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Kafka solo publicó algunas historias cortas durante toda su vida, una pequeña parte de su trabajo, por lo que su obra pasó prácticamente inadvertida hasta después de su muerte. Poco antes, le dijo a su amigo y albacea Max Brod que destruyera todos sus manuscritos. Brod no le hizo caso y supervisó la publicación de la mayor parte de los escritos que tenía. La compañera final de Kafka, Dora Diamant, cumplió sus deseos, pero solo en parte: guardó en secreto la mayoría de sus últimos escritos, entre ellos 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que la Gestapo los confiscó en 1933. La búsqueda de los papeles desaparecidos de Kafka aún continúa en varios países.
Los escritos de Kafka pronto despertaron el interés del público y recibieron elogios de la crítica, lo que posibilitó su rápida divulgación. Su obra marcó la literatura de la segunda mitad del siglo XX. Todas sus páginas publicadas están escritas en alemán, excepto varias cartas en checo dirigidas a Milena.
Se hizo famoso en los años 1920 en Austria y Alemania y en los años 1930 en Francia, el Reino Unido y los Estados Unidos, aunque con interpretaciones muy dispares. G. Janouch publicó su biografía, Conversaciones, en 2006.
Su obra se apreció aún más después de la Segunda Guerra Mundial. En Francia, Marthe Robert consiguió que se hiciesen ediciones más fiables, en un lento proceso que duró años. En Buenos Aires fue traducido y difundido en todos los países de lengua española. En España, La metamorfosis fue un relato de enorme éxito desde muy temprano. Galaxia Gutenberg ha publicado hasta 2018 cuatro volúmenes de las obras completas de Kafka en castellano: sus novelas, diarios, narraciones y otros escritos, y cartas 1900-1914.
En su obra a menudo el protagonista se enfrenta a un mundo difícil, basado en reglas desconocidas, paradójicas o inescrutables. La importancia de su mirada ha sido tal que en varias lenguas se ha acuñado el adjetivo “kafkiano” para describir situaciones que recuerdan a las reflejadas por él.
Harold Bloom escribió en 1995: “Desde una perspectiva puramente literaria, ésta es la época de Kafka, más incluso que la de Freud. Freud, siguiendo furtivamente a Shakespeare, nos ofreció el mapa de nuestra mente; Kafka nos insinuó que no esperáramos utilizarlo para salvarnos, ni siquiera de nosotros mismos”.
Interpretación
La mayoría de los escritores y críticos del siglo XX ha hecho referencias a su figura. Ha habido multitud de estudiosos que han intentado (e intentan) encontrarle sentido a la obra de Kafka, interpretándola en función de distintas escuelas de crítica literaria, como por ejemplo la modernista o la realista mágica. Pero es el principal baluarte del expresionismo literario en alemán. Aportó a la literatura moderna un nuevo mecanismo narrativo: el de la parábola o relato simbólico, al que suprimió toda moraleja, reflejando así el absurdo y la angustia de una existencia de perpetua postergación indefinida. Las parábolas de Kafka son distintas de las antiguas, ya que no tienen interpretación. Un corto ejemplo lo ofrece, por ejemplo, su microrrelato La partida:
Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, ensillé mi caballo y lo monté. A distancia escuché el sonido de una trompeta y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada ni había oído nada. En el portal me detuvo y preguntó:
-¿Adónde va el patrón? -No lo sé- le dije- simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más; es la única manera en que puedo alcanzar mi meta. -¿Así que usted conoce su meta?- preguntó él.
-Sí -repliqué- te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta.
La desesperación y el absurdo reflejados en su obra se consideran (o se consideraron) emblemáticos del existencialismo, según la lectura de Albert Camus y en cierta medida de Jean-Paul Sartre, dominante tras la Segunda Guerra Mundial. En ese sentido, hablaban de Kierkegaard como su principal antecesor (dejando de lado los aspectos religiosos), si bien Kafka fue un lector devoto de Flaubert, un admirador de Dickens (presencia perceptible en su América). Georges Bataille introdujo la mirada de Kafka dentro de la tradición romántica del mal.
Algunos han visto una influencia marxista en la satirización de la burocracia en En la colonia penitenciaria, El proceso y El castillo. Otros ven una tendencia anarquista en el individualismo antiburocrático de Kafka, tomando en cuenta su breve militancia en una organización anarquista y su apoyo a algunas campañas de los anarquistas checos. Otros han interpretado su obra bajo el prisma del judaísmo y el misticismo. Existe también una lectura política, referida sobre todo a El proceso, que tiene en cuenta el contexto antisemita y pre-nazi en el que vivió Kafka.
