La novela La cuerda invisible, del escritor Erich Hackl, cuenta la historia del alpinista y artesano Reinhold Duschka, un austriaco que arriesgaría su vida para salvar durante la ocupación de su país a dos mujeres judías escondiéndolas en el sótano de su taller.
por Ricardo Angoso
El escritor austriaco Erich Hackl ha recreado, en una de sus últimas obras, La cuerda invisible, la historia de Reinhold Duschka, un héroe secreto austriaco que durante la ocupación de Austria por los nazis salvo a dos mujeres judías, madre e hija, de una muerte segura. Tenemos que situar esta novela en el contexto en que se producen los hechos que narra Hackl de una forma magistral, sencilla y concisa. Austria había sido anexionada por la Alemania nazi en marzo de 1938, tras ser amenazadas sus autoridades legítimas por Hitler de que el país sería invadido si no cedían a sus pretensiones, y a partir de esa fecha se instaló el reino del terror para todos los judíos que vivían en territorio austriaco.
“La euforia popular por Hitler, el nacionalsocialimo y la unificación con Alemania estaban emparejados con el odio y la violencia contra los judíos, que sobrepasó a cualquier manifestación pública sucedida en Alemania hasta esa fecha. La mayoría de los 191.000 judíos austríacos vivía en Viena y representaba el 10% de esta ciudad. Después de Varsovia y Budapest, los judíos vieneses constituían la tercera comunidad de Europa. Sin embargo, las cifras poco importaban. Los SA y otros nazis los arrojaron a las calles para que limpiaran las letrinas de los cuarteles y fregaran las aceras con sus manos desnudas y, a veces, simplemente por ´diversión´ con sus propios cepillos de dientes y ropa interior”, escribieron sobre estos sucesos los autores Deborah Dwork y Jan van Pelt.
El grado de colaboracionismo de los austriacos con los nazis fue muy alto, incluso más elevado que en otros países, y miles de austriacos estaban afiliados al partido nazi mucho antes de que se produjera la Anexión -el Anschluss- por parte de los alemanes. “El fin del Estado austríaco acarreó en cinco semanas una violencia contra los judíos austríacos incomparable al sufrimiento de los judíos alemanes que llevaban cinco años soportando la dictadura de Hitler. Quienes mandaban en Austria eran casi todos nazis, pero operaban en unas condiciones de hundimiento del Estado que les permitían avanzar cada vez más rápido.”, señalaba el historiador Timothy Snyder.
Entre 1938 y 1941, unos 130.000 judíos saldrían de Austria para siempre huyendo de la persecución emprendida por los nazis y de un casi seguro exterminio. El 9 de septiembre de 1939 alguien llama a la puerta en la casa de Regina Steining y su hija, Lucia Kraus, son los nazis buscando al abuelo. Se lo llevan a los campos de la muerte y ya nunca más regresaría. Un telegrama les comunicó su defunción, seguramente fue asesinado vilmente. El cerco contra las dos mujeres se estrechaba, los nazis vendrían a buscarlas con toda seguridad y el destino final era imaginable. Había que actuar rápido y esconderse para escapar de un destino presumiblemente fatal.
El alpinista y artesano Reinhold, amigo de la familia, les dio refugio a ambas en el sótano de su taller, ya en una situación desesperada pues su apartamento les había sido confiscado como fruto de una política oficial de latrocinio organizado de los bienes judíos desde el poder. La situación era desesperada, había comenzado la “caza” de los judíos y no había tiempo que perder.
DE LA PERSECUCIÓN DE LOS JUDÍOS A LA LIBERACIÓN DE AUSTRIA
Durante cinco largos años, entre septiembre de 1939 y la liberación de Austria, en mayo de 1945, Reinhold protegió a estas dos mujeres poniendo en riesgo su vida y escondiéndolas de las autoridades y también de sus vecinos, muchos de los cuales simpatizaban con los nazis. El primer refugio utilizado por el alpinista fue destruido en un bombardeo, en 1944, cuando más se había recrudecido la guerra, y tuvo que trasladarlas a su casa de campo, donde, engañando a sus vecinos con que las dos mujeres eran unas parientes llegadas de Alemania, arriesgando nuevamente su vida.
Así transcurren años y años en la anodina vida de Reinhold. Un día un compañero de alpinismo de Reinhold le dice: “Oye, Duschka, ¿sabes que durante la guerra recibí una denuncia anónima sobre ti?” Reinhold no dice nada, el otro había militado en la Gestapo. “Una denuncia anónima aseguraba que guardabas a dos judías en el taller”. Reinhold sonríe, le quita hierro, pregunta, indiferente. ¿Y qué hiciste? “Oh, la rompí, qué iba a hacer. Cómo creer que tú hicieses eso, Duschka”.
A pesar de todo y que la Gestapo parecía seguirle sus pasos, Reinhold consigue salvar a las dos mujeres y tras la guerra rehace su vida. Y vuelve a reabrir su taller como si nada, volviendo a sus rutinas habituales, como la escalada y su trabajo como artesano. Así pasarían décadas, en que los tres vuelven a la normalidad y los hechos caen en el olvido, y la gesta del alpinista parecería que nunca sería reconocida. Pero no fue así.
El 7 de marzo de 1990 fue condecorado con el título «Justo de las Naciones” por Yad Vashem, un título que se otorga a aquellos no judíos que ayudaron a salvar judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Al parecer, fue Regina Steining y su hija la que movieron los hilos para que Reinhold fuera reconocido antes de morir y se le otorgara ese prestigioso galardón. Rerinhold, a pesar de los trágicos hechos que había vivido en Viena, nunca abandonó su ciudad y murió en la capital austriaca, en 1993, a los 93 años. En abril de 2013, como reconocimiento de la labor humanitaria de Reinhold, el ayuntamiento de Viena instaló en la fachada de su antiguo taller una placa que conmemora las acciones del alpinista que desafió al Holocausto.
Antes de terminar esta nota, conviene recordar las cifras de lo que significó el Holocausto austriaco. En total, según cálculos oficiales de la comunidad judía austríaca, entre 66.000 y 67.000 austríacos -cifra que incluye a algunos refugiados judíos alemanes escondidos en este país y apresados después por los nazis- fueron asesinados en los campos de concentración o en las matanzas perpetradas por los nazis. O debido a las duras condiciones de vida a las que fueron sometidos por sus captores. Un censo de población del año 1951 señala que en toda Austria había viviendo unos 9.000 judíos, aunque seguramente muchos de ellos procedían del Telón de Acero, es decir, de los países de Europa del Este donde ya se habían instalado regímenes comunistas y las condiciones de vida habían empeorado drásticamente. A principios de este siglo, había en toda Austria algo más de 6.000 judíos, pero es posible que la cifra haya decrecido en los últimos años.