Durante la Segunda Guerra Mundial, numerosas personas homosexuales murieron en campos de concentración nazis. Un hecho que habría sorprendido a algunos de los iniciadores del movimiento hitleriano tan solo unos años antes, porque varios de sus dirigentes eran conocidos por su homosexualidad. Lo recuerda Luigi Strippoli en un artículo publicado en La Nuova Bussola Quotidiana que resume esta historia con nombres y apellidos:
¿Qué sabemos acerca de la relación entre nazismo y homosexualidad? A inicios del siglo XX, Alemania poseía una característica que la hacia única: gozaban de gran difusión, mucho más que en otros países, la astrología, las doctrinas de la reencarnación, las asociaciones nudistas y vegetarianas, y las comunidades homosexuales.
Muchos de estos ingredientes los volveremos a ver, combinados de otras formas, en la vida de algunos jerarcas. Hitler, por ejemplo, era vegetariano, creía en la reencarnación y consultaba a magos y horóscopos; Rudolf Hess era una apasionado del magnetismo, de la hipnosis, de drogas de naturaleza homeopática y de péndulos de adivinación…
Expansión de la homosexualidad en Berlín
En la ciudad de Berlín la homosexualidad, escribe el gran historiador judío y homosexual George Mosse (19181999) en el estudio más célebre sobre el tema, Nationalism and Sexuality [Nacionalismo y sexualidad], es ostentosa y “los bares para homosexuales pasaron de cuarenta en 1914 a ochenta en 1929”. La homosexualidad, junto al nudismo, goza de gran prestigio; éste se mantendrá en los campos de los jóvenes SS, en buena parte del mundo militar y nacionalista alemán.
Esto es debido, ciertamente, a las experiencias de camaradería entre hombres propias del ejército y después de la Gran Guerra, pero también por la convicción, difundida por algunos escritores homosexuales, de que “el espíritu de camaradería” de los homosexuales hace de ellos “los mejores soldados”. Para estos defensores del orgullo homosexual, los homosexuales constituyen “la flor de la virilidad” y sus cuerpos desnudos son símbolo de fuerza, coraje, desprecio de los pseudo-valores burgueses y cristianos (pudor, discreción…). Los movimientos nudistas y homosexuales alemanes, observa Mosse, se sitúan normalmente a la derecha, predican una visión anti-femenina, propia de gran parte de la cultura nacionalista, y profesan doctrinas racistas.
El caso de las SA de Ernst Röhm
Personalidades como el escritor Hans Blüher, el artista Elisar von Kupffer o el médico Karl-Günther Heimsoth (inventor del término “homofilia”) simpatizan abiertamente con el partido nazi, que entonces puede contar sobre un brazo armado, las SA, guiado por personalidades notoriamente homosexuales. El jefe de las SA, el hombre más poderoso del partido junto a Hitler, es Ernst Röhm: un famoso homosexual, como muchos otros jefes de las SA.
Escribe Mosse: “En 1932 Hitler había defendido con firmeza a Röhm cuando éste fue públicamente acusado de corromper a la juventud abusando de su grado de comandante para seducir a algunos de sus hombres”.
Hitler sabe perfectamente que entre los jóvenes seducidos y atraídos por él y dispuestos a seguirle hasta la muerte hay, como refiere también Joachim Fest en su El rostro del Tercer Reich, muchos homosexuales. Fest, uno de los historiadores más famosos y cualificados acerca del nazismo, subraya “la impronta típicamente homosexual de las SA” y resalta el hecho de que los primeros nazis eran normalmente personas apátridas y desarraigadas que desdeñaban “los vínculos sólidos y, por lo tanto, la relación con una mujer y la familia”; en la mujer veían sólo el medio para procrear y en el amor homoerótico una dignidad superior.
Esta unión entre homosexualidad y nazismo es denunciada en la época tanto por los opositores de izquierdas, como por polemistas católicos, y será confirmada por la historiografía sucesiva (y por películas como La caída de los dioses, de Luchino Visconti, famoso homosexual, que sin embargo presenta la degeneración moral nazi y la práctica de la homosexualidad como relacionadas entre ellas).