Walter Benjamin, que rechazaba la idea de Brod según la cual Kafka estaba en el camino a la santidad, interpretó una tensión entre la tradición mística y la experiencia del hombre en la gran ciudad. Según el ensayista alemán, Kafka “vive en un mundo complementario”, como Klee, cuya pintura estaba esencialmente aislada en su esfera propia.
Muchos críticos consideran que bajo las líneas de Kafka no se encuentra ningún sentido recóndito, que sus textos solo son historias y cuentos. Autores como Vladimir Nabokov o Edmund Wilson, el segundo de un modo algo despectivo, han rechazado las lecturas esotéricas. El mundo de Kafka no es nada oculto, sino un mundo de los hombres, construido por ellos mismos, y como señala Arendt, que está expresado gracias a la “simplicidad y fácil naturalidad de su lenguaje”. Cada frase vale literalmente lo que se dice en ella, según señalaba el pensador alemán Adorno.
La traductora kafkiana Marthe Robert, entre 1963 y 1979, renovó los estudios sobre el checo. Más aún, Barthes, de acuerdo con esta crítica francesa, defendió fijarse ante todo en su técnica “alusiva”, técnica que apela a algo que es defectuoso por fuerza, puesto que el sentido del mundo no es enunciable en realidad.
Se subraya repetidamente el motivo de la alienación y de la manía persecutoria en Kafka. Este énfasis está inspirado en parte en la contra-crítica de Gilles Deleuze y Félix Guattari, que mantenían que Kafka representa mucho más que el estereotipo de figura solitaria que escribe movida por la angustia, y que su trabajo era mucho más deliberado, subversivo y, aun así, “alegre” de lo que parecía ser. Los biógrafos han comentado que Kafka, como otros grandes escritores, solía leer capítulos del libro en el que estaba trabajando a sus amigos más íntimos, y que la situación llegaba a ser cómica y concluía en risas de todos.
Su obra es expresiva como ninguna otra de las ansiedades y la alienación del hombre del siglo XX. También viene a expresar las relaciones entre literatura y amenaza, como señalaba Blanchot. Según Auden Kafka “es tal vez el más grande, el maestro de la parábola pura, un género literario sobre el cual el crítico puede decir muy poco que valga la pena”, pues el “significado de una parábola, en realidad, es diferente para cada lector”.
O bien, como señaló Coetzee, que siendo el menos psicológico de los escritores, Kafka tuvo un sentido penetrante de las obscenas interioridades del poder. Pero puede entenderse paralelamente por vías muy distintas. Por ejemplo el escritor y crítico W. G. Sebald describe la llegada de K. al Castillo como la elección del país de la muerte.
Ha sido constante también el análisis de su obra a la luz de la biografía de Kafka. En su caso,
parece como si se tratase de la presentación de acontecimientos o situaciones de los que es protagonista el hombre Kafka y a los que el escritor Kafka ha proporcionado al mismo tiempo el carácter de la realidad literaria. Las relaciones del hombre Kafka con sus padres, sus hermanos, la actitud personal frente a la propia profesión (…), la insatisfacción que le invade, la realidad de la institución familiar, la incapacidad y al mismo tiempo necesidad de una vida matrimonial, el desgarramiento profundo de una existencia sin satisfacciones, los miedos y temores ante la propia vida y todos sus componentes, el miedo a la soledad pero al mismo tiempo la necesidad de la misma, la inseguridad vital, el miedo al contacto sexual, el miedo al poder proceda de donde proceda, etc., son todos ellos componentes de la obra de Kafka que encuentran un cierto paralelismo en su vida.
Acosta (1998, pp. 15-16)
Descripción de una lucha
El relato Descripción de una lucha (Beschreibung eines Kampfes, 1903-1907) fue la primera obra que escribió Kafka. De acuerdo con su título, la narración describe una lucha personal, esto es, la reflexión sobre unos conflictos internos que el narrador en primera persona expone a lo largo de su conversación con otro personaje. El tema es la inseguridad vital permanente como fruto de la intromisión de lo improbable en lo probable, de lo fantástico o imaginado en lo real. Formalmente, el relato presenta una característica falta de lógica narrativa en medio de un mundo de irrealidad.
Preparativos de boda en el campo
La indecisión entre la realidad y lo improbable, se decanta en favor de la primera en este texto. Con un cierto alejamiento de las abstracciones, el relato presenta a un individuo que, ante su inminente boda, que siente como una obligación, expresa sus malas sensaciones acerca de una vida social a la que no va a ser capaz de adaptarse y que terminará por ser una carga para él. La perspectiva narrativa es la de un narrador objetivo, cinematográfico.
