Una necesaria evaluación a 80 días del inicio de una guerra con final incierto

Israel se vio obligada a ingresar en una guerra que sus enemigos planificaron con perversa perfección en todos sus detalles militares, geopolíticos, psicológicos, sociológicos y mediáticos.

La guerra siempre es una tragedia, un fracaso para los que amamos la vida. No así, para los enemigos de Israel que ven en ella y en la muerte, una epopeya a glorificar. Se enfrentan culturas y valores. Ellos han estudiado y monitorean lo que entienden como nuestras debilidades. La democracia, el pluralismo, el respeto a la ley, a los Derechos Humanos y a la sacralidad de la vida.

Cuando el 7 de octubre invadieron territorio israelí, masacraron a su población y tomaron rehenes, sabían cuál sería la respuesta israelí. La necesidad de su gobierno y población de recuperar la sensación de invulnerabilidad, fortaleza e invencibilidad, en un Medio Oriente donde sólo los fuertes sobreviven y son respetados, embarcó al Estado judío y su ejército en una acción bélica de gran magnitud.

Nadie se atrevió a cuestionar el tipo de respuesta. Un golpe a la soberbia y omnipotencia de un Israel que en realidad se sabe débil y pequeño. Sólo algunos pocos pensadores, escritores y periodistas no israelíes en su mayoría advirtieron del peligro de una respuesta tradicional al estilo del 11S y sus consecuencias posteriores de mayor caos y extremismo. El desafío de un pensamiento lateral es altamente disruptivo en un contexto de violencia y guerra.

Seguramente estas reflexiones que salen de los cantares victoriosos que alientan a los soldados en la guerra no serán del agrado de muchos. Buscamos respuestas simples. Desgraciadamente los desafíos son complejos y no lo permiten. Los errores de análisis y sumarse al canto de sirenas se pagan con infinito dolor.

Irán y sus aliados, (Rusia, China y otros) a través de su proxi Hamás, pusieron en jaque a Israel. El ataque contaba y cuenta con otras piezas disponibles. Hezbollah en el norte, los palestinos de Judea y Samaria e incluso dentro de Israel, la debilidad de la cuestionada Autoridad Palestina, los hutíes en Yemen complicando el transito naviero internacional.

Medio Oriente es un barrio lleno de odios tribales y traiciones. De alianzas hipócritas y matanzas despiadadas, De aquellos que te sirven un día un café con una sonrisa y al día siguiente te clavan un cuchillo por la espalda. Sos mi amigo mientras me servís para protegerme de mi principal enemigo. La fractura genocida del mundo musulmán le permite a Israel sobrevivir, no por ser querida por ninguna de las tribus. Israel les es necesario a algunos para contener a sus voraces “hermanos” que postergan de vez en cuando por un rato sus internas fratricidas, para que Israel no sienta que prevalece, ni que es dominante en una región que unos y otros entienden como propia y donde Israel es un cuerpo extraño.

Todo esto en el contexto de un occidente invadido de migrantes árabes-musulmanes no integrados y muchas veces extremistas. Un occidente preocupado y distraído económica y militarmente por la invasión de Rusia a Ucrania. Mientras tanto China, en silencio después de un extraño COVID, avanza casilleros a pasos agigantados en todo el globo.

A 80 días y más allá de los slogans de Am Israel Jai, el panorama es absolutamente incierto. Hoy, el primer ministro Netanyahu visitando tropas en Gaza declaró que la guerra continuará por meses hasta cumplir con el objetivo de derrotar al Hamas y regresar a los rehenes. El mismo del primer día. ¿Será posible? ¿Desaparecerá la ideología del Hamas con la guerra?

Los Kibutzim y ciudades fronterizas fueron establecidas como espacios y barreras de contención para con nuestros enloquecidos vecinos. ¿Cómo se hará para volver a darle seguridad, confianza, aliento y estímulo a su población y volver a habitar esos espacios? Seguramente cuando los habitantes de Tel Aviv, Jerusalem y otras ciudades asuman que ellos también viven en la frontera y dejen esa ilusión psicológica de estar lejos del fuego enemigo.

El 80% de la Franja de Gaza está destruida, los miles de muertos (se estiman 8000 de un total de entre 30.000 a 40.000) no han debilitado por completo al Hamas en el combate, ni en las calles donde incluso han ganado popularidad.

Voces diversas en occidente, entre las que se suma la de Estados Unidos, el principal aliado de Israel, critican a las FDI por su accionar y las muertes de civiles. El paso del tiempo desgasta y hace olvidar las genuinas razones por las que Israel entró en combate.

Como si fuera poco, la sociedad israelí no puede elaborar su trauma y duelo, donde a los 1200 masacrados del 7 de octubre se le suman 160 soldados caídos en batalla hasta hoy, miles de heridos de distinta consideración con todo lo que ello implica en el presente y futuro, los 120 rehenes en un limbo.

Secuelas psicológicas enormes en la ciudadanía, una economía golpeada, en un país movilizado por la guerra, donde no pocos decidieron abandonar el país por miedo o en búsqueda de una realidad distinta. Claro, el galopante antisemitismo no les augura una vivencia relajada en ninguna parte.

La violencia interna acallada por el momento por la guerra y que se manifestaba antes de la misma, seguro se reavivará cruelmente en el pase de facturas por lo ocurrido, una vez que se acallen los cañones. No hay muchas señales alentadoras justamente.

Irán abrió la partida de manera brillante luego de haberla pensado y planificado detalladamente. Israel distraído en sus intrigas e internas políticas, despertó a medias y respondió con una jugada clásica y tradicional, que parecería no solo no haber logrado contrarrestar el movimiento persa, sino que, aunque comiendo peones y avanzando en territorio enemigo, no sólo no le asegura el triunfo en la partida, sino que un logro de tablas o una derrota digna parece el mejor resultado posible.

Este torneo por la subsistencia del Estado y el pueblo de Israel es de largo aliento, comenzó hace 2000 años con el exilio romano y hace 75 años con la independencia del tercer Estado Judío en nuestra tierra. No ha habido un día de descanso, y cuando finalmente soñábamos con uno de tranquilidad, la realidad nos volvió a golpear y despertar.

El pueblo judío ha ganado grandes partidas y ha tenido éxitos deslumbrantes. Ha sobrevivido a todo y todos.

Finalmente, con la existencia de Israel y después de la Shoá nos hemos asegurado que mientras haya torneo seguiremos participando y nadie nos negará esa posibilidad. No es poca cosa, en un juego donde fuimos cenizas a las que no nos dejaban competir y recomenzamos con tan sólo algún débil peón, algún alfil y alguna torre.

Será importante volver a estar muy despiertos y en lo posible unidos. Sino es por amor, que sea por el espanto. 

Saber que nuestros enemigos tienen muchas y potentes piezas que saben utilizar, y que nuestra jugada maestra y única arma para vencer, es la misma de siempre, no tener alternativa. 

 

 

Miguel Steuermann

Director General