La ruptura y el viraje
Si todo esto es verdad, ¿qué deteriora esta relación?
Los historiadores conocen bien la sucesión de los hechos: una vez que el nazismo llega al poder, entre Hitler y las SA que lo han acompañado hasta ese punto nace una fuerte rivalidad. Ernst Röhm, el hombre más fuerte del partido después de Hitler, aspira a un diunvirato y quiere imponer su visión, menos cauta que la de su amigo Adolf, acerca de las relaciones con el ejército regular, la economía, la burguesía alemana…
En ese momento -estamos en el año 1934-, Hitler decide anticipar probables movimientos de su amigo y utiliza para desacreditarlo la acusación infamante que hasta ese momento había mantenido escondida. Declara: “Röhm y los jefes de las SA son homosexuales y pedófilos”. Lo que todos en el partido ya saben, es ahora denunciado por quien ha recibido de las SA beneficios y ayuda para alcanzar el poder.
Como se puede leer en Wikipedia, en la voz italiana Storia degli omosessuali nella Germania nazista e durante l’olocausto, “la homosexualidad de Röhm, que no había constituido un obstáculo a su carrera mientras había estado en sintonía con la jerarquía nazi, se convirtió de repente en un pretexto útil para justificar su eliminación física y la necesidad de ‘purgar’ su ‘corrompido’ entourage”. El periódico francés Le Temps, el 3 de julio de 1934, informa: “El verdugo (Hitler) se vuelve púdico. No sólo mata: predica. Ha tolerado la violación y las orgías y cuando considera que debe defenderse a sí mismo, ataca en nombre de la virtud…”.
En la famosa “noche de los cuchillos largos”, arreglo de cuentas dentro del partido nazi, muchos jefes de las SA son asesinados mientras están disfrutando de algunos días de vacaciones concedidos por el jefe Röhm y se están divirtiendo con algunos conmilitones y algunos muchachos. El historiador francés Max Gallo, en La noche de los cuchillos largos, describe una noche típica de Röhm y de otros jefes de las SA, “elegidos en base a criterios sexuales”: después de beber abundantemente, “participa toda la noche en un orgía con sus Lustknaben, sus amados jovencitos”.
Hitler, que por su parte es un perverso maniaco sexual que ha empujado a su prima al suicidio puede, por consiguiente, construir a partir de este momento una nueva acusación, del todo instrumental, contra sus antiguos amigos, convertidos en adversarios: “¡Homosexuales y pedófilos!” La acusación se volverá mortal en manos de Himmler, subalterno de Röhm y que tiene una visión política distinta, una relación no resuelta con su propia sexualidad y que considera la homosexualidad perjudicial porque lleva a la extinción de la raza.
Así, recuerda Mosse, la propia historia de las SA será escrita de nuevo y el nazismo, a pesar de que sus jerarcas frecuentan a menudo burdeles, desprecian a la familia y a la mujer, empieza a tejer el elogio de la familia y, con el tiempo, contempla la idea de incentivar las relaciones extramatrimoniales, el libertinaje sexual de los hombres y la prostitución, con el fin de que nazcan más alemanes, futuros soldados.
Por qué la persecución posterior
La persecución de los homosexuales, hasta ese momento muy bien representados en el partido, se afirma sobre todo con el estallido de la Segunda Guerra Mundial por dos motivos: el primero es que la presencia de los homosexuales entre las filas del partido y del ejército es sentida como una amenaza para la fuerza numérica de la nación y, el segundo, porque crea lobbies y vínculos clandestinos que pueden escapar al partido (no es así con el lesbianismo, que no es perseguido); la acusación de homosexualidad y pedofilia se convierte en la más cómoda para eliminar a los opositores, sin casi proceso.
De este modo, bajo la acusación de homosexualidad, caen también los adversarios políticos y muchos sacerdotes católicos, que son desacreditados a los ojos de sus fieles, reos por haberse opuesto al régimen y que acabarán en los campos de concentración con un triángulo rosa cosido en sus ropas, aunque no sean para nada homosexuales.
Fuente: Religión en Libertad