Cuando Trump fue Pandora

Después de la intervención soviética en Afganistán en 1989, el país asiático se vio inmerso en una sectaria guerra civil, hasta que en 1996 los talibanes establecieron el Emirato Islámico, y por cinco años, gobernó en base a la interpretación radical de la Sharía, convirtiéndose en una verdadera teocracia.

 

Tras los ataques del 11 de septiembre del 2001 en New York, los EE.UU. y la OTAN intervinieron militarmente en Afganistán, y tras derrocar al régimen talibán liderado por Mohammad Omar, instaló un gobierno pro-occidental, lo que no impidió una nueva guerra afgana, hasta que en el 2014, la coalición liderada por Washington declararon que abandonaban la participación en el conflicto armado, aunque mantuvieron un mínimo de tropas apoyando al gobierno, y para el 2020, los talibanes, que para entonces controlaban la mitad del país, entablaron conversaciones con las autoridades gubernamentales, para alcanzar la pacificación y construir un régimen constitucional, pero las negociaciones fracasaron y el conflicto continuó hasta el 2021, cuando ya el Talibán, prácticamente de hecho gobernaba el país, y declaran a Afganistán como un Emirato Islámico.

 

Para abril de ese año, el Sec. Gral. de la OTAN, Jens Stoltenberg declaró que a partir de mayo, se iniciaría el retiro de la tropas de la Alianza Atlántica, aunque los informes de la inteligencia estadounidense, consideraban que una vez efectivizado el retiro total del contingente militar occidental, el gobierno afgano colapsaría en aproximadamente seis meses, no obstante esta advertencia, para mediados de agosto el aeropuerto internacional de Kabul fue escenario de una masiva evacuación, no sólo de los últimos efectivos militares estadounidenses, sino también de civiles occidentales, diplomáticos y afganos, entre ellos, el hasta entonces presidente Ashraf Ghani Ahmadzai, acciones que no fueron interferidas por los talibanes.

 

Una vez que el Talibán se hizo de facto del poder, instauraron un gobierno provisional, el que no fue reconocido por grupos tribales antagónicos y ex funcionarios del anterior régimen, y concentraron la resistencia en el valle de Panshir, la que finalmente fue eliminada, con lo cual culminó una guerra que entre el 2001 y el 2021 costó 90.000 vidas y más de 100.000 heridos, y  constituyó el conflicto más prolongado que ha sostenido EE.UU..

 

Desde el regreso del Talibán al gobierno, la situación de Afganistán ha empeorado, sin olvidar que la misma ya era crítica cuando se produjo la ya señalada retirada caótica de tropas y civiles, pero las consecuencias han sido devastadoras, y las proyecciones económicas realizadas por el Banco Mundial son realmente nefastas, como ser, desde agosto del año ppdo., la economía de este país se ha contraído un 35%, los ingresos y la producción han caído significativamente, la tasa de desempleo supera el 40% y la de pobreza alcanzó en diciembre del 2022 el 97%, a esto debemos sumar una crisis en el campo de la salud y la desnutrición, algo que había adelantado la ONG Médicos sin Fronteras, a los 3 meses de la restauración del régimen talibán.

 

Por ejemplo, el sistema de salud esta colapsado, en una actualidad, donde  los casos de sarampión han aumentado exponencialmente, sólo entre el 2021 y finales del año pasado, según la OMS, se han registrado 66.000 con una mortalidad de más de 390 personas, algunas causas son, la migración interna con un desplazamiento de casi 900.000 afganos, producto de la violencia sectaria, lo que ha imposibilitado la cobertura de vacunación, también la prácticamente carencia de servicios médicos en zonas rurales y, una alta tasa de malnutrición y desnutrición, más de 23 millones, un poco más del 50% de la población, sufre hambre aguda, y la mortalidad maternal que se había reducido en el 2020 a 638 fallecimientos por 100 mil habitantes, a partir de finales del 2021, ha comenzado a aumentar nuevamente.

 

Un fenómeno que tiene que ver con la mortalidad materna y la crisis alimentaria, es el de los matrimonios infantiles, que desde la llegada del Talibán, muestra una tendencia en aumento, algo que se agravó tanto por la pandemia del Covid19 como por crisis la apuntada, llegando a casos desesperados en que los padres por una dote que les posibilite un ingreso para apalear el hambre, entregan a sus hijas a los 20 días de nacer, según un informe de la ONG antes mencionada, y también la venta de niños y niñas de entre los seis meses y los 17 años, que trasluce que el empobrecimiento de las familias, ha aumentado considerablemente, según un informe de UNICEF.

