Cuando la verdad no importa

Beatriz W. de Rittigstein

Hay numerosas situaciones que muestran que, desde hace un par de décadas, varias cadenas de medios de comunicación y agencias de noticias dejaron de lado la cobertura directa, con corresponsales propios en sitios donde se desarrollan eventos, especialmente en Gaza y, en cambio, más fácil y económico, reproducen lo que ciertos gazatíes devenidos en “periodistas” (muchos ligados a grupos terroristas) cuentan, sin corroborar, omitiendo el deber profesional.

En cuanto a la actual guerra que Israel emprendió contra el terrorismo de grupos radicales palestinos, vimos a fines de noviembre del año pasado, como numerosos medios dieron por cierta la noticia emitida por Hamás acusando a Israel de haber bombardeado el hospital Al Ahli al Arabi, en Gaza y de inmediato la maliciosa fuente afirmó que se habían causado 500 muertos. Israel demostró que se trató de un cohete de los varios que lanzó la Yihad Islámica sobre ciudades israelíes, que falló y cayó sobre el estacionamiento de dicho sanatorio. Ante la contundencia de las pruebas de las FDI, ya los terroristas no tuvieron más interés en el caso y mucho menos en la cantidad de víctimas. Tampoco los medios que vociferaron la falsa noticia con grandes titulares, fueron así de enérgicos al desmentirla, algunos publicaron una discreta corrección, pero y, como siempre, ese primer título escandaloso quedó grabado en la mente de todo el que lo vio. Para colmo, a nadie le llamó la atención que Hamás o la Yihad Islámica bombardeen ciudades israelíes; tampoco les es relevante que, desde hace unas dos décadas, así amenazan la vida de los israelíes y que Israel ha tenido que crear normas e instrumentos para protección de sus ciudadanos.

El recién pasado 29 de febrero, a raíz de la estampida de gazatíes que pretendieron asaltar una caravana de camiones con ayuda humanitaria destinada al norte de la Franja, Hamás volvió a elaborar una narrativa culpando a los soldados israelíes de haber disparado contra la multitud y, nuevamente, sin verificar, diversos medios repitieron el disparate, reproduciendo el ardid del grupo terrorista y, sin cumplir con la obligatoria comprobación, le dieron un inmerecido crédito. La realidad es que las muertes se produjeron debido a la propia avalancha de gente, aplastándose unos a otros y eso es claro en los videos que captan lo acontecido.

En esta guerra que ya lleva más de cinco meses, el conteo de muertos que indica el ministerio de salud de Gaza en manos de Hamás ha sido manipulado con fines propagandísticos, escondiendo la distinción entre terroristas y no combatientes. A través de los análisis de las cifras oficiales, se comprueban inconsistencias y manejos destinados a exagerar las muertes de civiles, sobre todo de mujeres y niños, y a ocultar las bajas de los terroristas; se observan recuentos estadísticamente insostenibles. Tales fraudes delatan el intento de Hamás por ostentar condiciones que favorezcan su narrativa y propicien una pésima imagen de Israel. De hecho, estas cifras no van acompañadas de nombres ni de las circunstancias de los fallecimientos y menos de imágenes reales, ni de un trabajo forense.

En este sentido, cuando se está tratando de negociar una larga tregua para la liberación de otro grupo de secuestrados israelíes, el gobierno de Netanyahu exige una lista de los cautivos vivos y Hamás se niega a darla, aduciendo que no sabe en dónde están, pues hay un número no especificado en manos de diferentes grupos terroristas. Llama la atención que Hamás no puede verificar la ubicación de 134 secuestrados que es el número que se calcula en Israel, pero con ligereza esgrime un abultado número de gazatíes muertos. Adicionalmente, se estima en 1.200 los israelíes masacrados el 7 de octubre de 2023, pero transcurridos más de 150 días de esas atrocidades, la suma no es definitiva, pues aún hay personas desaparecidas, por lo que es válido cuestionar cómo es que Hamás da cifras precisas, rápidas y le creen.

Resulta incomprensible que haya medios que se siguen nutriendo de datos suministrados por un grupo terrorista, yihadista y genocida, sin cotejar la información de forma independiente, pese a haber tropezado una y otra vez con las reiteradas mentiras de Hamás. Cabe recordar que, en Gaza, Hamás ha gobernado con fiereza y nulo respeto a la libertad de expresión; de tal manera que, todos los cuentos de los mal llamados “periodistas” son estrictamente supervisados por sus mandos. Nos preguntamos: ¿Cuál es la responsabilidad de medios como El País, CNN, Reuters, Associated Press y varios más, en el creciente antisemitismo en el mundo, cuando colocan todo el poder informativo en manos absolutamente desconfiables?

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