A principios de este año, adelanté que el 2024 era particular, pues en 76 países se iban a llevar a cabo elecciones generales y/o parlamentarias, y que el resultado de las mismas, en algunos casos, tendría significativas consecuencias o efectos geopolíticos, por el caso, en Taiwán, Rusia, India, Méjico, la U.E., Gran Bretaña, Venezuela y los EE.UU., a lo que debemos sumar, algunos comicios no esperados, como ser los de Irán y Francia.
Veamos sucintamente hasta el presente: los comicios en Taiwán, dieron el triunfo de Lai Ching-te, que reafirma la independencia de la isla, contrariamente a los objetivos de Beijing; en Rusia, fue una crónica de una elección anunciada, Putin fue reelecto hasta el 2030, con posibilidades a un segundo mandato, por seis años más; en Méjico, se dio la continuidad de la centro-izquierda del partido MORENA, del actual mandatario López Obrador, al ser ganadas por Claudia Sheinbaum, la primera presidente mujer en la historia de este país; en el caso de la India, fue reelecto el PM Narendra Modi, que lidera el nacionalismo hindú, aunque obtuvo menos votos que en las dos anteriores elecciones; y la sorpresa se dio, en los comicios del Parlamento Europeo, donde los partidos de derecha y de extrema derecha, tuvieron un avance significativo; por su parte, en Gran Bretaña, se consagró PM Keir Starmer, líder del partido laborista, con lo cual, la centro-izquierda desplazó después de 14 años en el poder, a los conservadores; pero sin embargo, hubo también dos elecciones no esperadas, en Irán, a raíz del deceso en un accidente aéreo del presidente Ebrahim Raisi, representante del conservadorismo radical, ahora, su sucesor es el reformista Masoud Pezeshkian, quién en política exterior, en particular Medio Oriente e Israel, no tiene una posición diferente a la del conservadorismo radical, es decir, materializar la “Media Luna Chiita” y la destrucción del Estado Judío; y la otra sorpresa se dio en Francia, como consecuencia del resultado de las parlamentarias en la U.E. el presidente Macron, convocó a elecciones anticipadas tras disolver el parlamento, y después de dos vueltas, el país galo ha caído en una crisis de gobernabilidad, al quedar la Asamblea Nacional dividida en tres tercios; en cuanto a los EE.UU., previstas para el próximo mes de noviembre, el escenario político estadounidense se debate entre, un presidente Biden que por su notorio deterioro cognitivo, se bajó de la candidatura y ahora su vice, Kamala Harris, deberá ver si es ratificada, como candidata presidenciable en la convención demócrata, y por otro lado, está el ex presidente Trump, quién se perfila como el ganador, en un ambiente polarizado y con actos de violencia, como el atentado que sufriera el candidato republicano días atrás.
Pero ahora, le toca el turno a la República Bolivariana de Venezuela, que prácticamente vive y sufre en lo que va de este Siglo, una dictadura castro-comunista, el llamado “Socialismo del Siglo XXI”, que se inició con Hugo Chávez Frías, y lo continúa quien fuera su canciller, Nicolás Maduro, convirtiendo al país sudamericano, en un aliado estratégico de la dictadura de Cuba, de las autocracias de Rusia y China y de la teocracia de Irán.
La realidad de Venezuela es, que desde la imposición del régimen chavistas en 1999, y luego de un breve período positivo, en lo económico y en lo social, con motivo del aumento del precio del petróleo, el ahogamiento del sector privado, sumado al progresivo aumento del Gasto Público, ha llevado a este país a una crisis generalizada, hiperinflación, escases de productos básicos, una corrupción enquistada no sólo en las esferas de poder, sino en casi todos los estamentos de su sociedad, con la desocupación más alta de Latinoamérica, con una inexistente libertad de prensa, con la caída del PBI progresivamente, con más de 8 millones de venezolanos emigrados, y sin embargo, es un país rico, posee la mayor reserva de petróleo del continente, unos 1.35 billones de barriles, y no obstante, desde el año 2015, se viene dando una caída de su producción, pese a que el petróleo es la principal exportación, cercana al 80%, y con respecto a este sector de la balanza comercial, China, Turquía y los EE.UU., concentran las principales exportaciones, mientras las mayores importaciones, provienen de China, EE.UU. y Brasil, en síntesis, Venezuela padece de una recesión económica con datos negativos. En cuanto a la criminalidad, cerca del 50% de su población ha sido víctima de delitos violentos, encabezando junto a Colombia, Méjico y Brasil, los países con las tasas más alta de Homicidios, que en el caso venezolano, es de 27/100 mil habitantes, a lo que hay agregar el Narcotráfico, en el que se hallan involucrados altos funcionarios gubernamentales y de las FF.AA., por ejemplo, el Cartel de los Soles, que se constituyó en los años 90, y uno de sus principales líderes, es el ex militar, actual diputado de la Asamblea Nacional y vice-presidente del Partido Socialista de Venezuela, Diosdado Cabello, además, es una organización criminal que junto al narcotráfico y sus relaciones con grupos terroristas como las FARC Disidentes y el ELN, también se dedica al contrabando de armas, de combustible y a la minería ilegal, en particular, de oro, coltan y piedras preciosas, en fin, un escenario ha detallado muy bien el Informe de The Economics, “…los factores de riesgo se concentran en, desigualdad, desempleo juvenil, desintegración familiar, deficientes servicios públicos y fácil acceso a las armas… “, y en este lamentable panorama, el próximo domingo los venezolanos deberán sufragar.