 

Otra muestra de los retrocesos que experimenta la sociedad afgana, desde la reinstauración del Emirato islámico, atañe a la escolarización y los derechos de las mujeres, en el primer caso, si bien oficialmente no hay un decreto que impida a las niñas a asistir a la escuela primaria, si hay implementada una estrategia para desincentivar la concurrencia a las escuelas, sumado a que por la ya señalada agravada situación económica, ha aumentado el trabajo infantil, un retroceso, si se tiene en cuenta que, en el 2019 se había alcanzado el 85% de asistencia de niñas en el nivel primario, pero en cuanto a la educación secundaria, si se ha decretado el cierre de los establecimientos de ese nivel para las niñas, y por supuesto ni hablar de cursar estudios universitarios.

 

En cuanto, a la situación de la mujer en el Afganistán de hoy, según el Banco Mundial, la incorporación de la mujer al mercado laboral había llegado al 22% de la población activa, pero a partir de finales del 2021, ese porcentual viene declinando aceleradamente, a raíz de decretos y medidas represivas que ha adoptado el régimen actual, por el caso, prácticamente se obliga a las mujeres a dejar sus puestos de trabajos a favor de un miembro masculino de su familia, lo que reduce al mínimo las labores femeninas, sólo en los sectores de la sanidad, la seguridad en especial en el aeropuerto internacional de Kabul en el registro de las mujeres que arriban, por supuesto en un sector aparte, y maestras en las escuelas primarias de niñas, con lo cual, el Talibán ha incumplido lo prometido al asumir el control del país, en que las mujeres podrían ejercer sus derechos dentro de los límites de la Sharía, y por el contrario, han ido excluyendo sistemáticamente de la vida pública a mujeres y niñas, y por supuesto fue disuelto el Ministerio de Asuntos de la Mujer, sin olvidar el que deben cubrirse el rostro en público o el uso de la burka, o les esta prohibido trasladarse largas distancia sin la compañía de un acompañante masculino, y más recientemente el cierre de los salones de belleza, un escenario que es denunciado en el inicio de la declaración de la Directora Ejecutiva de la ONU para la Mujer, Sima Bahous, “Décadas de progreso en igualdad de género y derechos de las mujeres, desaparecieron en pocos meses…”, algo de lo que es responsable el Ministerio de Propagación de la Virtud y Persecución del Vicio, encargado de vigilar el fiel cumplimiento de la versión radical de la Ley Islámica.

 

Y a esta penosa situación, que vive Afganistán de mano de los talibanes, los desastres naturales se han ensañado con este país, el 22 de junio del año pasado, se produjo un fuerte terremoto de magnitud 6.5, en la provincia de Paktika, que dejó un saldo de 1.000 muertos y 1.500 heridos, que tuvo sus replicas, con la misma magnitud anterior, el 21 de marzo de este año en la región de Badajshán, que ocasionó 12 muertos y 424 heridos, y hace una semana, el 19 de julio, un nuevo sismo, de magnitud de 4.9, afectó la región de Kalafgan, aunque hasta el momento no se han reportado víctimas, pero que es más devastación en un país devastado.

 

Quizás lo que puede sorprender, es que el actual gobierno islamista radical, según un informe del Banco Mundial, ha reducido la corrupción en las aduanas, tiene un mayor control sobre los dólares que salen del país y también ha bajado la tasa de muchos delitos, ¿la explicación?, la rigurosa aplicación de las drásticas penas que fija la Sharía.

 

Ahora bien, recordemos que en sus orígenes, los talibanes fueron los mujaidines que lucharon contra las invasiones extranjeras, en el marco de una guerra santa o Yihad, por el caso, en la década de los años 80, del siglo pasado, contra los soviéticos, y estaban armados y financiados por los EE.UU., para luego, durante la guerra civil citada, entre 1992 y 1996, nazca el Talibán, que pese a sufrir duros reveses a partir de la intervención del 2001, de los EE.UU y la OTAN, en el 2005 se fueron reagrupando y un año después, inician operaciones de cierta envergadura contra la coalición, a la vez, que iban recibiendo ayuda de su vecino Pakistán, lo que posibilitó que fuera expandiendo su presencia en el país, más allá que se autofinanciaba con el comercio ilegal del opio, a punto tal, que se consolida en ese entonces, como la organización terrorista mejor organizada y armada.

 

Pero, ante la sorpresa de todo el mundo, el presidente de los EE.UU., Donald Trump, dejando de lado al mismísimo gobierno afgano, negocia con los talibanes el retiro de todas las tropas estadounidenses en Afganistán, con fecha límite, agosto del 2021, a cambio pidió que el país asiático no se convirtiera en un “santuario” de organizaciones terroristas, se firman los Acuerdos de Doha, febrero del 2020, sin embargo, está ocurriendo lo contrario, hoy es un refugio de aquellas, es así, que la red Al Qaeda y el TTP o Tehrik e Talibán Pakistán, hoy se mueven libremente en Afganistán, y una prueba de esto lo constituye la eliminación del líder de Al Qaeda, Aymán al Zawahiri, el 31 de julio del año pasado en pleno centro de Kabul.

