Los tópicos en los que cae ahora la izquierda sobre Israel, al que consideran un Estado “fascista” y acusando a los israelíes de “nazis”, como ha hecho recientemente el presidente colombiano Gustavo Petro, revelan una profunda ignorancia y el desconocimiento de los hechos históricos.
Comparar a Gaza con Auschwitz es el sumun de la imbecilidad imperante.
Por Ricardo Angoso
A continuación, repasamos algunas cuestiones que atañen al Estado de Israel, los orígenes del sionismo, los árabes en el Estado hebreo, la izquierda israelí, la manida fórmula de los dos Estados y otros asuntos para tratar de poner, como se dice vulgarmente, los puntos sobre las íes.
Los orígenes del sionismo. El fundador del sionismo fue Theodor Herzl, un periodista, dramaturgo, activista político y escritor austrohúngaro de origen judío, y autor de un libro llamado El Estado Judío (Der Judenstaat,), en que se desarrolla el programa sionista cuyo principal eje es la formación del primer Estado hebreo en el mundo. Herzl creó la Organización Sionista y promovió el retorno e inmigración de la diáspora judía hacia Palestina, en ese entonces bajo dominio del Imperio Otomano. Herzl, un hombre de ideas liberales e influido por las ideas emancipadoras de la Europa de fines de siglo, concitó el rechazo de los sectores más ultraortodoxas de las comunidades judías y también de los sectores más conservadores, en parte porque temían poder e influencia en la judería europea y porque desconfiaban de sus ideas “socialistas”. También las familias más influyentes judías, como los Hirsch y los Rothschild, les prestaron demasiada atención a sus ideas y desconfiaron de Herzl, al tiempo que en las sinagogas se percibió su discurso como contrario a las enseñanzas religiosas.
Las ideas sionistas. En el primer congreso sionista, celebrado en Basilea, Suiza, entre el 29 y el 31 de agosto de 1897, se tomaron una serie de decisiones importantes e influyeron decisivamente en el movimiento, dotándole al mismo de una inequívoca impronta socialista. En este importante foro, en que Herzl volvió a ser elegido presidente del movimiento, se aprobó y organizó la compra de tierras para la formación de los kibutzim, una suerte de cooperativas autogestionadas al estilo de los futuros koljoses soviéticos. El sionismo, como el futuro Estado de Israel, bebía de esas ideas socialistas y estas impregnaron a la nación judía. El sionismo nunca pactó nada con el nazismo, como aseguraba la ex diputada comunista Angeles Maestre en un reciente artículo, sino que organizó la heroica resistencia a los nazis en los países ocupados e incluso conformó una sociedad paralela para salvar judíos, comunistas y partisanos en los bosques y en las montañas de los países ocupados por los alemanes. Los que sí pactaron con los nazis fueron los comunistas en el vergonzoso acuerdo germano-soviético de 1939 para repartirse Europa entre Alemania y la URSS.
El Plan de Partición de Palestina de 1947. El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en Nueva York, aprobó la Resolución 181, la cual recomendaba un Plan de Partición con Unión Económica para resolver el conflicto entre judíos y árabes en la región de Palestina, que se encontraba en esos momentos bajo administración británica. El plan de la ONU proponía dividir la parte occidental del Mandato en dos Estados, uno judío y otro árabe, con un área, que incluía Jerusalén y Belén, bajo control internacional. Los países árabes nunca aceptaron el plan. En la noche del 15 de mayo de 1948, los ejércitos de Egipto, Transjordania, Siria, Líbano e Irak cruzaron las fronteras y comenzaron la invasión del Estado de Israel. La primera guerra árabe-israelí había comenzado. Los palestinos, manipulados y jaleados por los líderes árabes más radicales, perdieron una oportunidad histórica de tener un Estado con unas fronteras reconocidas internacionalmente y por las Naciones Unidas.
El nacimiento de Israel. Ante el parón diplomático y la negativa árabe a aceptar el plan de partición de las Naciones Unidas, el 14 de mayo de 1948, el último de los soldados británicos abandonó Palestina y los judíos, liderados por David Ben-Gurión, declararon en Tel Aviv la creación del Estado de Israel, aceptando las fronteras previstas por esta organización internacional. Por cierto, todos los países que componían la Comisión del Plan de Partición eran ajenos a la región (Canadá, Checoslovaquia, Guatemala, Holanda, Perú, Suecia y Uruguay), y todos recomendaron la creación de dos estados separados, uno árabe y otro judío, con Jerusalén. bajo administración internacional. Sobre Ben-Gurión, que se convirtió en el primer presidente de Israel tras la declaración de independencia, hay que anotar que procedía del movimiento obrero, fue fundador del laborismo israelí y era un hombre de inequívocas ideas progresistas.
La Unión Soviética e Israel. Desde finales de 1944, Iosif Stalin adoptó una postura pro-sionista en su política extranjera, creyendo aparentemente que el nuevo país judío sería socialista y aceleraría la disminución de la influencia británica en el Oriente Medio. Consiguientemente, en noviembre de 1947, la URSS, junto con todos los países del bloque soviético votaron a favor del Plan de Partición de las Naciones Unidas para Palestina, el cual contribuyó a la creación del Estado de Israel. El 17 de mayo de 1948, tres días después de que Israel declarara su independencia, la Unión Soviética oficialmente concedió el reconocimiento de jure a Israel, convirtiéndose en el segundo país en reconocer al nuevo Estado judío (precedido solo por los Estados Unidos con un reconocimiento de facto) y el primer país en conceder a Israel el reconocimiento oficial en la escena internacional. Incluso en la primera guerra árabe-israelí la URSS, y otros satélites de la misma, vendieron armas a Israel y la apoyaron diplomáticamente. Las relaciones entre ambos países comenzaron a deteriorarse en la década de los cincuenta, cuando Israel da un giro claramente prooccidental a su política exterior, y a raíz de la crisis del canal de Suez, en que la URSS y otros países socialistas comienzan a vender armas a Siria y Egipto. El clímax llega en la Guerra de los Seis Días (1967), en que la URSS rompe relaciones con Israel y apoya claramente a los árabes junto con los demás países socialistas.