Contemplación
Se trata de un libro compuesto por 18 relatos en los que se continúa con el tema de los conflictos del individuo en el interior de su medio social y se mantiene el interés por el difícil equilibrio entre lo seguro y lo inseguro que es inherente a la realidad; una realidad vista como circular e imprecisa, donde la verdad se sustenta en una lógica que solo es aparente. Técnicamente, es significativo el uso de la parábola, a la que Kafka despoja de su componente didáctico.
La condena
El motivo argumental de esta narración es una disputa familiar entre un hijo y un padre que al final se resuelve según la voluntad de este. La consecuencia psicológica es un rechazo del hijo hacia su padre que le lleva incluso a desear asesinarlo. La fluctuación que hay en el texto entre la psicología de los personajes y los hechos externos envuelven al relato en una atmósfera próxima a la de un sueño.
La metamorfosis
Argumento
La metamorfosis, también conocida como La transformación, relato que por su extensión entra en la categoría de novela corta, se gestó a finales de 1912. Muestra cómo cambia la vida del joven Gregorio Samsa, un sencillo viajante de comercio, cuando al despertar una mañana tras un sueño intranquilo se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto. A partir de ahí, la novela cuenta el camino que sigue el protagonista que toma conciencia de su nueva situación, y cómo la asume también su propia familia, hasta su muerte y la liberación que esta supone para los que le rodean.
Interpretación de la novela
A lo largo de esta obra, Kafka muestra no solo los pensamientos y el afán de supervivencia del hombre-insecto una vez que asume su nueva realidad, sino principalmente las reacciones de los que tiene su alrededor: su jefe, la sirvienta, los huéspedes que irán a vivir a su casa y, sobre todo, su padre, su madre y su hermana Greta, de 17 años. Los sentimientos evolucionan desde la pena o el rechazo inicial, al odio y el alivio tras la muerte. Pese a las pocas alusiones temporales, el relato empieza, más o menos, en Navidad y termina a finales de marzo. Hay alguna que otra analepsis (técnica, utilizada tanto en el cine y la televisión como en la literatura, que altera la secuencia cronológica de la historia, conectando momentos distintos y trasladando la acción al pasado) que muestra algunos hechos del pasado.
La novela presenta la historia a través de un narrador externo y objetivo. Esta novela reúne lo más significativo del estilo de Kafka, por cuanto reproduce sus principales características: un protagonista que se siente perdido ante circunstancias que no controla; el simbolismo y el valor metafórico que puede darse su contenido; la escasez de la acción, que gira casi exclusivamente en torno a un personaje indefenso ante una realidad hostil. Todo ello narrado de manera objetiva y ajena a todo artificio retórico. Su universalidad deriva de la sensación de inadaptación que desprende: el protagonista “no encaja” con la realidad, sea esta lo que sea, incluso burguesa, como otra especie de moderno Frankenstein. En cierta manera, es un paradigma de la adolescencia.
Influencia
A diferencia de muchos escritores famosos, Kafka rara vez es citado por otros. En cambio, es destacado más por sus visiones y perspectivas. Shimon Sandbank, profesor, crítico literario y escritor, identifica a Kafka como alguien que influyó en Jorge Luis Borges, Albert Camus, Eugène Ionesco, J. M. Coetzee y Jean-Paul Sartre. Kafka tuvo una fuerte influencia en Gabriel García Márquez y la novela El palacio de los sueños de Ismail Kadare. Un crítico literario del Financial Times considera que Kafka influenció a José Saramago, y Al Silverman, escritor y editor, afirma que a J. D. Salinger le encantaba leer las obras de Kafka. El escritor rumano Mircea Cărtărescu dijo “Kafka es el autor que más amo y que significa, para mí, la puerta a la literatura”; también describió a Kafka como “el santo de la literatura”. Kafka ha sido citado como una influencia en el escritor japonés Haruki Murakami, quien rindió homenaje a Kafka en su novela Kafka en la orilla con el protagonista homónimo.
En 1999, un comité de 99 autores, académicos y críticos literarios clasificó a El proceso y El castillo como la segunda y la novena novelas en alemán más importantes del siglo XX. Harold Bloom dijo que “cuando es más él mismo, Kafka nos brinda una inventiva y una originalidad continuas que rivalizan con Dante y realmente desafían a Proust y Joyce como el autor occidental dominante de nuestro siglo”. Sandbank argumenta que a pesar de la omnipresencia de Kafka, su estilo enigmático aún no ha sido emulado. Neil Christian Pages, profesor de estudios alemanes y literatura comparada en la Universidad de Binghamton, que se especializa en las obras de Kafka, dice que la influencia de Kafka trasciende la literatura y la erudición literaria e impacta las artes visuales, la música y la cultura popular. Harry Steinhauer, profesor de literatura alemana y judía, dice que Kafka “ha tenido un impacto más poderoso en la sociedad alfabetizada que cualquier otro escritor del siglo XX”. Brod dijo que el siglo XX algún día será conocido como el “siglo de Kafka”.