 

No obstante, los talibanes deben hacer frente a organizaciones rivales, también musulmanas o islamistas radicales, dentro del país, es el caso de los Tayyicos, el segundo grupo étnico, pero que han sido y son fuertemente reprimidos, pero muy distinto es el caso del Estado Islámico de Khorazán, que es responsable del atentado terrorista contra tropas estadounidenses y afganas, el día que terminaba el retiro de las mismas, hecho ocurrido en el aeropuerto internacional de Kabul y sus adyacencias, causando 12 bajas de EE.UU. y 150 soldados y civiles afganos, en si, entre el Talibán y el E.I. de Khorazán, libran una lucha por el poder.

 

Como se ha señalado, la situación económica de Afganistán está en plena crisis, por eso, para mejorarla, el régimen Talibán tiene como objetivo lograr el reconocimiento internacional, recordemos que en su primera llegada al poder, sólo fue reconocido por Pakistán, Arabia Saudita y E.A.U., pero ahora ningún Estado lo ha hecho, ni siquiera su histórico protector, Pakistán, y la razón es, que no cae muy bien a Islamabad, el apoyo que le esta prestando India a Kabul, a lo que hay que agregar, el conflicto sobre la llamada Línea Durand, que recorre toda la frontera afgana-pakistaní, que fue creada por el Imperio Británico en 1893, y que desde la independencia de ambos países ha sido motivo de recurrentes tensiones, sin embargo, el pasado 8 de mayo del 2023, ambos gobiernos han acordado trabajar juntos para bajar dichas tensiones.

 

Ahora veamos las relaciones con China y Rusia, los que no han reconocido al gobierno talibán, en el caso de Beijing, las preocupaciones pasan por el Movimiento Islámico en el Turkestán Oriental, los uigures en la región china de Xinkiang, y que por tener una frontera con Afganistán, éste se convierta en refugio a los insurgentes del pueblo uigur, algo que ha quedado reflejado en la distinta postura del actual gobierno talibán con el anterior, ya que este último, entregaba a las autoridades chinas a los insurgentes apresados en tierras afganas, mientras que el régimen islamista, no hace los mismo, liberándolos.

 

Por el lado de Rusia, esta menos preocupado, por el contrario, pues el Estado Islámico de Khorazán ha iniciado una campaña anti-rusa, y como se señaló, el Talibán los combate, pero no obstante esto, no ha reconocido al gobierno afgano, aunque esto no ha impedido, que entre Moscú y Kabul hallan cerrado un Acuerdo, por el cual Afganistán recibe gas, petróleo y trigo a menor precio.

 

Este vínculo económico ruso-afgano, ha llevado a China, más allá de lo señalado anteriormente, a levantar el 98% de los aranceles de productos afganos, extendido visas a empresarios e inició una inversión por u$s. 216 millones, para la construcción de un parque industrial a las afueras de Kabul, por lo que se puede inferir que tarde o temprano, tanto Pakistán, China y Rusia, terminen por reconocer oficialmente al gobierno Talibán, y esto, se podría acelerar si los EE.UU. y la U.E. lo hicieran, algo que Washington esta evaluando, no sólo por la competencia global con Beijing, sino también, como una manera de que Afganistán no se convierta en un actor hostil, con negativas consecuencias para Occidente, pero por el momento, la administración Biden no ha dado indicios de un reconocimiento.

 

Finalizando la columna, algunas reflexiones son: el regreso de los talibanes al gobierno, en el ámbito interno ha producido un grave deterioro de los DD.HH. y en particular, las más perjudicadas son la mujeres, las niñas y las minorías, un retroceso respecto a lo que se había conseguido hasta antes de agosto del 2021, también el deterioro de los sistemas de salud y sanitario, que junto a la crisis económica, han motivado que la ACNUR, Médicos sin Fronteras y Human Rights Watch, hayan pedido el alivio de sanciones y un mayor apoyo financiera global, en el ámbito exterior, el actual régimen afgano ha posibilitado la reunión de organizaciones y grupos terroristas islamistas radicales, como el caso de Al Qaeda y unos 20 grupos integristas más, lo que significa una amenaza a la Seguridad Internacional, y además en la competencia global, entre los EE.UU. y Occidente por un lado, y China, Rusia y un bloque de países emergentes por otro, Afganistán puede constituirse en un peón importante por poseer RR.NN. estratégicos, por eso alegóricamente, recordando el mito de Pandora, parece que esta vez Trump volvió a abrir la caja liberando aquellos peligros que se creían superados.