El cincuenta aniversario de la ocupación de Chipre por el Ejército de Turquía -retiene el 37% del territorio de la isla- ha sido celebrado por los turcos con una gran ceremonia, reafirmándose en que la ocupación sentó las bases para la paz.
Mientras eso ocurría, a poca distancia, los grecochipriotas conmemoraron esta ignominiosa fecha recordando a sus caídos en la guerra y apelando al diálogo para resolver el conflicto y buscar una solución “federal”, algo que el presidente turco, Erdogan, rechaza totalmente.
por Ricardo Angoso
En el verano de 1974, tras un golpe de Estado exitoso contra el arzobispo-presidente Makarios, las Fuerzas Armadas turcas, que siempre actuaron con toda autonomía frente al poder civil, lanzaron un brutal ataque aéreo, terrestre y marítimo contra el pequeño estado de la República de Chipre. Con unos medios desproporcionados para las fuerzas que se enfrentaban, por lo general ancianos y jóvenes mal entrenados de la Guardia Nacional chipriota y algunas unidades griegas de escasa relevancia, los turcos ocuparon en apenas unos días casi una cuarta parte del país y después, violando las resoluciones de las Naciones Unidas, conquistaron más territorio, en un alarde belicista y guerrero que recordaba a las invasiones otomanas.
Nadie detuvo a las fuerzas turcas, porque Turquía era miembro de la OTAN y el principal aliado de los Estados Unidos en la región. Estábamos en la Guerra Fría y a nadie le interesaba enemistarse con Ankara por la suerte de esta pequeña isla abandonada a su suerte en el Mediterráneo oriental. Tampoco las tropas británicas, acantonadas en dos pequeñas bases -Acrotiri y Dhekelia-, que fueron cedidas tras la independencia de Chipre al Reino Unido, movieron un dedo por los grecochipriotas y prefirieron adoptar la política de mirar hacia otro lado. Incluso, según señalan algunos analistas bien informados, los Estados Unidos conocían con anterioridad que se iba a producir el ataque turco y la consiguiente ocupación de la isla. El mismo Henry Kissinger, según informes de la misma CIA citados por varios autores, como el periodista y analista Christopher Hitchens, estaba al tanto del plan militar de Ankara y era conocida su aversión por el arzobispo Makarios, al que llamaba el “cura rojo”.
Consecuencias dramáticas
Las consecuencias de la invasión turca fueron dramáticas para la isla. La parte ocupada por los militares turcos –que hoy es una entidad no reconocida internacionalmente que responde al nombre de “República Turca del Chipre Norte”- fue limpiada étnicamente y más de 200.000 grecochipriotas fueron expulsados de sus casas, tierras y propiedades donde habían vivido sus ancestros desde hacía siglos. Nunca más volverían a sus casas. También hay que dar cuenta de algo más de 2.000 desaparecidos y otros miles de fallecidos en los combates entre las fuerzas turcas y los combatientes chipriotas.
La economía chipriota quedó hundida durante años y la capital del país, Nicosia, quedó dividida por un muro de la vergüenza, que fue destruido en parte hace unos años, para enfado de las autoridades turcochipriotas, que siguen impidiendo el movimiento libre de personas en la isla. El país fue, literalmente, destruido. Y Chipre continúa siendo, cincuenta años después, que son ya una eternidad, un rehén político en manos turcas para forzar una hipotética futura adhesión de Turquía a la Unión Europea (UE), en la que ya nadie cree, por cierto.
Esta isla, de apenas un millón trescientos mil habitantes y algo más de 9.000 kilómetros cuadrados, ha conseguido, sin embargo, sobreponerse a los dolorosos costes de la ocupación turca, habiendo conseguido elevar su nivel de vida hasta unos niveles de renta parecidos a los de España y otros países desarrollados de la UE.
Hoy, la principal industria de la isla es el turismo y sus niveles de desarrollo social, político y económico llevaron a la República de Chipre a ingresar en la UE en el año 2004, pese a estar dividida y subsistir el problema de la ocupación, algo que debería avergonzar a todos los demócratas del continente y que nos revela el carácter autoritario y escasamente democrático de la política exterior turca desde que llegara al poder el actual presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
Por el contrario, en la parte ocupada por los militares turcos, el nivel de vida es tres veces más bajo que en la parte libre y el turismo es escaso, aunque recientemente ha comenzado a llegar turismo británico y de los países nórdicos, que, rompiendo el embargo internacional que pesa contra la zona turca, viaja hasta allí para dejar divisas a los ocupantes.
