Parashat Nasó- Cómo la positividad afecta nuestros objetivos

Motivación a corto plazo

Cuando un amigo mío con obesidad mórbida, que tenía mi edad, murió repentinamente de un ataque al corazón, el shock fue tal que me hizo volver a comprometerme con mi dieta y perdí algo de peso. Menos de seis meses después, ya lo había vuelto a recuperar.

Si bien hay excepciones a la regla, cuando la motivación para cambiar deriva simplemente de pretender evitar un mal resultado, en lugar de aspirar a obtener un buen resultado, el cambio suele ser temporal.

Temer una enfermedad hipotética o no tener ganas de terminar como alguien cercano, quien generó su propia temprana muerte a causa de la negligencia, sin duda nos puede impulsar a tener una nueva mentalidad.

Sin embargo, solo el temor a un posible “qué pasaría si”, no nos ofrece una motivación duradera.

Lo que sirve en un proceso de cambio, a largo plazo, es convertir la meta en algo positivo. Lograr sentirse confiado, fuerte y saludable, y ser capaz reanudar las actividades y ejercicios físicos anteriores.

A la larga, ser cautivado hacia lo que es bueno, siempre vale más que huir de lo malo.

Habla menos sobre tus miedos y más sobre tú visión. Sí, de hecho, es entendible tener miedo a la muerte. Y estar cansado de estar enfermo. Pero presta igual o mayor atención a lo que te gustaría ver de ti mismo y cómo ser un buen ejemplo, en lugar de ser un mal ejemplo.

Esta idea es enseñada por el maestro jasídico, el Maguid de Mezritch, quien explicó el Salmo “Aléjate del mal y haz el bien” que significa realmente “Aléjate del mal haciendo el bien”. Los dos están conectados. Cuando hacemos algo positivo, somos naturalmente apartados de lo negativo.

De manera similar, cuando la sensación de lo “malo” se ha internalizado tan profundamente en uno mismo y la única motivación para cambiar surge de pensamientos tales como: “No soy lo suficientemente delgado, lo suficientemente disciplinado, lo suficientemente sano, lo suficientemente bueno, lo suficientemente exitoso, lo suficientemente rico, lo suficientemente popular, lo suficientemente digno, etc., etc.” Esto viene de un lugar de insuficiencia, de carencia.

Seas lo que seas, sentir que simplemente uno no es “suficiente” se produce a partir del miedo y crea un sentimiento de vergüenza interna. Eso es tóxico para un proceso de cambio saludable.

Bienestar es estar bien

La vergüenza nos desconecta de los demás y también de nosotros mismos. La desconexión es diametralmente lo opuesto a la integridad, ya que la conexión es la fuente principal del bienestar. Debería ser evidente que no podemos usar permanentemente la negatividad para conseguir un resultado deseado efectivo, pero seguimos cayendo en la trampa. No importa que pretendamos, no podemos agraviarnos y culparnos a nosotros mismos (o a cualquier otra persona) para intentar lograr el crecimiento personal.

En la Parshá de la semana Nasó, que significa “estipular”, se le ordena a Moisés que “estipule” y asigne diferentes deberes sacerdotales a los descendientes de dos subtribus de levitas: Guershón y Kehat. A los descendientes de Guershón se les encomendó acarrear los elementos del Tabernáculo (que albergaba el Arca), mientras que a los descendientes de la familia de Kehat se les encomendó llevar el Arca.

La descripción del trabajo no solo habla del diferente nivel de santidad entre estas dos sub-tribus, sino que los descendientes de Kehat son “escogidos” antes que los descendientes de Guershón. Lo extraño es que esto invierte el orden de los nacimientos, ya que Guershón, era el primogénito. En el sentido de que los descendientes de Guershón, asumieran los deberes asignados previamente a los descendientes de Kehat.

Para servir a Di-s, uno debe “apartarse del mal” y “hacer el bien”. El nombre Guershón está relacionado con la palabra hebrea guerushin, que significa “divorciarse”. Así, los descendientes de Guershón debían encarnar la idea divorciarse de uno mismo y “alejarse del mal”. Kehat, por otro lado, se deriva de Ikhat, que significa “se reunirá”, aludiendo a la idea de reunir y acumular buenas acciones, o sea “hacer el bien”.

