Mientras no veamos por la ventana derretirse la nieve de la montaña, no nos angustiará el cambio climático. Mientras no tengamos un empleado despedido en nuestra familia directa, no entenderemos la amenaza del desempleo. Mientras no tengamos un adulto mayor dependiente económicamente de nosotros porque no tiene fondo de pensiones, no entenderemos la importancia de tener un ahorro previsional. Mientras no tengamos un familiar directo golpeado por su pareja, no sentiremos el drama de la violencia familiar.
La mente humana tiende a protegerse distanciándose de las situaciones angustiantes, para poder lidiar con aquellas que uno tiene más cerca e inmediatas. Mientras más intensas sean las necesidades y angustias de corto plazo, menos espacio mental habrá para imaginar el futuro y más aun para actuar de modo que lo que hagamos hoy, aunque no genere beneficios inmediatos, lo haga en el futuro. El ejemplo paradigmático es el del retiro de fondos de las AFP para atender el corto plazo, dejándonos desamparados para el largo plazo. O la elección displicente de autoridades incompetentes o corruptas, para desembalsar la ilusión surgida de una molestia inmediata.
Una de esas áreas en las que la premura del corto plazo debilita las mejores opciones para el largo plazo es la educación. Si todo el esfuerzo escolar está orientado a presionar para sacar los mejores resultados en los convencionales exámenes escolares y todo aquello que rodea la admisión universitaria generalmente orientada a replicar lo ya conocido, queda poco espacio para incorporar la incertidumbre y lo desconocido al pensamiento de los alumnos, así como el cultivo genuino de la resiliencia y las habilidades para el pensamiento crítico, originalidad, investigación y las socioemocionales, que serán trascendentes para la vida laboral, ciudadana y los emprendimientos del mediano y largo plazo.
La mejor evidencia de la ausencia del futuro en la visión de vida de las personas la podemos ver en nuestro país. En niños y adolescentes, no aquilatar que su conducta y desempeño social tienen un enorme impacto en su autoimagen y prestigio, que serán parte de su identidad y la posibilidad de tener viento a favor en el futuro, más aún cuando todo lo publicado en las redes formará parte de su legajo permanente. En los adultos, todos los que asumen cargos de autoridad (presidentes, ministros, congresistas, gobernadores, alcaldes) que por pensar en el uso y disfrute del poder en el corto plazo, no tienen presente que terminado su encumbramiento temporal vendrá la rendición de cuentas, razón por la que hay tantos acusados, presos y sentenciados. Lo mismo se puede decir de tantos desempleados que alguna vez tuvieron un buen empleo, pero no fueron previsores. O tantos enfermos crónicos, por no cuidar su salud tempranamente. O tanta gente que se gasta el dinero familiar en un primer título en una universidad privada, cuando ese título podría obtenerlo en una universidad pública para luego invertir lo no gastado en un posgrado público o privado de prestigio internacional, que es el que pondrá el sello académico real a sus estudios y opciones laborales.
Pensar en el futuro… ese es el reto de la educación para toda la vida.