarón no dijo nada, quedó mudo, paralizado, no tuvo ni lágrimas ni palabras-. Tan grande fue su dolor que la única expresión que le quedaba era sumirse en el profundo pozo del mutismo.
Es inevitable preguntarnos una y otra vez, cada vez que leemos la trágica muerte de los hijos de Aarón, qué fue lo que hicieron. ¿En qué consistió su error para merecer semejante fin? ¿Cómo podemos concebir que estos dos jóvenes criados bajo la égida, la tutela, y el resguardo de la familia más importante de su tiempo hayan ofrecido un fuego profano?
Como suele suceder nuestros exégetas no se ponen de acuerdo acerca de la causa de su muerte.
Naftali Zvi Yehuda Berlin (1816 – 1893), también conocido como Reb Hirsch Leib Berlin, y por el acrónimo de su nombre, el Netziv, de la famosa Yeshivá de Wolozin, ofrece una profunda explicación del comentario de Torat Cohanim –el libro Vayikrá-, en su comentario Haamek Davar.
El Netziv escribe que Moshé describe una inclinación pecaminosa específica y discreta, que se disimula de ambición espiritual altruista. Según el Netziv, Moshé advierte a la gente de los peligros del celo y la pasión espirituales desenfrenados, la creencia de que tal entusiasmo le permite a uno romper las barreras halájicas y hacer lo que quiera en nombre de Avodat Hashem, el servicio divino. El deseo de servir a Dios en formas que Él no ordenó y que Él no aprueba, por sincero y genuino que se sienta, es una manifestación del yetzer hará es un impulso pecaminoso y especialmente peligroso, ya que está envuelto en un barniz de altruismo.
También en nuestros días las conductas ritualistas, con nuevas ceremonias y ritos, el tzadikismo no coherente con la justicia, o el pietismo exagerado deben ser vistos como una señal de peligro no solamente para quienes lo practican sino para las personas de buena fe que desean elevarse y creen sinceramente en esos caracteres externos, que a diferencia de lo que se propusieron los hijos de Aarón no necesariamente son coherentes con el sentimiento.
Como los hijos de Israel ahora completaban el proceso de construcción e inauguración del Mishcán, un proceso al que abordaron con notable fervor y entusiasmo, y ahora anticipaban ansiosamente la vista de la Shejiná – la presencia mundana de Dios concebida a veces como una luz divina- descendiendo hacia el Mishcán, también en nuestros días debemos ser advertidos: “Este es el cosa que el Señor ha mandado hacer”.
Necesitamos que se nos recuerde que el entusiasmo y fervor no debían llevarlos a ir más allá de los límites que Dios había prescrito, que su celo y entusiasmo debían canalizarse específicamente en la dirección que Él les había trazado, en estricto cumplimiento de sus leyes, instrucciones y normas. Cuando nos invitan a meditar en letras y a desentrañar el significado de sus combinaciones mágicas capaces de curar toda enfermedad, y caemos en la trampa y no nos vacunamos a tiempo para impedir el contagio propio y la transmisión a otros de pestes y enfermedades o nos llenamos de culpa por no haber seguido el consejo de esos santones, corremos el riesgo de morir y de matar.
Según el Netziv, nuestros sabios interpretaron este versículo como un trágico presagio del evento que se relató más tarde: la muerte de Nadav y Avihú.
Después de presenciar el espectáculo dramático de un fuego celestial descendiendo para consumir los sacrificios en el altar, lo que significa la llegada de la Shejiná, Nadav y Avihú, dos de los cohanim recién consagrados, decidieron traer una ofrenda de incienso que Dios no había ordenado. Murieron instantáneamente por el fuego por esta violación del estricto código legal del Mishcán.
De todas las explicaciones, la del Netziv me parece una de las más probables: Los hijos de Aarón, fueron vencidos por el celo y la pasión religiosos, y anhelaron acercarse a Dios a través de su propia ofrenda personal.
Su pecado es precisamente el tipo de error al que se refiere Moshé en su anuncio: “Esto es lo que el Señor ha mandado hacer”. El sentimiento religioso sincero no justifica las acciones que Dios prohíbe.
El fervor espiritual legítimo y genuino debe canalizarse hacia la dirección que nos muestra la Halajá, y no proporciona motivos para eludir los requisitos y restricciones halájicos. Todo aquello que no surge de esa fuente puede ser extremadamente peligroso y lo mejor es estudiar y encontrar las maneras de alejarnos de ese tipo de pasión, por más intensa que parezca.