Beatriz W. de Rittigstein
Desde el nefasto 7 de octubre de este año, fecha en la que el grupo terrorista palestino Hamás rompió la usual tregua y desató una nueva guerra al atacar a la población civil en el Sur del territorio soberano de Israel, se vienen imponiendo como ciertos una serie de mitos y narrativas que desinforman y distorsionan la historia, pero que nada tienen que ver con la situación y que convierten al mundo libre en una zona de guerra, en donde, sin ninguna duda, procuran la deslegitimación de Israel.
Para comprender la realidad, resulta oportuno vislumbrar algunos elementos vinculados a Hamás. Su nombre es el acrónimo de “Movimiento Islámico de Resistencia”; se constituyó en la versión palestina de los Hermanos Musulmanes, movimiento sunita radical, creado en Egipto en 1920; de hecho, el artículo 2 del documento constitucional de Hamás dice que: “es uno de los brazos de los Hermanos Musulmanes en Palestina”. Fue establecido hacia 1987, durante la primera Intifada, por el jeque Ahmed Yasín, quien, inicialmente estableció una red de beneficencia, clínicas y escuelas en Cisjordania y Gaza. En 1988, tras la publicación de su Carta Fundacional, se organizó como un movimiento militante y terrorista, con el propósito de, en primera instancia, destruir a Israel. Hamás ganó notoriedad con su lucha contra los acuerdos de Oslo de 1993 entre Israel y la OLP, a esta última, en 2006, la venció en las elecciones del Consejo Legislativo; en 2007, un par de años posterior a la salida de los israelíes, tomó violentamente Gaza, rompió con la Autoridad Palestina y desde ese entonces gobierna la Franja de forma autocrática.
En su Carta Fundacional, que consta de 36 artículos, Hamás delinea su identidad y objetivos; es un documento absolutamente antisemita, así el artículo 7 reafirma su obligación de combatir a los judíos en donde se encuentren. Mientras que, los artículos 22, 32 y 38 ostentan estigmatizaciones.
Hamás entiende la Yihad como la lucha armada con objetivos religiosos; en el artículo 13 de su documento constitucional dice: “No existe ninguna solución al problema palestino que no sea la Yihad”; además, promueve la guerra santa contra todos los infieles. Los yihadistas, ya sean de Al Qaeda, ISIS, Hezbollah o Hamás, cuando cometen estos crímenes contra la humanidad, vociferan su grito de guerra: “Allah UAkbar” (Alá es grande), mostrando que su guerra es religiosa. También, Hamás es un movimiento fundamentalista, es decir, impulsa la interpretación literal de sus textos sagrados y es de suma importancia la imitación de distintos aspectos de la vida de Mahoma.
El 7 de octubre, los terroristas de Hamás infligieron crueles torturas a familias judías enteras, y en numerosos casos violaron y decapitaron a bebés, niños, mujeres, hombres. La historia nos muestra que alrededor del año 628 DC, al final de la denominada Batalla de la Trinchera, por orden del profeta, cerca de mil hombres de una tribu judía, la de los Qurayza, fueron decapitados; las mujeres y niños llevados a cautiverio como esclavos.
Hubo diversos medios de comunicación y periodistas que no quisieron creer lo que ocurrió en el sur de Israel, ese 7 de octubre, tal vez debido a sus miradas nubladas por un ingenuo manto occidental. Sin embargo, anteriormente observamos semejantes atrocidades perpetradas por ISIS.
Hamás no busca la convivencia; anhela destruir al Estado de Israel, pero ese no es su aspiración final, su idea es reconstruir un Estado Islámico, es decir, un califato sobre los escombros de las demás civilizaciones. En este caso, el 7 de octubre puede ser un punto de inflexión que daría inicio a una yihad general contra Occidente.