Michel-André Bossy escribe que Kafka creó un universo burocrático rígidamente inflexible y estéril. Kafka escribió de manera distante llena de términos legales y científicos. Sin embargo, su universo serio también tenía un humor perspicaz, todo destacando la “irracionalidad en las raíces de un mundo supuestamente racional”. Sus personajes están atrapados, confundidos, llenos de culpa, frustrados y sin comprensión de su mundo surrealista. Gran parte de la ficción posterior a Kafka, especialmente la ciencia ficción, sigue los temas y preceptos del universo de Kafka. Esto se puede ver en las obras de autores como George Orwell y Ray Bradbury.
Kafkiano
El término kafkiano se utiliza para describir conceptos y situaciones que recuerdan la obra de Kafka, en particular El proceso y La metamorfosis. La palabra más antigua que ha sido tomada de un escritor y usada como adjetivo es dantesco, que ya fue documentada en 1799. Comúnmente se describen instancias en las que la burocracia domina a las personas, a menudo en un entorno surrealista y de pesadilla que evoca sentimientos de insensatez, desorientación e impotencia. Los personajes en un entorno kafkiano a menudo carecen de un curso de acción claro para escapar de una situación laberíntica. Los elementos kafkianos a menudo aparecen en obras existenciales, pero el término ha trascendido el ámbito literario para aplicarse a sucesos y situaciones de la vida real que son incomprensiblemente complejos, extraños o ilógicos.
Reiner Stach, un biógrafo de Kafka, dijo al respecto en una entrevista: “La gente por lo general quiere decir algo absurdo y al mismo tiempo misterioso, sobre todo se trata de algún tipo de relaciones de poder: si aquellos que ocupan el centro del poder permanecen en la oscuridad, entonces se siente que la situación es ´kafkiana´ […]. En sus novelas, la cúspide de la pirámide es invisible, y en la sociedad actual -pese a la aparente transparencia- no se sabe exactamente cómo están las cosas en relación con las máximas autoridades. No sabemos dónde está el centro de poder, ni siquiera sabemos si tal centro existe. […] en el mejor de los casos uno llega a conocer a los intermediarios. Es como en El proceso de Kafka”.
Milan Kundera también analizó el término y sus connotaciones cómicas, si bien grotescas: “En el mundo de lo kafkiano, lo cómico no es un contrapunto a lo trágico (tragicómico) como en Shakespeare; no está para hacer más llevadero lo trágico aligerando el tono, no acompaña a lo trágico en absoluto, lo destruye en el huevo y priva así a las víctimas del único consuelo que podían esperar: el consuelo que se encuentra en la grandeza (real o supuesta) de la tragedia. El ingeniero [de El proceso] pierde su patria y todos se ríen”.
“Un ejemplo realista sería la situación de una persona que no puede encontrar un lugar para vivir porque no tiene ingresos estables y que, por otro lado, no puede encontrar un trabajo porque no tiene un domicilio fijo. Las disposiciones aquí son claras y comprensibles en términos de su propósito; sin embargo, se entrelazan de tal manera que llevan a los afectados a un callejón social sin salida”.
Numerosas películas y trabajos de televisión se han descrito como kafkianos, y el estilo es particularmente prominente en la ciencia ficción distópica. Las obras de este género que han sido así descritas incluyen la película Brazil (1985) de Terry Gilliam y la película negra de ciencia ficción Dark City (1998) de Alex Proyas. Películas de otros géneros que han sido descritas de manera similar incluyen El inquilino (1976) de Roman Polanski y Barton Fink (1991) de los hermanos Coen. Las series de televisión The Prisoner y The Twilight Zone también fueron descritas con frecuencia como kafkianas.
Sin embargo, con el uso común, el término se ha vuelto tan omnipresente que los estudiosos de Kafka notan que su empleo es a menudo incorrecto. Entonces, más exactamente, según el autor Ben Marcus, parafraseado en “Lo que significa ser kafkiano” de Joe Fassler en The Atlantic, “las cualidades por excelencia de Kafka afectan el uso del lenguaje, un entorno que se extiende a ambos lados de la fantasía y la realidad, y un sentido de esfuerzo, incluso frente a la desolación, desperanzado y lleno de esperanza”.
Fuente: Wikipedia
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