Porque la vida humana no es otra cosa que un juego de necios
(Erasmo. Elogio a la locura)
Dra. Bejla Rubin
Leer hoy en día a David Grossman es sentir en la propia piel el dolor de un hombre que ya hace tiempo entregó la vida de un hijo por la patria.
Uri Grossman, fallece en un ataque al Libano de manos de terroristas de Hezbollah, dos semanas antes de cumplir sus 21 años, muere el 13 de agosto de 2006. Y a pesar del espacio y el tiempo, Israel hoy no sólo “entrega” a sus jóvenes soldados, sino que esta contienda árabe-israelí, ya no es una confrontación bélica, sino una franca masacre de criaturas de ambos bandos, dado que los canallas de Hamás usan a sus propios hijos cual escudos humanos, total Alá los recibirá con los brazos abiertos y gustoso de tanta demostración de “amor”.
No hay palabras para definir tal inmolación y filicidio.
Grossman se asombra y enaltece la sensibilidad del pintor Munch que osa con tan pocas pinceladas expresar el dolor venido de las entrañas, mudo, pero desgarrador en su cuadro El Grito.
Y hoy a cuatro meses de haberse desatado esa barbarie, ese Mal improferible, nos identificamos con ese Grito silencioso, pero a la vez estruendoso, dado que solo con un grito desgarrador quizás podamos decir, testimoniar, delatar, aquello que es improferible, al igual que cuando en el ayer aconteció la Shoá. Hoy con la masacre ominosa venida de esas fieras desalmadas de Hamás, decapitando bebés, violando jovencitas y niñas, homenajeando y aplaudiendo la barbarie de todos estos inocentes, entonces mi Grito es de un dolor enfático, contra la injusticia aplaudida por el mundo antisemita nuevamente, gozando con fruición de tal barbarie, entonces mi alma clama y grita diciendo: ¡Basta!