Parashat Ekev: “El privilegio de ser agradecidos”

La parashá de esta semana nos habla de la importancia del agradecimiento.

El agradecimiento en tres pasos:

Reconocer, transformar el reconocimiento en acción y elevar el agradecimiento en bendición.

D’s nos va a recompensar con amor, bendición y parnasá (sustento), en este orden, en la medida en que seamos cuidadosos de cumplir con las mitzvot que Él nos dio.

Sin embargo, llama la atención una advertencia que se describe en Deuteronomio 8:11: «Ten cuidado de no olvidar al Eterno, tu Di´s, cumpliendo Sus leyes, Sus estatutos, y Sus preceptos, que hoy te ordeno guardar».

¿Qué significaría olvidar a D’s? ¿Dejar de rezarle? Los versículos siguientes nos dan la respuesta: «Para que no suceda que cuando hayas comido y te hayas quedado satisfecho, y cuando hayas construido buenas casas y te hayas asentado, y cuando tu ganado vacuno y tu ganado ovino se hayan incrementado (…) que entonces tu corazón se llene de orgullo y te olvides de Ado-nai, tu Di’s, que te sacó de Egipto» (Deuteronomio 8:12-15).

Es decir, para cuando te sientas lleno y saciado, cuando hayas acumulado en demasía, cuando rebases de riquezas, ahí mismo, cuando tu «Yo» corra peligro de convertirse en un yo orgulloso, lleno y soberbio, y empieces a olvidar, creyendo que es a causa tuya que recibís todo aquello. Para evitar que eso suceda, la tradición rabínica nos ofrece una batería de recursos espirituales. Cada mañana a través de la tefilá «Modé aní» (Doy gracias a Ti…) aprendemos la importancia del reconocimiento de que respiramos y estamos vivos como un regalo del Cielo. Agradecemos que tenemos salud, que nuestra alma está en nuestro cuerpo. Comprendiendo que no es natural que suceda sino que es parte del Milagro Divino, ¡estar vivos! Del mismo modo, al recitar el Birkat ha-Mazon (Bendición para después de las comidas), trayendo además del alimento, palabras de Torá, hacemos de la mesa un altar y aprendemos, una vez más, que todo lo que tenemos es fruto de nuestro trabajo, pero fundamentalmente, regalo de Di’s.

La importancia de la conexión que el recurso de la tefilá (plegaria) nos proporciona para desplegar la capacidad de ser agradecido en este mundo sabiendo que, se refleja en estas palabras del Talmud «Aunque el fuego descendió sobre el altar desde los cielos, es imperioso encender también un fuego encendido por el hombre» (Talmud – Tratado de Eruvim 63a). Di´s es el Proveedor, pero nosotros somos sus socios y tenemos la responsabilidad de intervenir en el mundo. Pero si el «yo» se engrandece perderemos nuestra conexión con la Fuente. En consecuencia, será más grande nuestro ego que nuestra Emuná (fe). Por eso la Torá nos advierte de no olvidar y dice más adelante «No pretendas auto convencerte diciendo: mi poder y mi propia fuerza son los que proporcionaron toda esta riqueza, acuérdate de Ado-nai, tu Di’s, ya que Él es quien te da fuerza para ser exitoso» (Deuteronomio 8: 17-18).

La Torá se anticipa a evitar el riesgo de que la persona se crea el artífice del éxito, convirtiendo de este modo su abundancia en maldición, pero la maldición no es la abundancia en sí misma sino la sensación de tal completitud que la persona deje de rezar y agradecer, es decir se des-conecta, queda suelto, des-atado.

La maldición es convertir su Yo en su propia sombra. Que crea más en sí mismo, que en los demás, en su propio poder que en el poder Divino, y así, su omnipotencia y su pre-potencia crezca de tal modo que ya nada más quepa en su ser y allí mismo comience a olvidar. Un Yo orgulloso se erige dentro de sí mismo como Avodá Zará, como una especie de idolatría yoica. Buscando, no ya el reconocimiento en algo Superior, sino haciendo superior el propio reconocimiento de los demás hacia uno mismo.

La palabra hebrea ‘Ekev’ significa ‘en consecuencia’, pero también ‘talón’. Y ella nos enseña dos cosas con respecto a las mitzvot (preceptos): Que es el cable a tierra y cumplirla ‘en consecuencia’ nos permite crecer en el plano material pero también espiritualmente para ser un recipiente de bendiciones de un yo humilde conectado y agradecido. Trabajando nuestras propias ’midot‘ (aptitudes personales) para disfrutar nuestras riquezas en todas sus variables. Y en su segunda acepción, ’el talón’ refiere a que el cumplimiento debe comprender todas las partes del cuerpo, desde la más alta hasta la más baja del cuerpo. El talón simboliza la parte del cuerpo ligado al andar dado que la mitzvá es el camino que nos marca el modo de andar por la vida.

Entonces cabe preguntarnos si la humildad es una virtud tan importante para conectarnos con nosotros mismos y con Di’s, ¿Por qué ser humilde no es una mitzvá?

Enseña Rabi Israel Baal Shem Tov, “La virtud de la humildad no está enumerada en los 613 preceptos porque si así fuera muchos se ensañarían en observarla puntillosamente y como resultado llegarían a sentirse orgullosos del excelente nivel de humildad que pudieron lograr”.

 

Lic. Marisa Bergman