Sus calles vivieron la escenificación de uno de los sucesos más traumáticos y a la vez emblemáticos: el “Juicio del Malsín“ (del hebreo “malshín“, delator), por el que 200 personas de la villa medieval fueron acusadas de judaizar y llevadas ante la Santa Inquisición en 1603.
Elías L. Benarroch
Grabado en las mentes de los ribadavienses como si hubiera ocurrido hace apenas unos años, el episodio es parte de la identidad de un poblado rural conocido principalmente por sus vinos, una actividad que -dicen las crónicas- atrajo a numerosos judíos durante la Edad Media, y a conversos ya entrado el siglo XVI.
“Venían de la capital de Galicia, entonces Braga (hoy Portugal) y fueron subiendo poco a poco hacia el norte (hasta Santiago de Compostela) recalando en Ribadavia debido a su importancia económica gracias a la producción y comercio del vino”, explica Antonio Míguez Amil, director de la Oficina de Turismo, en un recorrido con Aurora por la que fuera su judería, de las mejor conservadas en España.
Frente al edificio en el que, según algunos mapas antiguos, estuvo la sinagoga, a menos de cien metros de una imponente Plaza Mayor engalanada para el festival con decenas de estandartes con blasones medievales, explica que los judíos se concentraron en la llamada Calle de la Judería. “Allí tuvieron todos sus oficios, su vida y una comunidad que prosperó hasta su expulsión“ por el Decreto de los Reyes Católicos de 1492. Pero en Ribadavia, los judíos no se fueron, más bien se convirtieron aunque, “por detrás, siguieron practicando la Ley de Moisés hasta 1603“, precisó el responsable turístico.
EL “MALSÍN“ DE RIBADAVIA
Un episodio escenificado al inicio de la “Festa da Istoria“, celebrada anualmente el último sábado de agosto desde 1989 y en la que esta población gallega regresa al pasado por un día, reconstruyendo el ambiente judío del medievo. Algunas fuentes indican que la extraordinaria celebración, de Interés Turístico Nacional y en la que gran parte de sus gentes y turistas se visten de época, era conocida allá por el siglo XVII.
La fiesta cuenta con la colaboración de los vecinos para reproducir la vida de la Edad Media con sus mercadillos, artesanía, actuaciones callejeras y desfile, tiene como epicentro el casco antiguo y su conocido barrio judío conformado por casas de piedra, soportales, blasones grabados en piedra y las ruinas de su castillo medieval.
La herencia judía, recuperada con notoria visibilidad durante toda la conmemoración, es una celebración “de la convivencia y la multiculturalidad“, indica por su parte el alcalde César Fernández Gil, para quien el festival “pretende recuperar el pasado y la tradición medieval y, fundamentalmente, centrarse en lo que fue la presencia judía en Ribadavia“. El pueblo entero lo hace a través de la recreación teatral del “Juicio del Malsín“, en el que 200 vecinos fueron delatados como judaizantes en 1603 por Jerónimo Bautista de Mena.
En un proceso celebrado en Santiago de Compostela, la población defendió a sus vecinos ante la Santa Inquisición y al final fueron 60 los condenados a penas de prisión, el pago de fuertes multas y torturas. Los restos del “malsín“, que fue asesinado tras su denuncia, fueron quemados de forma simbólica.
La obra teatral, interpretada por los vecinos del pueblo en un teatro a cielo abierto, siguieron al pregón de las fiestas en la Plaza Mayor, pistoletazo de salida a un fin de semana en el que Ribadavia hasta cambia de moneda por un día: De euros a maravedíes. Y a un tipo de cambio de 1,10, con el fin de financiar la fiesta con el remanente. Un sinfín de bailes históricos, conciertos, festines y banquetes, un mercadillo, un desfile de época, pasacalles y hasta batallas entre caballeros a pie y a caballo, transforman por unos días esta pequeña localidad de la provincia de Ourense, rodeada de verdes montañas, viñedos, antiguos monasterios, termas y el suntuoso curso del río Miño y su afluente, el Avia (del que la localidad recibe su nombre).
EL DESFILE MEDIEVAL Y LA BODA JUDIA
Ribadavia es históricamente conocida por su producción selecta de vinos tanto de grandes bodegas como de pequeños viticultores, una tradición que, al parecer, atrajo la vida judía hace más de ocho siglos y que, a partir del Edicto de Expulsión (1492), los judíos siguieron ya como conversos. Entre ellos hubo algunos propietarios de tierras y bodegas.
“El Ribeiro es un territorio muy próspero, con uno de los vinos más exportados de Europa, sobre todo por ingleses y holandeses, así que los judíos vieron rápidamente una oportunidad de negocio y para prosperar. Además, fueron los médicos, boticarios y administradores de rentas de los grandes señores“, destaca Míguez Amil.
Reflejo de las vivencias en su judería es también la “Voda Xudía“ (en gallego), otra de las principales escenificaciones de la “Festa da Istoria“, en la que, con apego a la cultura sefardí, los vecinos recrean el enlace de una pareja bajo la “jupá“, con el preceptivo rabino que va dando las explicaciones al público, la lectura de la “ketubá“ y la rotura de una copa al final de la ceremonia.
