Ludwig van Beethoven fue uno de los músicos más trascendentales de la música clásica de Occidente. Murió a los 56 años en 1827 y su cuerpo está enterrado en el cementerio de Viena, Austria, en la misma ciudad en la que falleció.
Paul Kaufmann, un empresario judío estadounidense, encontró en 1990 en la caja de seguridad de su familia en un banco francés un caja etiquetada “Beethoven”. Allí encontró diez fragmentos de huesos, que se cree que corresponden al cráneo del compositor.
El tatarabuelo segundo de Kaufmann era Franz Romeo Seligmann, un médico austriaco. Él es el que habría comprado estos fragmentos en una exhumación del cuerpo de Beethoven en 1863. Los antepasados de Paul llegaron a Estados Unidos escapando del nazismo, y con ellos trajeron estos restos como parte del acervo familiar.
Por decisión de Kauffman, los restos fueron enviados de vuelta a Viena, donde se realizará un análisis para confirmar que se trate de Beethoven. El estadounidense donó sus pertenencias a la Universidad de Medicina de Viena para futuras investigaciones.
Christian Reiter, un médico forense austriaco, afirmó que lo que habían recibido era un “material realmente valioso, con el que esperamos seguir investigando en los próximos años. Ese también era el deseo de Beethoven”.
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