De Raquel Markus – Finckler / @escritora.creativa.
Quizás necesite bañarme en palabras.
Usar verbos como bálsamos sobre la piel herida.
Llenar con verbos el agujero que se abre en mi esternón.
Me duele ser un habitante más en este reino
al que pertenezco sin alternativa,
por un mandato de genética y casuística.
Porque esa noche las estrellas se alinearon
para hacerme una emboscada.
Porque nadie me preguntó
si yo quería ser alumbrada y arrojada.
Busco en los detalles más efímeros
la razón de esta impotencia que me arrastra.
La condena que se eleva hacia mi casta
y carcome los cimientos de mi casa.
Las piedras se estrellan y se rompen.
Roto también queda el brazo que la lanza,
el cuerpo que recibe, el alma que se gasta.
Busco en la historia y la leyenda
motivos para los discursos que me incendian,
causas que justifiquen esta guerra
en contra del sentido y la existencia.
Me han clavado mil puñales en la espalda
por la fe que aún me late en las entrañas,
tengo sangre coagulada en las rodillas
por el vidrio que me espera en cada esquina.
Y las puntas de la estrella en la que creo
se han cuarteado y agrietado como espejo.
Amarillas las consignas que señalan.
Amarilla es la rabia exponenciada.
Amarilla es la excusa que no alcanza.
Soy del pueblo elegido para el odio.
Soy del pueblo curtido por el sodio.
Las mentiras que hoy me alcanzan y me dañan
son historias repetidas, camufladas,
discursos nauseabundos maquillados con neón.
Y los gritos de las masas que nos cazan
multiplican la perfidia y la deshonra,
clavan estacas, queman banderas,
cierran entradas, expropian fronteras,
baños de sangre, promesas de muerte,
palabras que van, palabras que vienen,
rabia y bajeza, estafa y poder,
y el pueblo que amo cansado de arder.
Esperaré en el borde del abismo
esperando a quien me arroje al precipicio.
Esperaré en el borde del abismo
la cuerda que nadie lanzará para salvarme.
Parada en el borde del abismo
me quedaré rogando un atisbo de templanza,
pues no hay alma que soporte tanta saña,
y en mi centro ya claudica la esperanza.
Tal vez no me alcancen las palabras.
Tal vez no me salve una oración.
Quizás, sin saberlo, ya estoy desahuciada.
Quizás, sin saberlo, ya fui exorcizada.
Tengo enfermas las ganas
de seguir siendo humana.
Raquel Markus – Finckler
@escritora.creativa