La tristemente conocida ciudad de Famagusta, antaño bello puerto repleto de turistas y rico polo económico de la isla, hoy es una población fantasma, abandonada y convertida en un triste cuartel donde se acantonan las fuerzas ocupantes turcas. Si uno pasea por sus calles, oscuras y carcomidas por el paso del tiempo, bellas estampas bizantinas y griegas devoradas por la suciedad y la destrucción, siente la nostalgia de un tiempo que nunca más volverá y la rabia por lo que fue destruido por un ocupante que no perdonó ni siquiera el patrimonio histórico legado generación tras generación.
Saqueos y destrozos
En lo que se denomina como “República Turca del Chipre Norte”, que tan sólo reconoce Turquía y ocupa el 37% de la isla, de acuerdo con la información proporcionada por las autoridades competentes del Gobierno de Chipre, “se han saqueado, destruido deliberadamente y, en algunos casos, demolido más de 500 iglesias y capillas grecoortodoxas y 17 monasterios ubicados en ciudades y pueblos de la zona ocupada”.
Hasta hoy, se desconoce el paradero de los artículos eclesiásticos de estas iglesias, incluyendo más de 15.000 iconos portátiles. Es más, la policía de Chipre calcula que desde 1974 se han trasladado ilegalmente más de 60.000 artefactos antiguos a diferentes países en todo el mundo. Los iconos más significativos y de incalculable valor cayeron en posesión de casas de subastas y se vendieron ilegalmente por marchantes de arte en el extranjero. También en los anticuarios de la parte ocupada resulta fácil encontrar antigüedades y otros objetos abandonados por los grecochipriotas en sus antiguas casas y propiedades ahora saqueadas y abandonadas.
Aparte de la destrucción del patrimonio histórico, en la parte ocupada, en vista de que las escasas perspectivas económicas empujaban a su gente a la emigración, los turcos instalaron a algo más de 115.000 colonos traídos desde las zonas más atrasadas de Turquía para alterar la composición étnica del país y “turquizar” el territorio chipriota.
La estrategia seguida de la expulsión de los últimos grecochipriotas que vivían en la zona militarizada turca, casi 40.000 soldados en un territorio de apenas 3.000 kilómetros cuadrados, ha dado los resultados esperados y hoy podemos decir que Chipre norte constituye el primer territorio étnicamente limpiado desde la Segunda Guerra Mundial. Apenas quedarían, como mucho, unos seis centenares de grecochipriotas viviendo en la parte ocupada, concretamente en la Península de Karpasía. En total, la población que vive en la zona ocupada podría llegar a cerca de 400.000 habitantes.
Los turcochipriotas, rehenes de Ankara
Pese a la ocupación turca y la existencia del muro de Nicosia que divide a las dos partes, el clima entre grecochipriotas y turcochipriotas es mucho más positivo y constructivo que hace años, todos esperan que Ankara mueva ficha. Pero, en definitiva, todos nos seguimos preguntando si los respectivos ejecutivos turcos han controlado alguna vez a sus Fuerzas Armadas, cuestión capital que casi siempre merece una respuesta negativa.
Sin embargo, el principal problema radica en que Ankara de la mano de Erdogan no tiene ninguna voluntad política de resolver el contencioso chipriota y dotar de autonomía a la parte turcochipriota para negociar una salida política y diplomática a la división de la isla. Más o menos encubierta, no cabe duda que la posición turca pasa por la anexión de la parte ocupada a Turquía y quiere seguir conservando a Chipre dividido como un as en su manga para obtener réditos políticos y económicos de la UE.
Para concluir, se puede asegurar sin ambages de ningún tipo que, cuando han pasado cincuenta años desde la ocupación turca de la parte norte de la isla, el conflicto está muy lejos de resolverse por la vía diplomática, al menos en el corto plazo, y dada la actual radicalización de la política exterior turca, jugando a dos cartas en la guerra de Ucrania, coqueteando con Irán, apoyando la vía militar en el conflicto de Nagorno Karabaj y atacando a Israel despiadadamente, no parece que el clima sea el más propicio para abrir un diálogo franco, abierto y resolutivo entre Turquía y Chipre. La última oportunidad para resolver este contencioso fue el Plan Annan auspiciado por las Naciones Unidas y que, paradójicamente, fue rechazado por los grecochipriotas en un referéndum en el año 2004. Desde entonces, como los tanques turcos varados en la isla, reina el inmovilismo político permanente y la ausencia de diálogo entre las dos partes.
Fotos del autor de la nota. El muro de Nicosia y lo zona prohibida entre las dos partes