Dirigiéndose a toda la comunidad y a la sociedad en su conjunto, el rabino Eliahu Hamra, del Superior Rabinato de la República Argentina difundió un mensaje, en la víspera del Año Nuevo Judío.
“Celebramos Rosh Hashaná en el primer día del mes de Tishré, que es el sexto día de la creación, el día de la creación del hombre. Debemos esforzarnos para comprender la frase que decimos en la oración de Rosh Hashaná: «Este es el día del comienzo de Tu creación».
La explicación que se dio es que, dado que el hombre es el propósito y la intención principal de toda la creación, cuando el hombre fue creado, toda la obra alcanzó su plenitud. Por eso el día de su creación se llama «el comienzo de Tu creación», ya que antes de que el hombre fuera creado es como si no hubiera creación, en el completo sentido de la palabra.
La pregunta es inevitable: ¿Cómo es posible decir que antes de la creación del hombre era como si no hubiera creación, cuando existe un mundo tan inmenso, del que el hombre no es más que una pequeña partícula? Es por la creación de todo el universo que alabamos a Dios diciendo: «¡Cuán grandes son Tus obras, oh Señor!» (Salmo 104), mientras que el hombre ocupa una parte muy pequeña en ese gran universo, ya que hay muchos menos seres humanos que animales, menos aún que vegetales y minerales. Rosh Hashaná nos enseña aquí un principio esencial: no es la cantidad lo principal sino la calidad.
Cuantitativamente, de hecho, lo inanimado ocupa el lugar más respetable, seguido por la planta, luego por el animal, mientras que el ser humano constituye una minoría insignificante. Sin embargo, cualitativamente no hay lugar para comparación entre lo inanimado, los vegetales, los animales y el hombre, ya que el hombre se encuentra en un nivel cualitativo altísimo.
En lo inerte, no hay ningún espíritu en absoluto. Una planta tiene vitalidad de crecimiento, pero no tiene alma viviente. Por encima de eso está el reino animal, que tiene un alma viviente, pero no tiene una mentalidad independiente. Aunque los animales también tienen inteligencia, su inteligencia no es una esencia independiente, sino que sirve únicamente a sus necesidades materiales. Por otro lado, el hombre tiene una mente independiente, que es un propósito y una meta en sí misma.
Es más, la perfección de la mente humana se consigue cuando la persona usa la mente no para lograr sus necesidades físicas, sino para elevarse cada vez más a nivel espiritual, hasta que la mente llega a anularse frente a la voluntad de Dios. Ésta es la singularidad y excelencia de la persona.
Este es el mensaje de Rosh Hashaná: cuando una persona mira a su alrededor descubre que la mayor parte de su tiempo y energías están dirigidas a satisfacer sus necesidades físicas. También ve que el número de personas que se enfocan en la espiritualidad es pequeño en comparación con las personas inmersas en la materialidad. Esto puede generar dudas y nos puede llevar a pensar: quizás lo físico sea la esencia de la vida.
Rosh Hashaná nos enseña lo contrario: lo espiritual es lo principal. Por lo tanto, aunque en los seis días de la creación fue llamado a la existencia un mundo grande y vasto, todo ello se considera insignificante hasta que el hombre fue creado. Sólo cuando el hombre fue creado se puede decir: «Este es el día del comienzo de Tu creación». El verdadero comienzo tuvo lugar cuando el hombre reconoció al Todopoderoso como rey sobre toda la creación y descubrió en ella su origen divino”.