Israel no es un “producto” judío. De acuerdo al último censo publicado en Israel, el del año 2022, el 73% de los 9,6 millones de israelíes son judíos y el 21% son musulmanes; el resto está conformado por cristianos, arameos, armenios, drusos, asirios, coptos y drusos. Todas estas minorías tienen derecho a voto, a organizarse políticamente y sus comunidades como tales son reconocidas con todos sus derechos y deberes por el Estado de Israel.
Los árabes de Israel. Son casi dos millones de ciudadanos viviendo dentro de las fronteras de Israel, pero ni mucho menos constituyen un bloque monolítico. Están divididos en cuatro grupos: tres de orden religioso (musulmanes, cristianos y drusos) y un cuarto relacionado con el modo de vida (beduinos), aunque la mayoría son de religión musulmana. Están relativamente integrados en el país y siempre han tenido presencia en el legislativo israelí, sobre todo a través del izquierdista partido Jadash. Nació en el año 1977 y desde ese año siempre ha tenido entre 3 y 5 parlamentarios en casi todas las elecciones desde su fundación en el legislativo, habiendo obtenido, en las elecciones de 2022, 4 sobre un total de 120.
La izquierda israelí. La izquierda israelí está conformada por el histórico Partido Laborista y el izquierdista Meretz, ambos sumidos en una grave crisis de identidad ideológica y política tras sucesivos reveses electorales que los han llevado a la marginalidad y a la irrelevancia en la vida política de Israel. Los laboristas entraron en crisis a partir de 1999, sobre tras la desaparición de los hiperliderazgos de Itzjak Rabin y Shimon Peres, y en las últimas elecciones apenas obtuvieron 4 diputados sobre 120, mientras Meretz no consiguió representación parlamentaria en las mismas. Su papel moderador y conciliador en la sociedad israelí, sobre todo en las tentativas de lograr acuerdos de paz definitivos con sus vecinos árabes, no ha sido todavía sustituido por otras fuerzas.
Hamás no es un “movimiento de liberación nacional”. Esta organización terrorista nació como una escisión radicalizada de Al-Fatah que devino en un grupo terrorista y no político con pretensiones totalitarias, pretendiendo eliminar físicamente a los otros grupos palestinos y volviendo a la vieja doctrina de “desde el río al mar” para echar, literalmente, a los judíos al mar y exterminarlos. Pero también ha causado el terror entre los palestinos disidentes: Más de 600 militantes y simpatizantes de Al-Fatah y otros grupos fueron asesinados por esta organización terrorista sin contemplaciones y después arrastrados por motos y otros vehículos en las calles de Gaza. El proyecto de Hamás es totalitario y excluyente; nunca reconocerán al Estado hebreo ni la pluralidad de la sociedad palestina. Mientras exista Hamás, nunca habrá paz en Oriente Medio.
Los árabes y su apoyo al nazismo, pecado capital. Uno de los máximos representantes de los árabes, el Gran Muftí de Jerusalén, nacido como Amin al-Husayni en 1895, fue uno de los más acérrimos simpatizantes del nazismo y un antisemita militante desde su juventud. Se instaló en el Berlín de los años treinta y, en 1941 se reunió con Hitler y comenzó a colaborar activamente con los nazis, a los que alentó a exterminar a todos los judíos del continente. De acuerdo con el profesor Bernard Lewis, allí habría tratado de convencerlo (a Hitler) para que ampliase el exterminio de judíos a los territorios que la Francia de Vichy y la Italia fascista controlaba aún el norte de África, y también propuso que la Luftwaffe bombardeara Tel Aviv, ciudad habitada casi en su totalidad por judíos. Como prueba de su firme adhesión a la causa nazi, Al-Husayni promovió el reclutamiento de musulmanes bosnios y albaneses para las Waffen-SS, ayudando a formar la 13ª División de Montaña SS Handschar. Esta división se volvió célebre por las masacres particularmente atroces cometidas contra los partisanos yugoslavos, motivo por el cual tras la guerra Yugoslavia intentó, sin éxito, la extradición del Muftí cuando estaba refugiado en Egipto. En lo que respecta a los países árabes, Egipto, Líbano, Siria e Irak dieron cobijo, ayuda y auxilio a varios criminales de guerra nazis y se negaron a cumplir con las órdenes de extradición enviadas por varios países europeos.
La fórmula de los dos Estados desde 1947 hasta ahora. El problema radical, tal como vimos cuando analizamos el Plan de Partición elaborado por las Naciones Unidas para Palestina, es que los palestinos, hábilmente manipulados por sus vecinos árabes, nunca aceptaron la propuesta internacional y sueñan todavía con echar a los judíos al mar. En resumidas cuentas, sigue vigente entre los líderes palestinos y árabes que el proyecto de una Palestina libre debe construirse bajo las premisas de ese viejo eslogan político “desde el río hasta el mar”, es decir, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo. Aparte de que existiría un grave problema para definir las fronteras, ya que existen numerosas colonias judías en Cisjordania, y para conectar Gaza con los otros territorios palestinos, la posibilidad remota de que se creara un Estado palestino tampoco garantizaría la paz, la estabilidad y la seguridad para Israel, tal como se ha visto gráficamente este siete de octubre a pesar de que los israelíes se retiraron de esta franja y desmontaron sus colonias en el año 2005.