Entonces escuché la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?”
Y yo dije: “Heme aquí; envíame a mí”.
Libro de Isaías 6-8
La Parashá y la Haftará.
Es decir, el capítulo semanal de lectura de la Torá en Shabat con el trozo de los profetas que le corresponde, y que tendría alguna ligazón o contacto con la primera.
Y entonces buscando alguna conexión alternativa a todas las explicaciones clásicas e históricas y tradicionales.
Es decir, encuentro estas dos palabras que resumen la idea, y si puedo poder desarrollar un poco este tópico y penetrar este nuevo sendero del pensamiento y esta reflexión alternativa o lateral o paralela a la exégesis que habitualmente hemos leído o escuchado de nuestros grandes rabinos de siempre.
Ytró, el buen consejo.
No cabe duda que el otrora gran sacerdote de Midián, suegro de Moshé, y ahora un nuevo probable converso al monoteísmo, le da el mejor consejo al líder hebreo. Acerca de delegar funciones y sobre lo bueno de la división del trabajo.
Moshé es humilde, y escucha y aprende, y lo lleva a la práctica.
De hecho, con la ayuda del diccionario, el consejo se define como: “Opinión que se expresa para orientar una actuación de determinada manera”. Para otros el consejo se explica como la búsqueda por diversos caminos de la sabiduría divina.
Para concluir, este bloque, el que da el consejo, no será aquel que lo vaya a ejecutar. Es el receptor, el que tiene la decisión de llevarlo a la práctica o no.
La misión.
Por el otro lado, en la porción de los profetas, que acompaña a la sección del Pentateuco, vemos que D’os deja picando la pregunta, que necesita un voluntario, e Isaías, presto, no duda.
A diferencia de Moshé, de Jonás y de Jeremías, Isaías no duda.
El voluntario y su significado se explica como algo que nace de la voluntad, no por fuerza o necesidad. Se trata de algo espontáneo y no por obligación o deber.
Las dos enseñanzas.
La Torá es enseñanza, y aquí tenemos dos, la primera, imitando al suegro de Moshé, siempre prodigar el buen consejo. Lo que decimos a nuestro prójimo, es lo mismo que nos gustaría escuchar de otros hacia nosotros o los nuestros en la misma circunstancia.
Y ser voluntario, es cumplir la consigna histórica, y ancestral del judío y en particular del primer patriarca, de ejercitar una bondad sin límites hacia el otro. Esto último, lo hemos visto en forma maravillosa y asombrosa, con la entrega de los soldados que se presentaron prestos a servir en las IDF, para ingresar a Gaza y rescatar a los rehenes y destruir a Hamás. Ofrendar la propia vida, lo más preciado e irrecuperable en pos de salvar a otros.
Similitudes.
En circunstancias dramáticas, que me ha tocado vivir por una de mis queridas hijas, y puede que con el tiempo me pueda explayar, y enfrentado a una maliciosa abogada no-judía, utilizada como peón o mascarón de proa por una institución lamentablemente comunitaria degenerada de su noble origen pude decirle: “doctora, nosotros no abandonamos a nuestros hijos”.
Y nosotros aquí en Buenos Aires somos sus padres, y allí en Israel son los soldados o jaialim que, también poniendo el pecho y su carne y sangre y seguridad personal, reafirman exactamente lo mismo que dos angustiados y casi aislados progenitores en tierras criollas. Que ellos tampoco abandonan a sus hermanos a su suerte.
Final.
Contra toda lógica y cálculo, emerge lo mejor del alma judía. Y la historia bíblica se repite una y otra vez aquí y allá y en todos lados y en todos los frentes en que se deba luchar.
Con un arma, o con la palabra o con la ley o con nuestros propios cuerpos.
Para finalizar, no basta el buen consejo, ya que es necesario mas no suficiente. El profeta marca un paso posterior y necesario que es el compromiso total con el judaísmo y con nuestras familias y hermanos en desgracia.
Como sentencia en el Shemá Israel: “Amar a Hashem con todo el corazón, con toda tu alma y con todo tu ser”.
¡Shavúa Tov!
Dr. Natalio Daitch