Un coro de la comarca acompaña todo el enlace con canciones en ladino que llevan ensayando desde hace años, como guiño al origen judío de la fiesta.
Para el alcalde Fernández Gil esta es una fiesta que “pretende recuperar un poco nuestro pasado y tradición medieval y, fundamentalmente, centrarse un poco en lo que fue la presencia judía en Ribadavia“, donde la comunidad judía llegó a representar en su momento más álgido un 10% de la población, unas 50 familias en total. El objetivo, “poner en valor“ su historia y “celebrar la importancia de la convivencia y la pluralidad“.
Interrumpida desde el Edicto de Expulsión, la tolerancia se rompió definitivamente en 1609, cuando después del “Juicio del Malsín“ los criptojudíos debieron practicar sin fisuras la fe cristiana y algunos marcharon -una vez cumplidas sus penas- a Ámsterdam o Inglaterra, mientras que otros se incorporaron a la vida ribadaviense como cristianos de alma y fe, explica Míguez Amil.
Una iglesia al final de la Calle de la Judería, en medio del casco antiguo, recuerda sus conversiones, mientras que en la de San Domingos está enterrado, junto a su mujer Iusta, el rabino Felipe Álvarez, uno de los ajusticiados por la Inquisición y que logró escapar a su condena mediante el pago de un rescate millonario: 11.000 reales en dos cuotas, según un pacto firmado en 1612 con el Santo Oficio.
La huella judía también reaparece en la Fiesta de la Historia por los escaparates de algunas panaderías que exponen dulces sefardíes tradicionales, con sus aromas a canela, miel, almendras, clavo de olor y tantas otras singularidades de la época. Hasta no hace mucho, la estrella de la gastronomía sefardí era la “Tafona de Herminia“, una mujer que durante largos años recuperó recetas judías desde todos los confines del mundo. “Mi horno ya era de los judíos, era de piedra y leña, entonces me dio por hacerlos porque me mandaban los recetarios“, asegura doña Herminia a Aurora a la puerta de la que fuera su pastelería.
“NO SON DISFRACES“
Las estrechas y empedradas callejuelas del casco antiguo son el escenario perfecto para un festival que retrotrae al espectador al pasado gracias a la devoción de la población ribadaviense, que asume la jornada cambiando su indumentaria habitual y su moneda. “No son disfraces, son vestimentas medievales“, aclara con cierta indignación Emma, secretaria de la Fundación Festa Da Istoria y responsable municipal de ropas de época.
Allí, con el imponente trasfondo de las murallas originales de la ciudad, cientos de vestidos y trajes se encuentran al alcance de los actores, funcionarios, responsables de fiestas y hasta de los visitantes, mientras que entre la población son muchos los que tienen sus propios ropajes medievales para lucirlos en el desfile principal. Sección tras sección, avanzan en grupos desde una distancia de algo más de un kilómetro hasta su entrada en la Plaza Mayor, donde se acumulan en espera de los “reyes“.
Una de las secciones está compuesta por los protagonistas de la “Voda Xudía“, donde se porta una menorá en un blasón aterciopelado y una réplica de un sefer torá en brazos de un “rabino“.
La “Festa da Istoria“ incluyó además un “banquete real“ en el interior de una iglesia desacralizada, con una exhibición de aves rapaces (al más puro estilo de la saga de Harry Potter) y música típica gallega con la infaltable gaita cuyos acordes no dejaban lugar a dudas de dónde se llevó a cabo la celebración.
TURISMO JUDÍO
Miembro fundador de la Red de Juderías en 1995, Ribadavia es el epicentro de la memoria judía en Galicia, con un Centro de Información “Xudía“ en su Plaza Mayor, un Museo Sefardí y numerosas señas que evocan ese pasado. Vestigios físicos casi no han quedado y aunque se llegó a contar con una amplia documentación sobre el pasado judío de la villa, este se perdió en el incendio de un monasterio, lo que no ha impedido recuperar parte de su historia.
En el Museo destaca la menorá grabada en una piedra de la catedral de Tuy, una localidad a unos 65 kilómetros; el traje de boda judío que se utiliza en la “Festa da Istoria“, de origen sefardí-marroquí; la reproducción de los sambenitos con la cruz de San Andrés que se colgaban en los muros de las iglesias; o la lápida sepulcral de los siglos X-XI de La Coruña, que acompañan a una serie de paneles que muestran la historia y las principales singularidades de las comunidades judías gallegas.
Uxía Martínez Fernández, voluntaria de la Oficina de Turismo, explica que a la localidad “viene gente de todas partes que es judía, que le interesa sus orígenes, hasta gente que simplemente quiere visitar el pueblo“. El Museo explica cómo era la vida judía a lo largo de cientos de años -incluso después del Edicto de Expulsión-, que estuvo estrechamente ligada a la del resto de su población, probablemente gracias en parte a la lejanía de esa región de los centros de poder en Castilla… y de la Inquisición.
Fotos: del autor de la nota
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