Durante la noche del 13 de diciembre de 1941, la policía de Letonia arrestó a un grupo de judíos en Liepaja y los llevó a la cárcel.
Los que tenían permiso de trabajo fueron liberados, pero al resto los llevaron a Skede, donde fueron fusilados por la Policía de Seguridad bajo las órdenes del encargado de las SS de la zona, Fritz Dietrich. Se estima que murieron cerca de 2700 personas ese día, en su mayoría niños y mujeres.
Gracias a una nueva tecnología, se halló una fosa común en el que yacen los restos de muchas de las víctimas de esa masacre. Un hecho que fue históricamente recordado gracias a Reinhard Wiener, un soldado alemán que se dedicó a registrar imágenes de los asesinatos.
A pesar de contar con las imágenes, los historiadores no habían podido dar con el paradero de las tumbas. Hasta que un grupo de estudiantes de Wisconsin y Pittsburgh, viajaron a Letonia bajo la dirección de Martin Goettl y Harry Jol. Utilizando georadares y herramientas de muestreo de suelo, el equipo americano pudo dar con el lugar del enterramiento, producido hace más de 80 años.
Ilya Lenski, que dirige el Museo Judío de Letonia, afirmó que el sitio debe transformarse en un sitio de memoria que conmemore a las víctimas.
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