Israel somos todos

Así como pasó la pandemia y dejó sus víctimas y sus consecuencias algún día pasará la actual crisis institucional en Israel y habrá dejado víctimas y consecuencias.

Mientras tanto, cunde una suerte de surrealismo pandémico: en especial para los israelíes que viven en Israel, que no saben muy bien cómo lidiar con esta pesadilla, menos aún cómo salir de ella, y sobre todo, cuándo terminará.

Algún día estos días con tonos oscurantistas darán lugar a días de “perdón y misericordia” (Lea Goldberg), pero mientras tanto está terminando el receso de verano y nadie tiene idea sobre cuál será el estado del Estado cuando se cierren las puertas del cielo el próximo Iom Kipur.

A diferencia de cincuenta años atrás, cuando éstos eran todavía días de euforia y triunfalismo, pero Iom Kipur 5734 terminó de golpe a las dos de la tarde y nunca supimos si se cerraron las puertas del cielo, aunque en la tierra se había desatado el infierno. Cincuenta años más tarde las preguntas existenciales estilo Unetane Tokef cobran más fuerza que nunca.

De pronto, bastante súbita y simultáneamente, nuestros amigos de Israel, los que salen cada final de Shabat a la calle, los que subieron a Jerusalém en vísperas de la aprobación de la Enmienda de la Razonabilidad, ellos, nos están pidiendo ayuda. Nos dicen: esto concierne a todo el pueblo judío, involúcrense.

En lo personal, me ubico en una posición principista en la cual debo respetar la elección que hicieron los votantes israelíes, aunque el Gobierno que surgió de la misma me parezca una aberración. Para mí Israel es aquel ideal que nos enseñaron a amar de niños: judío, liberal, tradicionalista, sectorialmente halájico, tolerante, y sobre todo, fuerte y redentor.

El pedido de ayuda a los judíos del mundo dice dos cosas: que la batalla es dura y está lejos de ganarse. Dice también, que cualquiera sea el desenlace, algún día, afectará a todos los judíos del mundo. Por eso, la indiferencia no es una opción. No podemos mirar hacia otro lado. Todo lo que sucede en Israel ahora sucede en el marco de esta crisis.

Creo que la distancia de tiempo y espacio con los acontecimientos que allí se precipitan deberían servir aquí como reflexión y diálogo. La historia ya está escrita. Lo que está en nuestras manos es escribir el futuro. Los sabios del Talmud dejaron de escribir historia y se concentraron en la ley. Miraron al futuro tal como ellos lo entendieron entonces. No podemos dejar de escribir. Ni Ley ni Historia.