¿Qué quieres más de lo que no quieres?

Entonces, ¿qué simboliza todo esto para nosotros hoy? La lección de cambiar el orden de los nacimientos nos enseña que, al principio, nuestro ímpetu inicial y nuestra motivación para cambiar, pueden derivarse de buscar evitar un resultado indeseable o de superar algo negativo. Sé que a menudo, una reacción a la mala conducta de los demás, me ha servido como impulso para actuar. Recular de lo que no quiero ser o de quien no quiero emular, ha sido a menudo un motivador muy intenso para mí.

Lo que la Torá nos está enseñando, sin embargo, es que es una prioridad espiritual más elevada, para poder sostener nuestro crecimiento, ser atraídos hacia lo bueno y lo que consideramos positivo. Por ejemplo, si crecimos en un hogar lleno de conflictos, podemos sentirnos motivados a no repetir los patrones de hostilidad que presenciamos. Es un “buen” objetivo, pero también es algo vago e indefinido. Es mucho más poderoso, y mucho más probable que genere resultados, cuando cambiamos eso mismo a algo positivo y nos creamos el objetivo de establecer un hogar imbuido de positividad, conexión afectuosa y consideración incondicional. Entonces podemos dar un paso concreto auténtico para lograr eso.

A lo largo de la Torá, Di-s combina los mandamientos (incluso los negativos) con las palabras: “Sé santo porque yo soy santo”. El primero de los Diez Mandamientos comienza con las palabras: “Yo soy el Señor tu Di-s “, lo que representa es que, cada mandamiento proviene de crear una relación y una conexión con Di-s. Esto se debe a que la santidad (integridad) proviene de la conexión, no de la desconexión, y del esfuerzo por alcanzar y representar a nuestro ser más elevado.

No estoy sugiriendo que solo emulemos a los descendientes de Kehat. Ambas formas son importantes. De hecho, ser solo como uno u otro puede ser desequilibrante e incluso peligroso, cuando se lleva al extremo.

El camino hacia el crecimiento es como las dos caras de una moneda: “evitar el mal” y “hacer el bien”. La clave es entender esta duplicidad y saber cuándo toca hacer cada cosa y entender cómo a través de hacer el bien, podemos automáticamente evitar el mal. Sin embargo, ser capaz de cultivar cualquiera de estas energías y elegir conscientemente cuál servirá mejor, mientras uno se esfuerza por alcanzar sus metas y cumplir su cometido, no es nada simple.

Para reflexionar y llevar a la práctica:

1. Piensa en algo que realmente quieras cambiar, pero no importa cuántas veces lo has intentado, continúas fallando. Ahora, escribe las emociones que te vienen a la mente cuando recuerdas este fracaso. Junto a cada emoción, escriba si es una emoción positiva o negativa.

2. Las emociones negativas nos paralizan en lugar de motivarnos, por lo que nunca podemos hacer un cambio duradero cuando esos son los sentimientos relativos con ese asunto. Entonces, por cada emoción negativa que escribiste anteriormente, escribe una emoción positiva que te inspire a poder trabajar nuevamente en este tema. Por ejemplo, cuando uno falla en algo, puede sentirse “derrotado”. La emoción positiva puede ser entonces “estimularse” o “comprometerse”, etc. Y junto con la emoción positiva, escriba una acción positiva en la que puedas comenzar a trabajar de inmediato para resolver este problema.

3. Basándose en el concepto de mantenerte alejado de lo negativo haciendo lo positivo, escribe cinco formas prácticas en las que, cuando estas tentado a volver a caer en los malos hábitos o actitudes, puedes hacer algo saludable y virtuoso en su lugar.

¿Qué acción positiva podrías hacer en lugar de algo negativo? Por ejemplo, si estás tratando de bajar de peso y estás tentado a comer una barra de chocolate, la estrategia podría ser llamar a un amigo, salir a caminar, comer una manzana, etc.

Fuente: Chabad.org