El pueblo judío ha sufrido a lo largo de la Historia persecuciones, expulsiones, progromos, masacres y hasta un Holocausto donde el objetivo final era la total aniquilación.
Tras la creación del estado de Israel, varias guerras fratricidas con similar finalidad tuvieron lugar. Unos vecinos que no soportaban la idea de presencia no árabe y no musulmana en un pequeño territorio de Oriente Medio, se conjuraban de cuando en vez para tratar de arrojar a todo judío al mar. Llegaría también la práctica del terror, con atentados despiadados que anhelaban causar el mayor número de víctimas y extender el dolor y la desazón. Contra todo ello hubo que luchar todos estos años ante la incomprensión occidental, con la consiguiente crítica y ataques a Israel de una forma totalmente parcial y sesgada. Siempre se ha hablado de forma ligera de proporción y mesura en cuanto a la respuesta que el Estado de Israel debería dar contra aquellos que asesinan a su población civil.
Es de conocimiento general el resultado de las múltiples conversaciones y negociaciones para alcanzar la paz. Acuerdos que parecían encaminarse a la solución de los dos estados saltaban por los aires en forma de intifadas y revueltas, acompañadas de atentados indiscriminados contra ciudadanos en autobuses, centros comerciales o lugares de ocio.
Se construyeron muros y vallas de separación precisamente para evitar ese tipo de actos salvajes, con efectos positivos. Se tomaron medidas atrevidas, como fue la evacuación de casi diez mil colonos de la franja de Gaza, dejando en manos exclusivamente palestinas el gobierno de aquel territorio y de su población, ahora sí, únicamente árabe. La oportunidad para crear el germen del futuro estado palestino estaba ahí, más próxima que nunca. Lo que vino en los sucesivos años, de sobra es conocido. Los gobernantes elegidos en elecciones dedicaron sus esfuerzos en atacar una y otra vez a Israel; cientos de misiles que volaban hacia las localidades del sur con la consiguiente respuesta de Israel, de nuevo cuestionada por su “desproporcionalidad” hacia la población gazatí. Aquí en Galicia y España en particular y, generalmente, en el conjunto de Europa costaba contrarrestar ese discurso mayoritario. Gaza era una cárcel al aire libre, aislada y bloqueada, sin empatizar mínimamente con la legítima defensa contra los objetivos criminales de Hamás sobre la población israelí.
Pero esta vez la peor de las pesadillas se ha hecho realidad. Varios miles de terroristas penetraron en suelo de Israel, se introdujeron con vehículos a motor, por tierra y aire, armados hasta los dientes e irrumpieron en kibutzim y ciudades, y hasta en un festival de música, matando a todo aquel que se les puso por delante, casa por casa, en las calles, a niños, a familias enteras, ultrajando los cuerpos de los caídos y secuestrando a personas indefensas. Se habla de más de mil asesinados y unos cien retenidos, de nacionalidad israelí, pero también de muchas otras. Cómo se debe gestionar la reacción a esta barbarie es una cuestión que solamente a Israel le corresponde.
Háganlo. Están en su derecho y es su obligación.
Pablo Veiga
(Miembro de AGAI – Asociación Galega de Amizade con Israel)
La entrada La peor de las pesadillas aparece primero en Aurora.