En más de una década, los venezolanos irán a unas elecciones, en donde el candidato de la oposición, Edmundo González Urrutia, con una intensión de voto del 59.2 %, se perfila como ganador, pero que acorde a como se maneja el régimen, falta de transparencia o fraude electoral y la imposición del temor, estará por verse si ese resultado se concreta. Por su parte, el actual Pte. Nicolás Maduro alcanza el 33 %, y en este escenario, que sería un triunfo decisivo de la oposición en una democracia, ésto no es aplicable en la dictadura chavista, por lo cual, pese a un entusiasmo generalizado por terminar con el régimen, la incertidumbre sobre resultado del proceso electoral existe.
Ahora bien, desde que se instauró el chavismo, las elecciones en Venezuela no han tenido por mayor parte de la comunidad global, el reconocimiento internacional, como sucedió en las elecciones del 2018, por no cumplir con los estándares de ser comicios justos, libres y transparentes, es por esto, que la posibilidad cierta es, que en estas elecciones se de nuevamente el fraude, por el caso, en los centros de votación donde no haya observadores fiscalizadores de la oposición, y en consecuencia, se pueda dar la falsificación de votos, y esto es probable, por qué no se sabe en cuántos de esos centros habrá observadores opositores o internacionales para realizar el correspondiente monitoreo.
En este sentido, el régimen posee un mayor dominio de la situación en zonas rurales, comunidades pequeñas, donde se sabe quienes apoyan al gobierno y quienes a la oposición, entonces se buscará impedir a éstos últimos votar, instalando un clima de temor a las represalias, y así desalentar el voto opositor, y esto se puede replicar en algunos barrios de las ciudades, a través del accionar de los llamados “Colectivos Chavistas”, que cuentan con capacidad de información, y para actuar violentamente con impunidad, por lo cual, hace que más allá, de los datos que arrojan las encuestas, que muestran una masiva disposición a sufragar y a votar por la oposición, lo señalado, puede tener significativos efectos negativos, y donde de cierta manera, el temor al régimen o el temor a seguir sufriéndolo, se convierte en un factor decisivo.
Por su parte, la oposición claramente se ha alineado detrás de la proscripta María Corina Machado, y a diferencia de otras elecciones, ha implementado una estrategia distinta, que se caracteriza, no sólo en apuntar a que será el final del régimen, y a una mejora socio-económica, sino también, de un cambio en lo humano y lo cultural, como terminar con la migración masiva, y el regreso de los millones de venezolanos y el esperado reencuentro de familias, en otras palabras, el lema de la oposición, no se limita a la situación económica, sino a otros factores que hacen al sentir de los venezolanos, por lo tanto, el componente emocional podrá ser significativo.
En este panorama, la oposición también se refiere, a una reconciliación nacional en caso de triunfar, pese a que el candidato González Urrutia, no ha dado detalles de cómo instrumentará una negociación con el actual gobierno, algo que será muy difícil, pues tanto, las altas esferas políticas y militares, están comprometidas en violaciones a los DD.HH., y en delitos económicos-financieros, narcotráfico y otros, algo que no se puede dejar pasar, si se quiere construir una real y efectiva democracia, y consolidar un verdadero estado de derecho. Por su parte, el gobierno chavista ha iniciado conversaciones con los EE.UU., para que sigan atenuando las sanciones, y cuál será el destino de Maduro y sus secuaces, en caso de ser derrotado, lo que se enmarca en los Acuerdos de Barbados, firmados entre el gobierno y la oposición.
En este contexto, el Pte. Maduro en estos últimos días, ha advertido que Venezuela se encuentra a las puertas de una “guerra civil” sino triunfa el chavismo, lo cual da lugar a una peligrosa escalada de violencia política, y esto es lamentablemente, una perspectiva que hay que tomar seriamente, pues hay que tener en consideración tres factores: 1) es el fraude ya mencionado, que puede consumarse, 2) la posibilidad de un golpe militar, ya que mandos medios y subalternos de la FF.AA., están disconformes con sus cúpulas, y 3) el estallido de confrontaciones violentas entre los distintos sectores sociales, y en este marco, no hay que olvidar la gran cantidad de armas en circulación, y la proliferación de grupos criminales, y esto en un escenario electoral, donde no están dadas razonablemente garantías de un libre proceso electoral.
