La fiesta de Shavuot

Ya en el período del Segundo Templo e indubitablemente desde el período rabínico en adelante, Shavuot ha sido identificado como el día de la revelación en el Sinaí.

El texto bíblico no afirma en ninguna parte que la Torá fuera entregada el seis de Siván, fecha de Shavuot.

Nuestros sabios nos enseñaron que la disposición de los sucesos históricos tal como lo describe la Torá no tiene un orden cronológico.

Nuestra Ley está más allá del tiempo y del espacio y no en vano sigue teniendo vigencia universal y atemporal.

Sin embargo, nada de lo que está comunicado en las Escrituras, es casual.

No es impensado que “Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim” [Shemot 17:8] y que “Oyó Itró, sacerdote de Madián, suegro de Moshé, todas las cosas que Dios había hecho con Moshé, y con Israel su pueblo, y cómo había sacado a Israel de Egipto” [Shemot 18:1], aparezcan en la Torá como prólogo a los Diez Mandamientos: ”Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” [Shemot 20:1].

Esta disposición del Libro Sagrado fue tratada particularmente por el Rav Yosef B. Soloveitchik quien sugirió que la yuxtaposición de estos tres acontecimientos tiene como objetivo darnos una lección.

Itró era un gentil prominente; líder religioso de Madián que arribó al campamento de los israelíes con una mente abierta. No se dejó guiar por rumores y decidió observar por sí mismo lo que los logros de los esclavos recién manumitidos y averiguar qué estaban a punto de emprender. Quedó tan impresionado por lo que vio que renunció al paganismo. Itró era una persona consecuente, cuya reacción debería haber sido emulada por otros gentiles que presenciaron la entrega de la Torá.

Los amalecitas, asimismo razona el Rav, también quedaron impresionados con los hijos de Israel, pero su reacción fue diferente a la de Itró. Creían que una nación que sigue leyes diferentes de las que prevalecen en todo el mundo, es una amenaza para la sociedad y debe ser erradicada. Máxime si recibe normas morales y sociales en una entrega pública y ruidosa. Amalec vino y atacó a los israelitas que no les habían amenazado de ninguna manera. Esta fue su reacción a la entrega de la Torá. Se sintieron amenazados por quienes eligen otro camino que por su coherencia les resulta amenazante y peligroso.

Tantos años después, volvemos a encontrarnos con actitudes similares de quienes siguen las acciones del pueblo judío y el desarrollo del moderno Estado de Israel.

Hay quienes respetan nuestra forma de ser con sinceridad y entre ellos algunos hasta buscan emularnos. En nuestro tiempo el pensamiento judío va siendo conocido por personas que se interesan por otros modelos éticos y ven trastabillar a sus sociedades. Beben sedientos textos que les son ajenos.

Y hay quienes no pueden tolerar que sigamos buscando un camino propio, que les resulta inconcebible. Para ellos todos deben ir por el mismo carril y si alguno encuentra una senda diferente debe ser combatido.

Según la Torá, la presentación del primer conjunto de las tablas dadas a Israel en el Monte Sinaí, fue con tremenda fanfarria y así fue recogida la escena en las plegarias de nuestro año nuevo: “Con voces y truenos Te revelaste a ellos y a través del sonido de un Shofar Te les apareciste”.

La recepción de la Torá, y de su nuevo código moral, presentaba una nueva perspectiva y un nuevo conjunto de leyes. Era importante que lo conocieran, para que el mundo tenga otras posibilidades de convivencia y respeto, distintas a las de ese tiempo y de esa manera que todos descubrieran que hay normas que no son producto de la decisión del más fuerte y rico, sino que la moral está por encima de los intereses particulares.   

El propósito de la entrega de la Torá fue convertir el universo entero en una residencia digna para los seres humanos y un espacio para la Presencia Divina.

La Torá fue ofrecida a todos, y no tardará en ser aceptada como un excelente manual de vida por quienes buscan un camino que les satisfaga éticamente.

La concatenación del relato bíblico, nos permite suponer que también hoy como en aquel tiempo, encontraremos a personas y gobernantes que no pueden ceder sus privilegios y nunca aceptarán acatar una ley que exija conductas éticas. Por eso no deberemos sorprendernos su odio despiadado y su deseo de destruir a quienes son fieles a la Ley Divina.

Es suficiente abrir un periódico u oír las noticias que nos inundan, para enterarnos de lo que sucede cuando regímenes omnímodos causan la destrucción del más débil sin ninguna razón y sin haber sido molestados ni agredidos. Somos conscientes de las desigualdades económicas y del sufrimiento de millones de personas que no cuentan con los más mínimos niveles de ingresos y por ello no tienen techo ni alimentos y menos aún medios para educar a sus hijos.

Las personas reaccionarán ante nosotros como tantas veces en la historia de una de dos maneras, como Itró o como Amalec, y debemos estar preparados para ambas reacciones.

Quizás la yuxtaposición de las historias relatadas en el libro del Éxodo, tenga también otro mensaje: que nosotros sepamos elegir entre ser discípulos de Amalec o de Itró. Ambos ajenos que nos miraron con circunspección, miramiento y consideración, para que nosotros podamos vernos sin distorsión y poder sintonizar nuestras sensibilidades morales más profundas. Poder encontrar un nuevo equilibrio entre tradición y moral. Al mismo tiempo, tener presentes nuestras sensibilidades morales cuando éstas chocan con el significado literal de la Torá. Así nos enseñó el rabino Kuk (Orot Hakodesh 3, Introducción [11], p. 27): “El temor a Dios no debe anular el sentido de la moralidad natural del ser humano”, en la medida en que estas sensibilidades honorables son evidentes por sí mismas podremos considerar el nuevo clima cultural que impone tales conflictos de conciencia como un detonante enviado por el cielo, que nos induce a entender correctamente al significado literal de lemas y cantos y a circunscribirlos. Esta es la tarea de la ley oral y de todas las herramientas teológicas, jurídicas y hermenéuticas que la tradición nos ha proporcionado precisamente para este fin.

A diferencia de Amalec nosotros debemos hoy buscar la empatía con el Otro y la repulsión por las expresiones de venganza indiscriminada, que se oyen en tiempos difíciles como los que nos toca vivir, particularmente en Israel.

Recibiremos nuevamente la Torá, esta vez alejándonos de los residuos de Amalec y buscando sintonizar con los discípulos del suegro de Moshé.

Esfuerzo nada fácil pero necesario.

Jag Sameaj,

por el Rabino Yerahmiel Barylka

 

La entrada La fiesta de Shavuot aparece primero en Aurora.