Tanto el actual presidente Joe Biden como su antecesor, el expresidente Donald Trump, se anticipan como los posibles ganadores del largo período de las primarias de sus respectivos partidos en 2024. Así, veremos cómo los dos rivales de 2020 vuelven a enfrentarse en la arena electoral, aunque desde posiciones diferentes.
Joe Biden ha anunciado que competirá por un segundo período consecutivo, algo que en 2020 era impensable por la edad del actual primer magistrado. No obstante, ya sea por la persistencia de Trump como claro favorito en la base de votantes republicanos, como por la ausencia de un precandidato demócrata con la suficiente envergadura como para competir exitosamente ante el expresidente republicano. Incluso ya se promociona la repetición de la fórmula Biden-Harris, aun cuando podría cambiarse la acompañante en el binomio. El hecho de que la tan anunciada ola de triunfo republicana en las elecciones de medio término no ocurrió, con apenas una ganancia muy por debajo de sus expectativas en la Cámara de Representantes, fortaleció a Biden en camino al 2024, también frente a sus críticos internos desde la izquierda.
Donald Trump, pese a los escándalos o quizás gracias a ellos, se ha mantenido con una base indestructible que está dispuesta a votarlo en cualquier circunstancia. A ese votante no parecen afectarle las escenas de la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021, ni los cargos por los que mañana martes deberá presentarse mañana ante un juzgado en Miami, por la retención indebida de documentos oficiales clasificados, falso testimonio y obstrucción a la Justicia. Las fotografías de cajas con documentación de Defensa en los baños y habitaciones de su residencia en Mar-a-Lago, al alcance de cualquier visitante a sus fiestas y reuniones sociales, es un quiebre al más elemental sistema de seguridad, reteniendo documentación que debería permanecer en la sede de organismos oficiales. Trump, como siempre, culpa al FBI, al Departamento de Justicia y a los fiscales de una “caza de brujas”, discurso al que se pliegan varios de sus diputados más cercanos, mezclándolos con teorías conspirativas que nutren el imaginario de gran parte del electorado estadounidense. A su vez, reclaman la investigación del hijo del presidente, Hunter Biden, por sus negocios en el exterior y evasión de impuestos.
Si bien DeSantis, gobernador de La Florida, intenta enfrentar a Donald Trump con posiciones todavía más a la derecha, enfrentando a Disney y su perspectiva de género, esto no le alcanza para derrotar en las primarias al expresidente. Si bien el trumpismo ha superado al propio Trump en la narrativa, no deja de ser el canalizador de toda una corriente política que se identifica como “nacionalismo cristiano”, y que clasifica con desdén a los moderados del Partido Republicano como RINO (Republican In Name Only, “republicano sólo de nombre”).
El péndulo de las democracias se está volcando hacia los extremos ideológicos, peligrosamente, jugando con fuegos que será cada vez más difícil de controlar y apagar.
Ricardo López Göttig