Me pregunté, ¿por qué quiero hablar?

Palabras que dije la noche del 12 de agosto en la manifestación en Maale Adumim.

Me pregunté, ¿por qué quiero hablar?
Porque ya no se puede callar. Porque las voces de todos cuentan, las voces de cada uno y una de nosotros.

Esta protesta ha causado muchas cosas, y entre otras cosas, que por fin haya voces diferentes, diversas, desiguales, y ese es el poder de la democracia.

Quiero compartir con ustedes algunas imágenes personales.

Primera imagen. La primera manifestación en la que participé en mi vida. Decenas de miles de personas marchan de la mano en las calles de mi ciudad natal, Buenos Aires. El año 1974.
Miles de judíos tomaron las calles principales de la ciudad expresando un dolor incontenible por la masacre en Maalot. Tenía 13 años y mis padres me llevaron allí.

Segunda imagen. Noviembre 1975. Caos social en Argentina, un minuto más y los generales toman el país e imponen un régimen militar que tendría como resultado entre otras cosas 30.000 muertes. Sin embargo, nosotros, los jóvenes judíos organizados, participamos en una asamblea masiva contra la Resolución 3379 de la ONU, que decía que “el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial.”

De repente pensé esta semana, que entonces, como hoy, me manifestaba por mi patria.
Aquí es donde construí mi casa hace 42 años. Aquí vinimos de todos los rincones del mundo para establecer una sociedad en el espíritu de los profetas de Israel. Una sociedad judía basada en una visión de justicia social y dignidad humana. Por ese sueño hoy salimos a las calles. No, nos arruinaran el sueño. No destruirán nuestra casa. Tenemos la fuerza en nuestro espíritu, y no debemos perderla.

Tercera imagen. En las últimas semanas he oído a la gente decir que desde que han comenzado las manifestaciones en Ma’ale Adumim sienten que han salido del closet. Una declaración escalofriante de personas que tenían miedo de expresarse dentro de su propio hogar. No hay nada más aterrador que el miedo. Esta es también una victoria para esta
protesta. La gente sale de todo tipo de closets. Y orgullosamente llevan sus posiciones y sus identidades. Porque estamos un hartos de escuchar las voces que se apoderan del discurso en nuestro nombre.

Cuarta imagen, más íntima. Me miro en el espejo. ¿Cómo arreglarme el pañuelo que llevo en la cabeza? – Sí. Cómo arreglarlo y reducirlo para que nadie piense ni por una fracción de segundo que pertenezco a esos criminales que queman autos, arrojan piedras y asesinan en nombre de no sé que santidad…

¿En qué Torá encontraron que el derramamiento de sangre permite la violación del Shabat?
No, no soy partes de ellos. No, ellos no tienen cabida en mi Torá..

Y finalmente un cuadro final. Más optimista. ¿Alguna vez han visto una planta que despunta desde la grieta en la pared? Así, de la terrible fractura en la que nos encontramos, comienzan a surgir los retoños de la construcción de otro futuro.

Después de 75 años, ha llegado el momento de repensar el contrato entre el Estado y sus ciudadanos y establecer una constitución que garantice los derechos de todos los ciudadanos.

No es fácil. El desafío de preservar los valores y la identidad judías no puede hacerse por ley.

Es hora de separar el Estado de la religión como parte de la nueva constitución. El confinamiento del judaísmo en el concepto de religiosidad, mantenido a través del poder del Estado solo causó daños al judaísmo, tanto en Israel como en la diáspora.

Si queremos un judaísmo vivo y relevante, debemos liberarlo de los grilletes del establishment religioso y permitir la pluralidad y la libre elección.

Este movimiento de protesta también nos prueba que podemos vivir juntos. Respetar la diversidad de opiniones y posturas. Estamos cansados de los extremismos. Sabemos que es muy placentero cuando podemos caminar juntos sin tener miedo el uno del otro. Sin estigmas ni prejuicios. Uno con una kipá, otra en camiseta, y el tercero con una bandera del
orgullo.

Si queremos un estado judío democrático, tenemos una oportunidad única de realizar una clarificación real y sustancial de nuestra identidad nacional. Es claro que no se puede evitar tocar incluso los lugares difíciles y dolorosos. Las contradicciones. La Inconsistencia. Una clarificación sin rebajas.

Podemos definir los principios de nuestra vida como sociedad, un nuevo contrato social que nos incluya a todos. Todos los ciudadanos del país. Y un nuevo contrato nacional que tenga en cuenta y respeta a todos los miembros del pueblo que viven fura del Estado.
Leímos esta mañana, “He aquí, hoy pongo delante de vosotros una bendición y una maldición”

Es importante recordar que la elección está en nuestras manos.
Hagamos de la maldición una bendición.
Y algo más: recordemos a todos que también más allá de la Línea Verde hay líneas rojas.

Ethel Barylka
Maale Adumim
12 de agosto202