Parashat Shelaj Lejá

Una de las causas de la ansiedad es la duda en cuanto al éxito o fracaso que le espera a uno cuando está por iniciar un nuevo emprendimiento.

Cuánto más importante es el emprendimiento, tanto más estrés le puede provocar hasta paralizarlo u optar por no seguir adelante con el riesgo.

¿Cómo se hace para superar ese miedo natural?

En la lectura de esta semana, Shelaj , leemos cómo el pueblo judío experimentó una situación con estas características, las consecuencias de su actitud de miedo y las herramientas que la Torá nos da para poder superarlo.

Luego de haber salido de Egipto y haber recibido la Torá en el monte Sinaí, el pueblo judío estaba por cumplir con el siguiente paso: la conquista de la Tierra Prometida.

Por pedido del pueblo y con autorización de Di-s, Moshé envió doce hombres, príncipes de cada una de las doce tribus, para explorar la tierra y ver sus condiciones agrícolas como también sus fuertes y debilidades para poder desarrollar una estrategia de conquista. Les dio instrucciones en cuanto a los detalles que debían asesorar. También les pidió que traigan muestras de los frutos de la tierra para que el pueblo vea la bendición que tenía la tierra que iban a conquistar.

Los doce espías recorren la tierra durante cuarenta días y vuelven al desierto con su informe. Diez de ellos dan el siguiente informe: “la tierra es muy fértil”, dijeron y les mostraron las frutas extraordinariamente grandes y suculentas que habían traído. “Pero,” continuaron, “ el pueblo que habita la tierra es muy fuerte y las ciudades son grandes y fuertemente fortificadas. También vimos ahí los hijos de los gigantes”. Uno de ellos, Caleb, viendo la dirección que tomaba el tema, intervino para seguir con el informe con la intención de darle un viraje positivo, concluyendo que iban a poder conquistarlo. Sus compañeros (menos Iehoshúa (Josué)) le discutieron diciendo que era imposible conquistar la tierra. El pueblo creyó el informe negativo de los diez y empezaron a llorar y a quejarse a Moshé por haberlos sacado de Egipto para morir por la espada, “¡volvámonos a Egipto!”, reclamaron.

Fue un gran momento de crisis para Moshé y Aharón, los líderes del pueblo.

La conclusión del tema fue que Di-s intervino. Los diez espías que hablaron mal murieron por una muerte inusual y en cuanto al resto del pueblo, en vez de entrar directamente a conquistar la tierra, habrán de deambular cuarenta años por el desierto hasta que la generación de adultos que había salido de Egipto (con excepción de Josué y Caleb, los dos espías que hablaron bien de la tierra) muriera y recién sus hijos entrarían a conquistar la tierra.

Está claro por qué la situación provocó tanta ansiedad. A un pueblo de esclavos recién liberados se le dice que tiene que librar una guerra contra pueblos fuertes, bien armados y entrenados. ¿Por qué fueron castigados por su miedo; no era lógico que ante semejante desafío tengan miedo? Además, en cuanto a los espías que dieron el informe negativo, ¿no los había enviado Moshé para que evalúen la situación y traigan su informe? ¿Por qué fueron castigados por contar lo que vieron?

Hay muchas explicaciones. Entre ellas:

Los diez espías que volvieron con el informe negativo se equivocaron en varios detalles:

1) Fueron enviados para evaluar cómo era la mejor manera de conquistar la tierra; y no para opinar sobre si era posible o no conquistarla;

2) Moshé no los envió porque él quería saber cómo era la tierra; los mandó para que ellos vieran cómo era para así salir adelante convencidos por ellos mismos y no solo por confianza en Moshé.

Analicemos estas dos explicaciones y cómo podemos aplicarlas a la ansiedad que surge en nuestras vidas personales.

1. Uno de los fundamentos del judaísmo es la Providencia Divina, o sea que todo lo que sucede en el mundo es por diseño Divino.

Cuando uno se encuentra en una situación, no es por casualidad, sino por causalidad. Uno no controla lo que pasa con él; puede decidir qué hacer con la situación en la que se encuentra. Cada situación a la que uno llega es por Providencia Divina. Si Di-s te llevó a ese lugar en ese momento es porque hay algo ahí que debes y puedes hacer, tanto por tu propio beneficio y realización personales como para los de la coyuntura específica (persona, momento y lugar) en la que te encontrás. La determinación de tu misión —”la conquista de la parte de la Tierra Prometida espiritual que depende de tí”— no depende de tí, tampoco el éxito o el fracaso. Lo único que depende de tí es optar por hacer todo lo que esté a tu alcance por cumplir con tu misión o no. No le corresponde a uno determinar si puede o no “conquistar”, o sea cumplir con su misión, sino cómo es la mejor manera de lograrlo. Sabiendo con certeza cuál es la misión de uno y que el éxito no depende de él sino el esfuerzo –el éxito viene de Di-s— sirve para eliminar, en gran medida, las dudas y la ansiedad que provocan. Si Di-s confía en ti, quédate tranquilo que podés cumplir con Su expectativa.

2. Muchas veces la ansiedad viene porque uno se atribuye demasiada importancia y responsabilidad. Mucha responsabilidad empodera y motiva; demasiada responsabilidad paraliza y aplasta.

¿Cómo se hace para determinar la diferencia entre “mucho” y “demasiado”? “Demasiado” se puede considerar todo lo que uno piensa, dice o hace y no es productivo.

¿Cómo hago, entonces, para determinar si mis esfuerzos serán productivos?

En primer lugar hay que determinar cuáles son tus capacidades. Si las responsabilidades asumidas están dentro de dichas capacidades, cuánto más responsabilidad, tanto más productivo serás y tanto más realizado y satisfecho te sentirás al cumplir con ellas. En cambio, si asumís responsabilidades más allá de tu capacidad, motivado por un ego inflado, terminarás aplastado y desilusionado.

¿Cómo hace uno para saber cuáles son las metas y objetivos que sirven para desafiar, expresar y fortificarlo y cuáles son los que terminarán destruyéndolo?

Es muy difícil determinarlo solo. El amor propio interfiere con la objetividad. Como consecuencia del amor propio uno puede perdonarse demasiado para no salir de su zona de confort o, por su ego inflado, exigirse demasiado.

Para poder resolver el tema tenemos la receta de nuestros sabios: Asé lejá Rav; designate un maestro. No es tarea fácil elegir un maestro con quien consultar y determinar el camino justo a elegir en cada coyuntura; más difícil es transitar por la vida sin hacerlo.

 

Fuente: Chabad