La masiva presencia callejera, liderada por islamistas, busca imponer su voluntad en el espacio público e intimidar a sus oponentes.
Por Jonathan Spyer
Durante una breve visita a Londres esta semana, decidí echar un vistazo a la última manifestación organizada por la Campaña de Solidaridad Palestina (PSC, por sus siglas en inglés) contra lo que denomina el «genocidio en Gaza». Las semanales manifestaciones masivas en la capital británica en apoyo al lado palestino en la guerra de Gaza ha adquirido una importancia más allá del contexto específico de la política exterior británica.
Como potencia europea de tamaño medio, el Reino Unido tiene poca influencia en los acontecimientos de Oriente Medio en general y ninguna influencia en la toma de decisiones de Israel o Hamás. Por lo tanto, las demandas de un «alto el fuego ahora» en las calles de Londres no producirán nada sobre el terreno en Oriente Medio.
Las manifestaciones son significativas, sin embargo, porque muestran la llegada a la vida pública británica de una nueva fuerza política: a saber, una presencia callejera masiva, liderada por islamistas, que busca imponer su voluntad en el espacio público e intimidar a sus oponentes.
Ya a finales de febrero, la presencia de la turba islamista fuera del parlamento obligó al presidente de la Cámara de los Comunes, Sir Lindsay Hoyle, a cambiar el procedimiento parlamentario, preocupado por la seguridad física de los parlamentarios, en un debate sobre los llamamientos a un alto el fuego en Gaza. Según un informe del diario The Guardian, el líder de la oposición Keir Starmer «advirtió a Hoyle que la seguridad de los parlamentarios laboristas estaba en riesgo» si eran vistos absteniéndose o oponiéndose a una moción que pedía un cese del fuego inmediato en Gaza. Contrariando las convenciones, y con «cientos de manifestantes congregados fuera del Parlamento», el presidente permitió una enmienda laborista que suavizaba el lenguaje de una moción del Partido Nacional Escocés que pedía un alto el fuego, permitiendo a los miembros laboristas votar a favor de la moción y así evitar las atenciones hostiles de la turba.
Más tarde, Hoyle justificó su decisión en los siguientes términos: «Los detalles de las cosas que me han traído son absolutamente aterradores para todos los miembros de esta Cámara y de todos las partidos. Tengo el deber de cuidar y lo digo, y si mi error es velar por [la seguridad de] los miembros, entonces soy culpable”.
Se sentó así un precedente notable. Dan Hodges, periodista del periódico de circulación masiva Mail on Sunday, tuiteó más tarde que había hablado «ayer con un parlamentario que me dijo que había sopesado su propia seguridad física al decidir cómo votar sobre la moción de ayer sobre Gaza. Hemos cruzado una línea ahora. No somos una democracia que funciona adecuadamente si esto es un factor en la forma en la que actúan nuestros representantes electos”.
La decisión del presidente se produjo tras una serie de ataques y amenazas contra parlamentarios por parte de islamistas en los últimos años. En 2021, el diputado conservador David Amess fue asesinado a puñaladas en la oficina de su circunscripción por un asesino islamista. Una década antes, el parlamentario laborista Stephen Timms sobrevivió por poco a un ataque similar de apuñalamiento perpetrado por una agresora islamista.
El diputado conservador y ex Ministro de Estado para la Inmigración, Robert Jenrick, en una declaración ante el Parlamento, resumió la situación actual en los siguientes términos: «El verdadero problema es que esta Cámara parece intimidada por las amenazas de violencia e intimidación. Como resultado, la madre de los parlamentos parece debilitada y disminuida. Hemos permitido que nuestras calles estén dominadas por extremistas islamistas, y que los judíos británicos y otros se sientan demasiado intimidados para caminar por el centro de Londres, semana tras semana».
El primer ministro Rishi Sunak dijo, de manera más sucinta, el 29 de febrero que había un «creciente consenso de que el gobierno de la turba está reemplazando al gobierno democrático».
Los organizadores de las marchas semanales tienen vínculos con Hamás
En cuanto a la patota en cuestión, las manifestaciones semanales en favor de Gaza, que se han apoderado temporalmente del centro de Londres con regularidad, atraen a más de 250.000 participantes. El PSC es el principal organizador, pero un folleto que me entregaron cuando me acercaba a la zona donde debía comenzar la marcha el 9 de marzo contenía los logotipos de otras cinco organizaciones identificadas como partidarias de las protestas. Se trataba de los Amigos de Al Aqsa (FOA), la Coalición Alto a la Guerra, la Asociación Musulmana de Gran Bretaña (MAB), el Foro Palestino en Gran Bretaña y la Campaña por el Desarme Nuclear (CND).