En cuanto al escenario regional, ¿cómo se posicionan, ante estas elecciones, los gobiernos de izquierda, como la Colombia de Petro, el Méjico de López Obrador y el Brasil de Lula, que siempre han apoyado al chavismo?, pues en los casos de Colombia y Brasil, quieren tener roles importantes, tanto en el antes como en el después del proceso electoral, Petro buscará asumir un papel de mediador en caso de negociaciones para una transición, mientras que Lula, que recordemos, es el co-fundador del Foro de San Pablo, tiene una fuerte influencia en Maduro y su entorno, y le ha recomendado respetar el resultado de las urnas, además enviará al ex canciller brasileño, Celso Amorín, que estará a cargo de dos observadores de su país,por su parte, López Obrador seguramente se limitará a responder tras las elecciones, más allá que sea el fundador del Grupo de Puebla, que reúne a los dirigentes políticos e intelectuales de la izquierda latinoamericana y España, y del que participa Venezuela.
Mientras tanto, Nicolás Maduro hace una semana manifestó, que las elecciones del 28 de julio decidirán el futuro del país en los próximos 50 años, lo que reviste a estos comicios de trascendentes y hasta decisorios, y en caso que se diera un cambio de gobierno, en un proceso de transición y negociación, el rol de los EE.UU. será importante, y cuanto más, si hay un cambio de inquilino en la Casa Blanca, sumado, que seguramente habrá un seguimiento de la comunidad internacional y en particular, de los Estados latinoamericanos, en cuanto a acuerdos y sus cumplimientos, que se den en un proceso de transición.
Por su parte, Maduro está evaluando que hacer en caso de ser derrotado, y no contar con el apoyo de los militares, en ese contexto, en el 2019, cuando se intentó sacarlo del poder por parte de un grupo castrense, el destino de fuga elegido era Cuba, sin embargo, esto fue abortado por la embajada rusa en Caracas, que prácticamente lo bajó del avión, y le dio garantías de su permanencia en el poder, ahora el Plan B de Maduro, se relaciona con unas cuentas que posee en Turquía, con depósitos por unos u$s. 4 mil millones, y una lujosa residencia en las afueras de Estambul, y este podría ser el destino del dictador venezolano.
Antes del final de esta columna, me parece atinente, definir la ideología Chavista, impuesta hace 25 años en Venezuela, e incluso ha afectado e influenciado en otras regiones latinoamericanas, la que Hugo Chávez Frías fue creando ya en 1997, cuando fundó el Movimiento V° República o MVR, el embrión del chavismo, que se identifica asimismo, como un movimiento cívico-militar, siguiendo el modelo promovido por el sociólogo mejicano Heinz Dieterich, y que Chávez amalgamó, en los siguientes conceptos ideológicos y geopolíticos, el nacionalismo populista o bolivarianismo, el tercermundismo, el indigenismo, y un estatismo omnipresente, que se vale de los movimientos populares, para una transformación revolucionaria anti-imperialista, anti-liberal y anti-globalista.
Ahora si, finalizando la columna de hoy, mis reflexiones son las siguientes: 1) el legado de Hugo Chávez Frías, continuado por Nicolás Maduro, se ha materializado en 25 años de gobierno autoritario, dictatorial, que ha causado una profunda crisis social, económica, política, humanitaria, moral y cultural, con 8 millones de emigrados; 2) el domingo próximo, más allá de una manifiesta intensión de una masiva participación electoral, un factor significativo, que decidirá la continuidad o el fin del régimen, es el temor; 3) si asentimos, que estas elecciones son decisivas para Venezuela, el resultado de las mismas tendrá efectos geopolíticos en el equilibrio regional, y también a distintos niveles, en el resto de la comunidad internacional, y 4) en este escenario tan complejo, donde se juegan intereses estratégicos de actores estatales exógenos al continente, como China, Rusia, Irán, una oposición unificada y liderada por María Corina Machado, tiene por delante dos interrogantes que enfrentar, ¿podrá poner fin al régimen chavista y llevar con éxito un delicado, pero necesario proceso de transición?, o ¿Venezuela, sucumbirá a la violencia política que pueda decantar en una guerra civil?, son dos interrogantes, que en las condiciones en que se llega a estos comicios, son más que válidos, por eso la frase elegida, ya la he dicho en otras columnas, pero se ajusta a la realidad venezolana, y es: “Quo Vadis Venezuela?”.-