Rabino Yerahmiel Barylka
Miembros de su familia habían ocupado cargos importantes durante las últimas décadas del reino de Yehudá. Su abuelo y su padre apoyaron a Yehoshyiahu-Josías durante las reformas de éste (II Melajim-Reyes 22:3 ss., 12 ss.). Ajikam, su padre, ocupó un puesto importante durante el reinado de Yehoyajim-Joaquín y pudo salvar a Yirmiyahu-Jeremías de la ira del pueblo tras su discurso a la puerta del Templo (Yirmiyahu 26:24).
Las condiciones políticas y económicas internas de Yehudá durante ese período se vieron socavadas tanto por movimientos militares a gran escala a lo largo de su frontera como por las incursiones de bandas de ladrones procedentes de los países vecinos. Las persecuciones de los profetas, cuya influencia había aumentado en tiempos de Yehoshyiahu-Josías, también agudizaron los conflictos internos. El libro de Jeremías contrasta a Yehoyajim con su piadoso antepasado Jizkyiahu-Ezequías al relatar cómo reaccionó piadosamente a la profecía de Miqueas. En contraste, Yehoyajim persiguió y mató al profeta Urías, y habría hecho lo mismo con Yirmiyahu (ver Capítulo 26). Del mismo modo, el profeta en el capítulo 36 contrasta la falta de contrición de Yehoyajim al oír las palabras del rollo de la Torá por el que Yehoshyiahu, se había rasgado las vestiduras (cf. II Melajim 22:11-14 y Yirmiyahu 36:23-24). Según el Libro de los Melajim, Yehoyajim derramó mucha sangre inocente en Jerusalén (II Melajim 24:4; cf. Yirmiyahu 22:17). II Divrey Hayamim-Crónicas 36:6 y ss. relata que Nabucodonosor ató a Yehoyajim con grilletes para llevarlo a Babilonia. Un año después también llevó a Yehoyajim a Babilonia. En II Reyes 24:6 se relata que “durmió con sus padres”, lo que indica que, al menos según esta fuente, tuvo una muerte pacífica. En Jeremías se encuentran dos oráculos relacionados con la muerte de Yehoyajim (22:18-19; 36:30).
Evidentemente, la familia de Guedalia siguió una línea de moderación y sumisión a Babilonia, lo que explica la elección de uno de sus miembros para gobernar al remanente en Yehudá. Guedalia pudo incluso haber sido un hombre de influencia y estatus antes de esta época (ver II Melajim-Reyes 25:22; Yirmiyahu 40:5).
Guedalia residía en Mitzpá, en el territorio de Benjamín. Entre el resto del pueblo de Yehudá que se reunió a su alrededor había oficiales del ejército que habían escapado a la captura y deportación por parte de los babilonios lo que permitió que un empobrecido remanente permaneciera en la tierra. Muchos judíos que habían huido a Moab, Amón, Edom y otras tierras vecinas regresaron a la tierra de Yehudá, cuidaron los viñedos que les había dado el rey de Babilonia y disfrutaron de un nuevo respiro después de su opresión anterior.
Después de ejercer su cargo durante poco tiempo, Guedalia fue asesinado por Ishmael ben Netania, que estaba en contacto con Baalis, rey de los amonitas. El asesinato fue aparentemente instigado con la esperanza de derrocar el dominio babilónico. En el séptimo mes (Tishrei) Ishmael se presentó ante Guedalia en la ciudad de Mitzpá, y fue recibido cordialmente. Guedalia había sido advertido de las intenciones asesinas de sus huéspedes, pero se negó a creer a sus informantes en la creencia de que su informe era una mera calumnia. Ishmael asesinó a Guedalia, junto con la mayoría de los judíos que se habían unido a él y un número de babilonios que el rey de Babilonia había dejado con Guedalia. El remanente sobreviviente de judíos fue así dispersado y la tierra quedó desolada.
Como resultado de la muerte de Guedalia los últimos vestigios de la autonomía de Yehudá después de la conquista babilónica, fueron destruidos, muchos miles de judíos fueron asesinados, y los judíos restantes fueron conducidos al exilio final. Los que se salvaron, entre ellos varios oficiales del ejército, huyeron a Egipto, llevándose consigo al profeta Yirmiyahu, por miedo a que los babilonios pudieran considerarlos responsables del asesinato de Guedalia (II Melajim 25:25-26; Yirmiyahu 41:1ss.).
