Por Seba Cabrera Koch.
En Berlín, hacia los años 1910, Guershon Scholem era apenas un joven adolescente, cuando abrazó con todas sus fuerzas los ideales del sionismo. Años más tarde, consagraría su vida al estudio y la comprensión de la tradición histórica, religiosa y cultural del Pueblo Judío, convirtiéndose en un erudito.
Se convertiría en el primer profesor de misticismo judío en la Universidad Hebrea de Jerusalén, y seria ampliamente reconocido como el fundador del estudio académico moderno de la Cabala.[1]
En su autobiografía “De Berlín a Jerusalén” [2], Guershon Scholem relata el ímpetu de sus años de juventud para estudiar hebreo y sumergirse en las fuentes judaicas, pero dedica sus mejores páginas para rendir un emotivo homenaje a su primer maestro de Talmud.
El rabino Dr. Yitzhak Bleichrode era un maestro gentil y modesto; enseñó a Scholem y a amigos de forma gratuita, sin otra razón que el amor a la Torá. Era un judío ortodoxo, pero no juzgó ni contrarrestó el estilo de vida no observante ni el espíritu librepensador de sus alumnos.
Guershon Scholem nunca olvidaría esa mañana de domingo en la primavera de 1913, cuando aprendió con él su primera página del Talmud, y los comentarios de Rashi sobre los primeros versículos de la Torá. Ese encuentro inicial implantó en el joven una profunda y duradera fascinación por el judaísmo. En sus memorias, Scholem recordaría con entrañable admiración esos años de estudio junto a su maestro, evocándolo esos tiempos como la única experiencia auténticamente religiosa de su vida.
Sus caminos bifurcaron. La vida misma se abre caminos.
Décadas después, el maestro y su alumno se reencontrarían en Israel: el Rab. Bleichrode asistió discretamente a la Universidad Hebrea, a una clase que impartía el ahora renombrado Profesor Scholem.
Solo una mirada le bastó para reconocer la inmensidad de este anciano entre la multitud. Cuando sus estudiantes se maravillaron de la indulgencia inusual de Scholem hacia el ignoto rabino, les dijo crípticamente que “lo que es mío y de ustedes en realidad le pertenece a él”. [*]
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En la porción que estudiamos esta semana, entran en escena las plagas de Egipto. Moshé tenía la misión de liberar al pueblo hebreo de la esclavitud, y las plagas fueron una demostración pública del poder de D-s tanto para Egipto como para Israel.
En una lectura precipitada del texto, se podría inferir que es Moshé quien interviene trayendo cada una de las plagas; pero si ponemos atención, las tres primeras tienen un elemento interesante en común: es Aarón, su hermano quien las inflige.
“Y dijo Dios a Moisés: Dile a tu hermano Aarón: Toma tu vara y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto (…) y se convertirán en sangre. …” [3]
“Y dijo Dios a Moisés, dile a Aarón: Extiende tu mano con tu vara sobre los ríos, (…) y levanta las ranas sobre la Tierra de Egipto.” [4]
“Y dijo Dios a Moisés, dile a Aarón: Extiende tu vara y golpea la tierra, y habrá piojos en toda la Tierra de Egipto.” [5]
Rabi Shlomo Itzjak, Rashi, cita un Midrash [6] interesante, que intenta explicar la participación activa de Aarón en las tres primeras plagas. Dado que las aguas protegieron a Moshé cuando era un bebé, habría sido inapropiado que se comportara de esta manera con el rio, convirtiéndolo en sangre, o llenándolo de ranas.
La tercera plaga, los piojos, se produce golpeando la tierra. Aquí, dice Rashi [7], la tierra lo había protegido, ocultando el cuerpo del egipcio que había matado, “ayudándolo” a mantener el crimen en secreto.
Por estas razones de sensibilidad y reconocimiento de la deuda que Moshé tenía con el agua y la tierra, que se elige a Aarón, en lugar de Moshé, para provocar estas plagas. Dicho de otra manera, habría sido un acto de gran ingratitud por parte de Moshé golpear a los elementos de la naturaleza a los que debía su propia vida.
Estas fuentes parecen atribuir sentimientos y sensibilidades al agua y a la tierra. ¿Qué diferencia podría hacer para estos elementos inanimados si Moisés es o no un ingrato? Se trata de un principio ético fundamental: aprender a conectar con los demás, siendo conscientes de lo que hacen por nosotros. Se trata de gratitud.
La enseñanza fundamental es “hakarat hatov”, reconocer lo bueno, agradecer el bien que hemos recibido. De esta manera, el midrash nos enseña sobre la sensibilidad y la gratitud, y a partir de allí, replantearnos la forma en que interactuamos con nuestro entorno: cuando realizamos o somos beneficiarios de un acto de bondad, estamos vinculándonos con la parte divina que habita en el Otro.
Se construye una relación, se forja un vínculo virtuoso.
En cierta ocasión, el Rav Maleh [8] explico que “D-s le dio a la persona tanto la memoria como el olvido”. Si usamos nuestra memoria para recordar los favores recibidos, y el olvido para dejar atrás todo lo que pudimos haber hecho por alguien, sin duda viviremos la vida como un milagro, con la capacidad de seguir maravillándonos a cada paso.
Todos tenemos una historia, un pasado, personas que influyeron en nosotros y con las que asumimos “deudas de gratitud”, y que nos comprometen a ser sensibles para devolver al mundo un poco de lo que hemos recibido alguna vez. Sin ellos, no estaríamos donde estamos ni seriamos quienes somos.
Al expresar nuestra gratitud hacia ellos, los bendecimos, haciéndolos parte de nuestros propios logros.
Shabat Shalom!
Seba Cabrera Koch
3 Shevat 5784 / 12 de Enero de 2024
Fuentes consultadas 1- Guershon Scholem. Esbozo biográfico: https://nuevasion.com.ar/archivos/32699 2- Citado por Rab Ismar Schorsch. Parasha Vaerá. JTS. https://www.jtsa.edu/torah/small-acts-of-kindness/
3- Éxodo 7:19
4- Éxodo 8:1
5- Éxodo 8:12
6- Rashi: “Porque el río había protegido a Moisés cuando fue arrojado en él, por lo tanto, no fue herido por él ni en la plaga de sangre ni en la de las ranas, sino que fue herido por Aarón” (Shemot Rabá 9:10). https://www.sefaria.org/Exodus.7.19?lang=bi&with=Rashi&lang2=en
7- Rashi “El polvo no merecía ser golpeado por Moisés porque lo había protegido cuando mató al egipcio, pues “lo escondió en la arena”; y por lo tanto fue herido por Aarón” (Tanjuma; Shemot Rabbah 10:7). https://www.sefaria.org/Exodus.8.12?lang=bi&with=Rashi&lang2=en
8- Citado por Rab Abraham Leib Berenstein. “Más dulces que la miel”. 2014. Parasha Vaerá. Pág. 91-92.
Nota
* Genial guiño a Rabi Akiva y su esposa Rajel. El Talmud (Ketuvot 62-63) relata que luego de 24 años de permanecer lejos de su hogar, Rabí Akiva regresó a su pueblo siendo el líder de la generación y teniendo un séquito de 24.000 alumnos. Su esposa, quien aún estaba vestida con ropas simples, salió a recibirlo. Ella cayó frente a sus pies; imagínense la escena, una mujer abalanzándose frente a un gran sabio rodeado por una multitud de alumnos. Ellos se apresuraron a sacarla del camino, pero Rabí Akiva los detuvo y pronunció una frase que desde entonces se hizo famosa: “Déjenla. Lo mío y lo de ustedes, es de ella”.