Shoá y Sionismo

Pasado Iom Hashoá ayer y a una semana de Iom Hazicarón y Iom Haatzmaut, algunos apuntes y reflexiones sobre el vínculo entre el primero y los segundos. A la pregunta, en primer lugar, acerca de si existe el vínculo, la respuesta inequívoca es que sí; la cuestión es qué tipo con qué implicancias o consecuencias.

La mera sucesión en el tiempo del fin de la 2ª Guerra Mundial y la liberación de los campos de concentración nazis a mediados de 1945 y la votación en la recién creada Naciones Unidas sobre la partición de Palestina en dos estados (uno judío y uno árabe) en noviembre de 1947 (escasos dos años) sugiere un nexo histórico difícil de negar; sin dudarlo mucho, ante la inminencia de la salida de los ingleses de la entonces Palestina, Ben-Gurión declara el Estado de Israel en mayo de 1948, a sabiendas de la guerra a la que se enfrentarían los seiscientos mil judíos ya radicados allí. En total no fueron más de tres años, lo cual en términos históricos es insignificante.

El historiador Paul Johnson construye en su “Historia de los Judíos” una concatenación de hechos que desembocan en la creación del Estado de Israel en 1948, punto culminante de la historia sionista. Básicamente, se remonta al regreso de los judíos a Inglaterra en el siglo XVII y de allí a las colonias en América del Norte sentando las bases de la comunidad judía en los EEUU, la más influyente de la historia. Al mismo tiempo, explora la fascinación protestante de muchos líderes ingleses con la historia de Israel y su romántica visión del regreso a su tierra, contexto en que se encuadra la Declaración Balfour de 1917. La relación de Jaim Weizmann con los ingleses, ofreciendo sus conocimientos científicos, y la clara postura pro-sionista de algunos gobernantes ingleses (los había profundamente antisemitas), también es un marco favorable.

Sin embargo, es la coincidencia de algunos hechos fortuitos y breves (por ejemplo, la alineación de los EEUU y la URSS) lo que permite que la votación en la ONU sea favorable a la partición. En ese contexto, no sería lógico descartar la sensibilidad producida por las víctimas de la Shoá y todo lo que se fue descubriendo al respecto. Esto no implica que el Estado de Israel, el éxito del proyecto sionista, se deba a la Shoá. Como la historia lo demuestra, el Sionismo y el Movimiento Sionista existían y crecían desde fines del siglo XIX en el marco de los movimientos nacionalistas europeos. La colonización judía en la Tierra de Israel data ya de 1881. La idea de la tierra ancestral como refugio antecede al aporte político de Herzl. A su vez, las siguientes olas migratorias no son consecuencia directa de la política sionista. En todo caso, corren en paralelo.

El espacio de tiempo que transcurre entre 1945 y 1947-8 ha sido siempre una especie de nebulosa histórica. El escritor israelí Yossi Klein-Halevi, nacido en los EEUU y emigrado a Israel en 1982, está trabajando en un nuevo libro específico sobre los refugiados de 1945, aquellos sobrevivientes a la Shoá que tuvieron que buscar un camino hacia una nueva vida después de la tragedia. En una conferencia en junio de 2022 en Jerusalém compartió, en el contexto de su preparación del libro, algunas ideas vinculando la Shoá y el Sionismo. Comparto alguna de ellas en mi versión de los apuntes que tomé en aquel momento.

En estos días de Iom Hashoá abundaron los posteos que decían más o menos así: “Israel no se creó como consecuencia de la Shoá. La Shoá no hubiera existido con Israel”. Es muy probable que así sea, aunque la historia jamás puede ser especulativa. Lo que sostuvo Klein-Halevi es que no sólo hemos sido el pueblo que experimentó la Shoá, sino que somos quienes la derrotamos; la creación del Estado es parte de esa derrota. Más aún: no sólo la Shoá no es LA razón de la existencia del Estado de Israel, de hecho casi aborta su nacimiento (basta imaginar que los Nazis no eran derrotados). En este sentido, la propuesta de Klein-Halevi se enmarca dentro de la teoría de la “ventana de oportunidad” de Paul Johnson.

Klein-Halevi explora mucho más profundo en los vínculos entre Shoá y Sionismo. Sugiere que la Shoá erosiona la credibilidad de la religión judía; no en vano se inicia con la Kristallnacht, la quema de los textos judíos sagrados. Según el autor, los Nazis sabían Judaísmo, sabían dónde atacar. La Shoá incluso descarta el concepto de la asimilación, no hay posibilidad u opción en que los judíos y el judaísmo puedan existir. La destrucción debe ser física y espiritual. Cita a un tercero: en Sinaí recibimos la Torá, en Auschwitz la devolvimos. En este contexto, la creación de Israel-Estado y el Sionismo son la única respuesta posible y legítima a la desolación posterior a la Shoá. Dice incluso: la plegaria judía no está garantizada, hoy debe su existencia al Sionismo.

Finalmente, señala Klein-Halevi que en diez años se cumplirá un siglo de la irresistible ascensión de Hitler al poder. La Shoá está pasando de ser una herida abierta a una memoria colectiva e identitaria. En Pesaj no se nos comanda a recordarnos a nosotros mismos como esclavos en Egipto sino como quienes fuimos liberados de la esclavitud Egipto; en el futuro, debemos vernos a nosotros mismos como quienes pudimos dejar Auschwitz atrás: sobrevivirlo.

En agosto de 2016 con motivo de los treinta días de la muerte de Eli Wiesel Z’L tuve el privilegio de hablar en el marco de la Cámara de Diputados del Parlamento de Uruguay. En aquella oportunidad aventuré, en el contexto de la centralidad del Sionismo en mi identidad judía, que éste era la gran respuesta que el Judaísmo se dio a sí mismo en la era que sobrevino a la Shoá. Por supuesto no fue una improvisación: el Sionismo venía madurando como respuesta a miles de años de abusos, persecución, y violencia que culminaron en la Shoá. Sin la profundidad intelectual y conceptual de Yossi Klein-Halevi, de alguna manera intuía por entonces este vínculo innegable. El mismo no es sólo parcial, en el sentido que no explica todo en torno a ambos fenómenos (Shoá y Sionismo); lo más complejo es que se puede prestar a manipulación ideológica. Ahondar en el tema nunca está de más.

Ianai Silberstein