De ellos, dos tienen vínculos claros con Hamás o lo apoyan. La Asociación Musulmana de Gran Bretaña fue cofundada por Mohammed Kathem Sawalha, un ex alto operativo militar de Hamás en Cisjordania, ahora residente en Gran Bretaña. El MAB es un grupo asociado a los Hermanos Musulmanes. Entre sus líderes se encuentra Azzam Tamimi, descrito por el Daily Telegraph como el «enviado especial» de Hamás en el Reino Unido.
Mientras tanto, Amigos de al Aqsa fue fundado por Ismail Patel, quien visitó la Gaza controlada por Hamás y se reunió con su entonces líder Ismail Haniyeh. Está incluido en la lista del Centro de Información sobre Terrorismo e Inteligencia Meir Amit, que publica materiales desclasificados de los organismos de inteligencia de Israel, como «albergando un odio intenso hacia Israel, haciendo campaña para su eliminación, negando su carácter judío y apoyando a Hamás».
La Coalición Stop the War es una organización establecida por la izquierda radical británica. El PSC, si bien carece de las credenciales abiertamente islamistas del MAB y de los Amigos de al Aqsa, ha realizado visitas a Gaza controlada por Hamás, donde sus líderes se han reunido con altos funcionarios de Hamás. Desde el 7 de octubre, destacados activistas del movimiento han expresado su apoyo a la «resistencia» palestina.
En la manifestación del 9 de marzo, esta combinación de afiliaciones islamistas y de extrema izquierda fue muy evidente. Los organizadores afirmaron que 400.000 personas asistieron a la marcha, que se desarrolló desde Hyde Park Corner hasta la Embajada de Estados Unidos en el centro de Londres. Un joven con el que hablé dijo que le preocupaba que la marcha fuera más pequeña de lo habitual porque «ya casi es Ramadán».
Si bien sus temores resultaron infundados, reflejaban con precisión la demografía en la marcha. Calculo que aproximadamente el 50% de los manifestantes eran visiblemente musulmanes, con muchas mujeres con hiyabs y algunos hombres vestidos de una manera que los identificaba como islamistas salafistas. El otro 50% parecían ser izquierdistas británicos blancos que eran visiblemente mayores. Había pancartas de varias organizaciones y sindicatos de extrema izquierda. Se vieron algunas banderas irlandesas y una pancarta que representaba a un grupo de seguidores del Glasgow Celtic Football Club (cuyos seguidores incondicionales están asociados con el republicanismo irlandés).
Pero la energía de la marcha, los cánticos y los estribillos, provenían todos del contingente musulmán. Algunos de los cánticos estaban en árabe, lo que habría pasado desapercibido para los elementos izquierdistas. Escuché pedidos de ¡Filastin Arabiye! (una Palestina árabe) y un canto de ¡Dammi Falestini! (Mi sangre es palestina), en referencia a un éxito reciente del cantante Mohammed Assaf, nacido en Libia y criado en Gaza. Vi pancartas que pedían «desmantelar el sionismo».
Un manifestante llevaba chaleco antibalas y un escudo antidisturbios, además de un casco de combate adornado con una bandera palestina. En otra sección de la marcha, una joven manifestante que vestía una keffiyeh blanca y negra encabezaba a un grupo de mujeres jóvenes, en su mayoría con hiyabs, en un canto de «Es correcto rebelarse, EE. UU., Reino Unido: ¡váyanse al infierno!».
Para los nacionalistas árabes y los islamistas, la causa palestina ha servido durante mucho tiempo como una especie de caja de resonancia a través de la cual se expresan ambiciones más amplias. En las manifestaciones de Londres, esta causa parece volver a desempeñar ese papel familiar. Las banderas de la manifestación eran palestinas, es decir, la bandera diseñada originalmente por Sir Mark Sykes como estandarte de la revuelta árabe contra los otomanos.
Pero el significado subyacente de estas marchas es otro; es la última fase del planteamiento islamista de la cuestión del poder en las calles de una importante ciudad europea. ¿Quién impondrá su voluntad? ¿Las reglas de quién deben obedecerse? ¿Quién debe doblegarse ante la amenaza de una fuerza superior?
Estas son las preguntas que se plantean actualmente a través del mecanismo de la turba islamista que ha surgido como una fuerza significativa en la vida pública británica en el período posterior al 7 de octubre de 2023. Por lo tanto, la cuestión es bastante cruda.
Esta turba será dispersada o se puede asumir con seguridad que continuará actuando para amenazar y negar la voluntad de los representantes electos, erosionando así la gobernabilidad democrática en el Reino Unido.
Fuente: The Jerusalem Post
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