El asesino, Ishmael ben Netania, un miembro de la familia real estaba profundamente perturbado por las acciones de Guedalia que ocupaba la sede del gobierno en Mitzpá, a pocos kilómetros al norte de Jerusalén. Estaba indignado por la cooperación de Guedalia en lo que consideró era un acto de denigración dirigido contra Jerusalén y el pueblo judío. También le molestó que Guedalia tampoco formaba parte de la línea davídica que había mantenido el liderazgo de hijo a hijo durante veintidós generaciones sucesivas, desde el rey David. A diferencia del Reino del Norte de Israel, que estuvo bajo el gobierno de al menos cinco dinastías diferentes, el Reino del Sur preservó fervientemente la línea davídica.
No resulta difícil aceptar los argumentos que se adjudican al asesino, pero ello no significa que eran correctos. Hemos aprendido que explicaciones de fanáticos se creen más que lo que indica la realidad y la razón y que no necesariamente coinciden con la realidad. Uno podría convencerse fácilmente de que el asesino tenía razón en su decisión de asesinar a Guedalia. El honor estaba por encima de los intereses del pueblo. Si Guedalia realmente deshonró a nuestro pueblo al someterse al dominio babilónico, entonces nuestros sabios y todo el pueblo judío a lo largo de la historia desde entonces no estaríamos llorando y recordando su asesinato ayunando tantos años después. De hecho, los sabios del Talmud (Rosh Hashaná 18b) se refieren a Guedalia como un justo, un verdadero tzadik.
Nada menos que el profeta Yirmiyahu había hablado (Yirmiyahu 25 y 29) de los setenta años de dominio babilónico sobre Eretz Israel debido al comportamiento pecaminoso del pueblo. Estos setenta años deberían haber servido de oportunidad para la reflexión y el arrepentimiento necesarios para merecer el futuro control soberano judío sobre nuestra tierra.
Por desgracia, el mensaje de Yirmiyahu fue rechazado por muchos, e incluso se burlaron de él (véanse los capítulos 7 y 26 de su libro) tachándolo de falso profeta. Sin embargo, Yirmiyahu había demostrado repetidamente su autenticidad, y sus predicciones de los fracasos de las rebeliones judías contra Nebujadnetzar tristemente se materializaron con toda su fuerza.
Pero, el pueblo no aprendió.
No sería la primera ni la última vez en nuestra historia.
El día de la muerte de Guedalia se observa como «el ayuno del séptimo mes» (Zejaria-Zacarías 7:5; 8:19), conocido popularmente como el Ayuno de Guedalia que se celebra el 3 de Tishrei (Rosh Hashaná 18b). Existe la opinión de que Guedalia fue asesinado el primer día de Tishrei, pero el ayuno se pospuso hasta después de Rosh Hashaná, ya que el ayuno está prohibido durante un festival. Los rabinos han dicho que su objetivo es enseñar que la muerte de los justos se asemeja al incendio de la casa de nuestro Dios. Así como ordenaron un ayuno por la destrucción del Santuario, también ordenaron un ayuno por la muerte de Guedalia.
Después del asesinato del primer ministro Itzjak Rabin, nos sorprendimos cómo podía ser que un judío asesine a otro judío que ejercía la máxima autoridad del país. Pero nos habíamos olvidado que las páginas de las Escrituras Sagradas, están ensangrentadas por guerras civiles y asesinatos en las que justos de nuestro pueblo murieron a manos de otros judíos.
Los judíos que regresaron a Eretz Israel tras el fin de los setenta años de dominio babilónico volvieron a una tierra desolada. Tuvieron que reconstruir la población judía desde cero. Además, el asentamiento judío de la época del Segundo Templo nunca llegó a establecerse de forma sólida y duradera en Eretz Israel. Esto puede atribuirse en gran medida al hecho de que la primera generación de retornados tuvo que empezar de cero.
Si tan sólo Ishmael ben Netania y su banda hubieran prestado atención a las palabras de Yirmiyahu, perdonado la vida a Guedalia y seguido el prudente consejo de este último, la historia judía podría haber sido muy diferente.
Los judíos de Babilonia habrían regresado a una Eretz Israel ya bendecida con una importante población e infraestructura judías. El asentamiento judío durante la época habría sido mucho más viable y estable.
Así pues, el asesinato de Guedalia merece ser conmemorado con un día de ayuno.
Es digno de mención que acciones aparentemente bienintencionadas tuvieron consecuencias desastrosas a gran escala. Se nos recuerda que debemos prestar atención a las palabras de los críticos de las decisiones irresponsables de nuestro tiempo. Merece la pena ayunar e interiorizar este mensaje vital con la esperanza de que no se repita el error del asesinato.
La destrucción total causada por el descarado desprecio de Ishmael ben Netania a las palabras del profeta es un mensaje muy conmovedor durante Rosh Hashaná y Yom Kipur. El mensaje vital de la importancia crítica de estudiar la historia es la mejor manera que tenemos para no repetir sus desgracias.
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